IV
Lo que nos espera*
24
Entender y gobernar el mundo que viene
Viatges, Llibres, Reflexions, Imatges, Musica, Filosofia, Literatura, Política, Miscel·lània, Blog de Viatges
IV
Lo que nos espera*
24
Entender y gobernar el mundo que viene
Quiero experiencias vivas e inmediatas...
"Todo un equipo de turistas atraviesa la sábana de arriba abajo, con una máquina que petardea y una nube de polvo detrás, para plantarse a veinte metros de tres grandes y malos leones… y no pasa nada. Como si no existiéramos. Esta fue mi experiencia definitiva con el mundo animal. Un desencanto total. Un encuentro de tipo cero. No compartimos el espacio animal. Invadimos su territorio o lo cruzamos, pero nunca nos reunimos con ellos. El zoo, el circo (cada vez menos), los parques naturales (cada vez más), las tierras de caza, los canales de televisión consagrados a los animales, las sociedades protectoras, los museos de la naturaleza, las casas para animales de todas clases; multiplicamos los lugares, las ocasiones y los modos de encuentro. La humanidad se pasa el tiempo observando a los animales. Hemos inventado toda clase de artefactos para ese fin. Nunca nos cansamos de él. Sin duda, para nosotros representan un mundo perfecto. Algo extraño, diferente de nuestro mundo, de nuestro incierto, jodido, caótico, desastre de mundo. Todo esto hace que el mundo animal nos parezca mucho mejor que el nuestro. Algunas veces parece tan ajeno que nos quedamos plantados delante de su perfección, estupefactos y sin habla y, a pesar de nuestros sinceros deseos, nos preguntamos si podríamos ser como ellos, convertirnos en una sociedad tan maravillosa como la de las hormigas o los pingüinos, donde todos tienen su sitio, de manera que la sociedad puede perpetuarse a sí misma, sin cambios, indefinidamente la misma e infinitamente perfecta. Encontrar nuestros lugares nos ha hecho pasar por malos momentos. Después de los desastres del siglo XX, las sociedades animales parecen haberse convertido en el ideal*." (Gérard Wacjman, Los animales que nos tratan mal).
La democracia como materialización de un modelo de razón
Existe la idea de que la política como espectáculo esconde en el fondo que “el poder real se encuentra en otro lugar” (pág.20). Existe una doble moral, en el sentido de responsabilidades, elevadísimas si nos encontramos con los políticos y los poderes en la sombra. Las críticas aceradas de unos –la clase política- contrasta con la adulación o exculpación de los poderes económicos, por ejemplo.
Cruz puede afirmar que “el desmesurado auge de una determinada forma de racionalidad, la instrumental, ha sido en detrimento de la otra, la dialógica o deliberativa” (pág.21). Desgraciadamente, esta dicotomía entre razón substancial –tiene en cuenta principios y reglas éticas sobre las consecuencias de las acciones y la razón instrumental –que se propone alcanzar fines sin importar los medios para alcanzarlos-. A pesar de lo que pueda decirse de ambas razones, lo cierto es que ambas operan en zonas grises, lo que acarrea dificultades no de principios, pero sí en las aplicaciones prácticas.
El eclipse de la razón vendría a ser sustituido por una “nuevo sentido común”, como antídoto contra la política. Sin embargo, ese “sentido común” no es más que ideología del statu quo. Cruz, menciona a Margaret Thatcher como el símbolo de ese “sentido común” como una amalgama de “conservadurismo moral inglés y la ideología del libre mercado” (pág.22).
El “sentido común” supone la cancelación de los grandes relatos de emancipación. Como dice Cruz, la consigna sería: “esquivemos el debate de ideas” (pág.22). Como todo esta “patas arriba” (Eduardo Galeano), “los que no se metían en política se han visto reemplazados por quienes se meten en política...supuestamente sin opiniones políticas, esto es, tan solo armados de las categorías, según ellos incuestionables, del sentido común” (pág.23). Hoy, esa papilla ideológica, se hace dominante en perjuicio del debate (deliberación) de ideas.
