Después de una eternidad de enredos y obstáculos, la Generalitat ya tiene nuevo President de la mano de Quim Torras como 131 President de la Generalitat. Que sea el 131 President molesta a Cs que consideran que ¿de dónde sacan esa continuidad histórica? Cs busca desesperadamente romper la institución, aunque Inés Arrimadas se esfuerza por llegar a gobernarla. Supongo que para Cs, la historia empezaría de cero.
La elección de Quim Torra, ha sido un ejercicio de despropósitos en la medida que anteriormente se han tenido que descartar a Carles Puigdemont, Jordi Sánchez y Jordi Turull. La negativa a ser nombrados, es exclusiva del Magistrado del TS Pablo Llarena. Llarena ha suplantado la voluntad del Parlament de Catalunya que es quien tiene la potestad de nombrar President. Ninguno de los nombrados y vetados, ha sido condenado ni inhabilitado por sentencia, así que la obstinación de Llarena sólo se explica por la animadversión del Juez-Instructor Llarena contra los encausados. El gobierno ha mantenido que no pueda ser Carles Puigdemont, el legítimo President de la Generalitat.
Con estos antecedentes, en la lista de Junts per Catalunya, en el número once, aparece Quim Torra. El President Puigdemont, nombro a Torra, e inmediatamente, una tormenta mediática se ha puesto en marcha. La escuadra de “alféreces provisionales*” ha empezado su labor patriotera. Se han sacado todos los dosieres, y han aparecido unos tuits que se han calificado de xenófobos por esa prensa con aspiraciones de “alféreces provisionales*”.
Los mencionados tuits son fechados entre 2011 y el 2014. Estos tuits son lamentables, pero mucha gente también lo piensa. Seguramente, los que dijeron: ¡A POR ELLOS!, también expresaban lo que estaba diciendo Torras, cuando no era cargo público.
Ahora Torra tendrá que aguantar el chaparrón. Es lo que tiene meterse en las redes sociales. Dejan huella. Las expresiones son desafortunadas y estúpidas. Generalizar te expone a ser injusto. Mucha gente tiene la sensación que Cataluña es la gallina de los huevos de oro, pero que se le trata peor que un apestado. Habría que hablar de este tema. No a través de tuits, sino explicar que significa que el gobierno de la nación no sea capaz, de redistribuir la riqueza que se genera en Cataluña, que siempre sea deficitaria. Se habla de generalidades cuando se dice que tiene que haber una redistribución entre todas las Autonomías. Sin embargo, si Cataluña pide que no se le trate injustamente, aparecen una serie de Autonomías que se sienten agraviadas. En cambio, no se sienten agraviadas por el Concierto vasco o navarro. Cataluña supone casi el 20% del PIB. ¿Cuánto produce Extremadura, Castilla-La Mancha, Aragón, y un largo etcétera?
Decir verdades incomodas es exponerse a ser insolidarios, pero ¿qué sucede con aquellas Autonomías que aportan más que reciben? No vale hablar de solidaridad, después de 30 años de Autonomías, algunas de ellas, siguen eternamente subsidiarias. De eso sí se debería hablar. Aunque duela. ¿Tiene sentido que Andalucía, tenga literalmente de gratis la enseñanza universitaria, mientras que Cataluña sea la más cara?
Se ha hablado mucho sobre las consecuencias catastróficas que el Procés podía tener en la economía. Sin embargo, no ha sido así. Sí hubo empresas que se han ido a Valencia o Madrid, pero sólo se ha ido la sede social. No se han trasladado empresas a Extremadura, las dos Castillas, ni Andalucía. ¿Por qué las empresas no van a esas Comunidades? No será porque no se les prometa todo lo prometible. ¿Qué sucede entonces? Es de eso que debería hablarse.
Para acabar, hablar de tuits desafortunados, y no hablar de la cacería del movimiento independentista, de criminalizar a unos y poner una cortina de silencio en otros, por ejemplo, Jiménez Losantos, es simplemente hacer demagogia. Si Mariano Rajoy, no fue capaz el 11 de marzo de 2004, salir al paso sobre la autoría del atentado, en un silencio cómplice que le inhabilita para ejercer un cargo público, pedir a un ciudadano que hacía tuits –desafortunados-, para que se haga el harakiri, es pedir demasiado.
(*) La expresión es de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985)