En opinión del autor, una determinada izquierda, se ha lanzado a “librar la batalla de las guerras culturales” (pág.23), en sustitución de los proyectos de emancipación, busca nuevos electores que sustituyan a los desencantados o simplemente, de aquellos que se han acomodado a los nuevos aires que soplan. Se sustituye así, los debates sobre economía (de mercado) en beneficio de la ampliación de nuevos derechos “(feminismo, derechos LGTBI, derechos de los animales, ecologismo, nuevos lenguajes inclusivos...)” (pág.23). Una deriva de ese nuevo “sentido común”, tiene que ver con la apropiación de la derecha de temas que anteriormente, utilizaba la izquierda.
Se diría que en la actualidad, la izquierda, busca en sectores de los nuevos derechos, al viejo sujeto de la revolución, el proletariado se ha esfumado –no es cierto, pero ha sido seducidos al parecer por cantos de sirena que vienen de la derecha extrema y extrema derecha-. Ello supone que ser el concepto de clase, que había sido utilizado como herramienta conceptual, sea en la actualidad objeto de burla o de menosprecio. La derecha plantea “valores posmaterialistas en términos directamente posideológicos” (pág.24). Como la derecha rechaza cualquier cambio en el orden económico –desigualdad social, precariedad y control social-, solo puede ofrecer cambios en los valores culturales imperantes, además en clave tradicionalista. Los debates que la derecha plantea, son sobre cuestiones como la “sexualidad, la moralidad o la religión” (pág.25), temas que se abordan no desde el debate sosegado de ideas, sino desde una perspectiva eminentemente emocional. La derecha quiere marcar diferencias con la izquierda precisamente en esos ámbitos. Según ellos, estos temas tienes un fundamento en el “nuevo sentido común”. Según la derecha hay que despolitizar estos temas, e introduce inmediatamente, la vena emotiva, el ser o no ser de cada individuo. La figura de la víctima aparece como agraviado ante la falta de sentido común de aquellos que se atreven a cuestionar los valores de “siempre”. La derecha ha conseguido, desviar la atención, sobre las cuestiones materiales –la economía- y trasladar la batalla ideológica al plano de cultural.
Esta batalla cultural, está llena de desaguisados conceptuales. Así, por ejemplo, si soy blanco, heterosexual, puedo ser desautorizado por criticar el comportamiento, de las mujeres que llevan velo, en nombre de la religión musulmana. Porqué, ¿quién soy yo para llevar a término tal crítica?
Uno de los instrumentos de la revolución thatcheriana, fue vender la idea de libertad. El credo neoliberal, decía que cuanto menos Estado, mayores cotas de felicidad individual y progreso social podía llegar aspirar cada ciudadano, sin la losa de la burocracia que ahogaba la creatividad individual. Este dogma caló de forma inesperada, obligando a la izquierda a batirse en retirada. La idea de igualdad quedó difuminada por la exaltación de la individualidad. El concepto de clase quedaba clausurado.
Manuel Cruz, utiliza el concepto de interseccionalidad –Kimberlé Crenshaw- para “expresar la idea de que, a la hora de analizar situaciones de desigualdad y de organización del poder en una sociedad, resulta más esclarecedor entenderlas como derivadas no de un único eje (y tanto da, a estos efectos, que sea la raza, el sexo o la clase) sino de la interacción de muchos que trabajan de manera conjunta y se influyen mutuamente”pág.27). Según este concepto de “interseccionalidad”, cualquiera que se deja algún elemento se desliza hacia el sectarismo. El concepto de “interseccionalidad”, me parece más bien un recurso narrativo, que conceptual. Se hace evidente, que el concepto de clase, tenía sentido en un mundo sólido, frente al mundo líquido en el que estamos inmersos. Los referentes como Habermas, Foucault, no son de gran ayuda. Si lo pueden ser Byung-Chul Han, Zygmunt Bauman o incluso Richard Rorty.
Las batallas culturales, al decir de Cruz, la izquierda ha salido perdedora y “estaría constituyendo el principal obstáculo para su regeneración y crecimiento” (pág.28).
He comenzado a leer el libro de Manuel Cruz, El gran apagón. El eclipse de la razón en el mundo actual. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2022.
I. De la razón a la emoción. O del Siglo de las Luces al Gran Apagón.
Del Siglo de las Luces y la razón como instrumento para comprender y transformar la realidad al Romanticismo (s.XIX) que impugnó la razón para colocar en el centro al corazón (emociones) -subjetividad-.
Si el siglo XX finalizó en 1989 [tesis de historiadores], con el derrumbe del Muro de Berlín y el posterior hundimiento del Comunismo, Manuel Cruz no tiene claro que el inicio del siglo XXI sea el ataque a las Torres Gemelas.
Señala como hito del inicio del siglo XXI, la crisis de 2008 y su deriva a lo largo de la siguiente década y la aparición de la pandemia del COVID-19, que todavía hoy, sigue su curso, amén de la Guerra en Ucrania lanzada por Putin, cuyos efectos aún están por ver.
Todas estas fracturas han supuesto el “fin de las utopías de emancipación” políticas y sociales que han dejado a la izquierda huérfanas de soporte ideológico. Pero, si algunos lanzaron la idea que el capitalismo era quien salía vencedor de la Guerra Fría, la crisis del 2008 y la pandemia, han hecho que la euforia liberal se haya enfriado considerablemente.
En el plano epistémico, se ha pasado de la explicación a la narración. La izquierda parece haber abandonado los “valores materialistas” –estado del bienestar, distribución de la riqueza- para concentrarse en valores culturales, o “posmaterialistas” –ecología y la identidad cultural, género-.
Estamos delante de mutaciones de larga alcance que solamente ahora empezamos a vislumbrar, pero la falta de herramientas conceptuales para poder analizar lo que está sucediendo impiden su anàlisis y comprensión. Según Cruz, el propio concepto de “clase” es incapaz de explicar las mutaciones que han aparecidos en las últimas décadas.
Manuel Cruz, habla de una “sociedad fatigada” hasta la decepción por los reiterados incumplimientos de los programas de máximos de unos y otros”. (pág.17)
Es la política la que está en cuestión por una ciudadanía desconcertada y desnortada. Un elemento que ayuda a esta ceremonia de la confusión es que nuestra sociedad se ha convertido en “una auténtica sociedad del espectáculo” (pág.18). Esto ha sido posible debido al desarrollo de la tecnología de las comunicaciones. La tecnología no es la responsable, pero su utilización partidista a acaba por perfilar la situación actual. Porque “la política habría terminado por constituir algo así como el departamento de producción de contenidos para dichos medios” (pág.19). En su libro La ceremonia caníbal, Christian Salmon podía afirmar: “ El hombre político se presenta cada vez menos como una figura de autoridad, alguien a quien obedecer, y más como algo que consumir; menos como una instancia productora de normas que como un producto de la subcultura de masas, un artefacto a imagen de cualquier personaje de una serie o un programa televisivo” (pág.19)
Si el espectáculo debe continuar, la mejor manera de estar atentos a la pantalla, no es argumentando, sino apelando a las emociones, así “la repetición y el remake que no se reconoce en su condición de tal pasan a estar a la orden del día. El resultado es que nos encontramos ante el procedimiento más eficaz para que todo termine cayendo en el olvido” (pág.19).
Byung-Chul Han, No-cosas. Quiebra del mundo de hoy. Trad. Joaquín Chamorro Mielke. Ed.Taurus, Madrid, 2021.
Una fotografía más de nuestra sociedad líquida que se expresa en el título de la obra No-Cosas. Han reivindica, especialmente, en el último apartado: Una digresión sobre la gramola (pág.107 y ss.) donde a raíz de una experiencia personal, reflexiona y desvela sus propias inquietudes y vivencias con relación a un objeto (Cosa) como la gramola o jukebox que se ha vuelto obsoleto en un mundo donde las cosas se baten en retirada, debido paradójicamente a la inflación de objetos de usar y tirar en la que estamos instalados. Reivindicar los objetos que nos atan a la tierra, a un espacio donde refugiarnos de la intemperie que provoca esa ola de las no-cosas, el orden virtual en el que la nueva economía nos quiere encerrar.
Hace una apología de la materia y la tecnología contra Heidegger. Materializar el mundo es un imperativo político para Han en un mundo donde las cosas se transforman en materia de reciclaje, pensamos en Vinted y otras plataformas, no hay que llevar la ropa que has usado, a los más necesitados, recíclalo de tal manera que recuperes el dinero que gastaste en el artículo que no usas, he ahí la nueva máxima del neocapitalismo. Un espacio virtual, donde las prendas de vestir, pero también objetos que ya no utilizas son lanzados otra vez al mercado. Las no-cosas, solo tienen utilidad: un solo uso, además, los fabricantes se encargan de imposibilitar una vida útil más larga en todo lo que se fabrica.
Han sigue utilizando como voces autorizadas para dialogar con ellas, a Heidegger especialmente, pero no sólo. El texto sufre muchas veces de repeticiones, posiblemente, el mensaje queda claro, pero se hace reiterativo.
El capítulo central de la obra se titula: Vistas de las cosas (pág.63 y ss.) donde se hace un análisis muy interesante a partir de los dibujos animados de Mickey Mouse. Las cosas tenían vida, se enfrentaban, u oponían resistencia. Las cosas eran “lo otro”. Escuchar y oír lo que dicen las cosas es un paso necesario e imprescindible para abrirse a la experiencia de la alteridad. Como las cosas se han difuminado, debido al exceso de cosas, estas pierden consistencia, substancia. Lo que ahora se venera es lo virtual, lo que no se resiste. Hay un apartado donde se habla del smartphone (pág.33 y ss.) donde lo real es absorbido por lo virtual. No hay cosas, hay algoritmos, y estos no tienen alma, sólo calculan y cuentan. El Smartphone, es la llave mágica en un mundo sin magia. Por eso el smartphone está lleno de aplicaciones para solucionarnos la vida pero una vida virtual sin presencias reales, encerrados en un mundo en el que somos los indiscutidos reyes, pero aislados de los demás.
¿Cómo revertir esta tendencia? La respuesta de Han es modesta. Lo he indicado más arriba. Reivindicar lo necesario, hacer de los objetos parte de nosotros. Las cosas están a la mano, como dice Heidegger. Cuidarlos, atenderlo, en su uso cotidiano es hacer que exista una conexión, que en el actual momento histórico, parece una quimera. Establece una imagen que viene de muy lejos, la materia y la magia. Así como la conexión entre la magia y la felicidad, parece hoy desterrada de nuestro mundo lleno de algoritmos sin alma, y por tanto, sin felicidad. Ese mundo lleno de algoritmos, de información y cálculo, sólo ofrece la salida de la depresión, donde el peso del yo se hace insoportable, porque de alguna manera intuye que la salida de ese pozo solo se puede salir a través del trabajo de lo negativo: del otro, del esfuerzo por acallar los gritos que hemos acumulado, necesitamos distancia y silencio, para volver a rearmarnos y mirar a los otros a los ojos para oír sus voces, para hacer de este mundo un mundo humano y no de smarts (inteligentes) sin alma alguna.
Hablando del papel de la filosofía y su relación con la tradición, se plantean dos vías, sea la línea analítica y la no analítica dominada al decir del autor –Richard Rorty-, por la filosofía de Heidegger y su pesimismo por el “frenesí tecnológico” que es el núcleo de la modernidad. ¿Cómo reconciliar la tradición filosófica y la política? Para Rorty, el pragmatista al estilo deweyano (John Dewey), las metáforas pueden ser utilizadas en el contexto político para adquirir una nueva dimensión. La filosofía si quiere tener sentido es precisamente, ofreciendo un vocabulario para que las sociedades democráticas puedan gestionar problemas como reducir el sufrimiento humano y la opresión. Tal vez, este objetivo sea muy tibio para los filósofos “radicales”, que piensan que si profundizamos –metáfora- en la realidad seríamos capaces de transformarla de tal manera que todos nuestros males desaparecerían de la noche a la mañana. Pero, si uno mira nuestra historia, el proceso es más evolutivo que revolucionario. Nuestro sueño de emancipación nació de la Revolución, y desde ese momento, ha ido progresando en bienestar y libertad, no exento naturalmente, de retrocesos que por serlos, nos parecen inaceptables, pues, las conquistas que hemos ido adquiriendo en una lucha incansable para reducir el sufrimiento y la opresión no son realidades consolidadas, por eso puede decir: "El deweyano está dispuesto a admitir, a su pesar, que siempre va a haber más variedades de sufrimiento y opresión a denunciar (por ejemplo, las que soporta el conjunto de las mujeres). Considera la función de la filosofía en su denuncia como una labor continua con la de la literatura y la de las ciencias sociales*." (pág.45)
Los frutos de este proceso iniciado con la Revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad son frutos que hay que cultivar y cuidar. Hace una observación que no siempre se tiene en cuenta. Renuncia a una "crítica radical", de la sociedad,pero pone énfasis en el detalle. Y afirma que "la labor del filósofo no es tanto denunciar los fundamentos falsos o corruptos de esta sociedad, sino contraponer sus rasgos buenos y malos." (pág.45).
Esto significa que esa labor solo se puede llevar a cabo en sociedades democráticas donde la ciudadanía no se convierta en consumidores, cosa que ahora mismo, sucede lo contrario, que el consumidor ha colonizado al ciudadano.
El texto de Marx, a propósito de la crítica a Hegel de su visión del Estado, plantea probablemente, una de las críticas más aceradas de cuantas se ha podido decir acerca de la monarquía. Marx desvela la mistificación del Estado y desnuda la presunta legitimidad de la monarquía:
“ La soberanía, la dignidad del monarca, sería fruto del nacimiento. El cuerpo del monarca determinaría su dignidad. En la más alta cúspide del Estado decidiría, por tanto, en vez de la razón la simple physis. El nacimiento determinaría la cualidad del monarca, a la manera como determina la calidad del ganado*. pág.346) ”
*Carlos Marx. Escrito de Juventud. Trad. Wenceslao Roces, FCE, México, 1982. Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel.
III
En esta tercera entrega trato de resumir el texto de Mauricio Jalón que es el editor de este libro y que nos habla de la figura de Emilio Lledó, en Lledó: Creación y medida.
Los filósofos parecen condenados a estar etiquetados por corrientes de pensamiento, por continuadores de sus maestros, por las aportaciones creativas al ámbito de la familia filosófica. Algunos, sin quererlo, son elevados a los altares, para convertirse en monumentos intocables con su inevitable escolástica. Platón y Aristóteles son puntos de arranque del pensamiento occidental, no son los únicos, pero su peso en virtud de azares incontrolables, por ejemplo, su incorporación, no siempre pacifica, con el cristianismo, les dio una dimensión histórica que otros autores, fueron borrados del escenario.
Si imaginamos a los filósofos como pertenecientes a jugadores de futbol, ¿en qué equipo juega Lledó? Algunos “jugadores” crearon sus propios equipos, sea la Academia (Platón) o el Liceo (Aristóteles). Si nos venimos al siglo XX, resulta que los equipos o muchos de ellos, nacieron en el siglo XVIII y XIX. Las tradiciones filosóficas pesan muchísimo, pues, desde principios del XIX, los filósofos, o al menos una parte de ellos, ejercieron su magisterio en instituciones estatales, es decir, en universidades. Kant, Marx, Nietzsche proyectaron su sombra, algunos dirían mala sombra, en el siglo XX. El positivismo del siglo XIX, también se filtro en el siglo XX. El psicoanálisis, quería hacer positivismo de los procesos inconscientes. La ciencia empezaba a devorar todo el territorio que anteriormente, era de la filosofía. La filosofía se batía en retirada. El siglo XX nos ha dado la fenomenología (Husserl), el existencialismo (Sartre), no puede dejar de citar a Heidegger, que se sitúa entre la fenomenología y el existencialismo, a pesar de su negativa a ser adscrito al cualquier corriente determinada, por decirlo así, juega sólo, la hermenéutica (Gadamer). Uno de los motores del cambio de rumbo ejercido en el siglo XX ha sido la aparición del lenguaje como objeto de reflexión filosófica: autores como Russell, Wittgenstein y la filosofía analítica han puesto en el centro de sus reflexiones la cuestión del lenguaje. Se ha hablado del “giro lingüístico” para enfatizar esta cuestión. Las variantes y recreaciones de estas corrientes han dado lugar a una extraordinaria heterogeneidad en el territorio filosófico.
Después de este rapsódico apunte histórico, la cuestión sigue en pie. ¿Dónde juega Emilio Lledó? El propio Mauricio Jalón, apunta en esa dirección: “(…). Dada la agilidad de su expresión, se alza, pues, la cuestión del género o, si se quiere, la del emplazamiento del autor [La cursiva es mía]: asunto de mayor interés aún al considerar los pasajes de su trayectoria que este libro acoge en forma de breves escritos, apasionados y, sólo en apariencia, coyunturales.” (pág.15)
II
El autor de estos misceláneos textos, nos introduce en la intención y justificación del presente volumen. Nada mejor que dejar que hable el autor, un autor vivo, tiene el interés de expresar intenciones que son comprensibles para los lectores de su tiempo. Imposible en los casos que nos separan un abismo, por ejemplo, Homero, y sin embargo, seguimos leyéndolo, a pesar que su intención nos es desconocida y no sabemos nada de los intereses que le movieron a escribir sus obras, que milagrosamente nos han llegado desde la noche de los tiempos.
El texto se abre con “palabras para esta edición” (pág. 11). Nos dice al principio: “Hay algo en este libro de historia personal, de historia de mi juventud.(…) [En estos textos] se reflejan mis años de estudiante en Heidelberg entre 1953 y 1962. Una pequeña memoria de lecturas que entonces hice y que son testimonio de mis intereses.”
Nos sigue confesando: “Evocaba casi sin querer la época en la que huía de mi país, intentando respirar otros aires y, sobre todo, buscando otra universidad. (…) Pero lo que encontré en la Universidad de Heidelberg tenía la marca de esos dos conceptos esenciales que caracterizaron el pensamiento de Humboldt: soledad y libertad. Soledad que no era aislamiento de la sociedad sino la posibilidad de un encuentro inmediato con la cultura y con las humanidades. Y ese encuentro trajo a aquel estudiante muchos de los libros que aquí se reseñan, y muchos de los “días” que se llenaron con la luz de un entusiasmo juvenil que la relectura de estas páginas me ha traído de nuevo” (pág.11)
Lledó habla de uno de los conceptos esenciales de su quehacer filosófico, la memoria. “(…), los ecos de esas lecturas, de esos días de mi juventud, confluían en los momentos presentes, en el río de mi propia memoria. Y ese río por el que circulaba mi vida me permitía bañarme otra vez en él. El famoso fragmento de Heráclito [frag.91*] no coincidía con esta experiencia: el agua que fluía en ese cauce era, en el fondo, siempre la misma”. (pág.11)
Evoca autores que han hablado con mejor tino sobre cuestiones que nos tienen “confundidos y trivializados”, temas como la identidad, la ideología, tales autores aparecen en la galería que Lledó reseña con pulcritud y empatía.
En fecha tan lejano como 1914, escribía Russel lo siguiente: “para nosotros, para quienes la seguridad se ha convertido en monotonía, para quienes el primitivo salvajismo de la naturaleza está tan remoto que se ha vuelto un simple aderezo agradable para nuestra ordenada rutina”. Dos años después se iniciaba un ciclo de guerras devastadoras en Europa. ¿Podemos aprender la historia? ¿Podemos evitar los errores y horrores que han aplastado al hombre corriente?
Lledó evoca a I.Kant en su libro “Sobre la paz perpetua” (1795), para recordarnos lo siguiente:
“(…) Estos hábiles políticos se ufanan en poseer una ciencia práctica; pero lo que dominan es la técnica de los negocios y […] están dispuestos a no olvidar su propio provecho y a sacrificar al pueblo y, si es posible, al mundo entero.”
Como dice Lledó: “Después de dos siglos, las palabras de Kant siguen tan vivas como cuando se escribieron. Su actualidad nos permite, sin embargo, adivinar uno de los problemas esenciales de la historia humana en la que, junto a la miseria, la ignorancia y la violencia, se lucha además por afirmar los ideales del progreso y la inteligencia. También por sostener “la lucha por la racionalidad”, por “el lugar de la memoria” en el que el espacio construido por los arquitectos de la cultura nos permite atisbar el “perdido concepto de la armonía interior, del equilibrio, de la alegría […] “. (pág.12)
Acaba el texto agradeciendo a los editores “que me acercaron, con él, a mi propia vida”. (pág.13)
III
En esta tercera entrega trato de resumir el texto de Mauricio Jalón que es el editor de este libro y que nos habla de la figura de Emilio Lledó, en Lledó: Creación y medida.
Reseña:
Emilio Lledó, Días y libros, Edición de Mauricio Jalón. Austral, Barcelona, 2018.
* De Tales a Demòcrit. El pensament presocràtic. Fragments i testimonis. Quadrivium, 4.Edició i traducció de Joan Ferrer Gràcia. edicions de la ela geminada, Girona, 2011.
Ressenya:
Emilio Lledó, Días y libros, Edición de Mauricio Jalón. Austral, Barcelona, 2018.
Leer a Lledó es una experiencia inolvidable. Es nuestro sabio por antonomasia –me gusta esa palabra-. Su estilo sencillo y lleno de matices, es capaz de introducirnos en todos los problemas que plantea al hilo de sus reseñas y comentarios en cuestiones de actualidad. El arco de tiempo que abarca estas breves “pepitas de oro”, las hay desde 1952 – Un problema Occidental- hasta 1993 – Carta desde Berlín- del propio Lledó.
Lledó nos pasea con mano amiga pero firme, por los vericuetos del pensamiento occidental al hilo de reseñas de autores alemanes mayoritariamente, que desgraciada-mente, no se han traducido. Su profundo conocimiento de la historia de la filosofía nos permite averiguar el núcleo de los problemas que se van planteando.
Presocráticos, Platón, hay que recordar que Lledó escribe un texto esencial en su introducción a las obras de Platón, vol I, editorial Gredos, donde contextualiza y analiza todo lo que hay que saber sobre las obras y el significado siempre abierto de Platón. Aristóteles, y su reivindicación de un autor clásico, que es capaz aún de pervivir para hacernos reflexionar hoy, destruyendo una imagen anquilosada y caduca. Epicuro, Plotino, Descartes, Kant, que esboza una síntesis excelente sobre los problemas planteados por el autor de la Crítica de la razón pura. Hegel, el idealismo alemán, Dilthey, la hermenéutica y Gadamer. Cerrando con una imprescindible reseña de Filosofía 87 cuyo editor es Vattimo.
El núcleo central, es imposible resumir todos los hilos que recoge Lledó, pero simplificando al máximo, diríamos que lo que está en juego es el hombre concreto. Ese hombre que desde Grecia para circunscribirnos a nuestra cultura, apostó por el logos, el lenguaje, y la necesidad de saber. Vivimos tiempos menesterosos, donde la velocidad se confunde con el progreso, estamos inundados de información, pero nos falta saber, falta ese momento imprescindibles que es la reflexión, la introspección, la necesidad de tomar distancia de las cosas, antes que nos devore esa anarquía de propaganda que nos dice como debemos vivir, en medio de una tecnología que quiere controlarnos. ¿Cómo resistir esos embates? ¿Cómo construir una sociedad más humana, más libre, más fraternal y equitativa?
Lledó trata de darnos pistas. El lenguaje, el logos, la intersubjetividad, el diálogo real, la pasión, la racionalidad son elementos necesarios para resistir esa invasión de lo tecnológico en el espacio del “mundo de la vida”. Nada no es ajeno a cuanto acontece en nuestro mundo.
Unos textos que dan que pensar y permiten reflexionar sobre lo que somos y sobre todo queremos ser. Una de las pistas que se remite y remite en sus reseñas es el saber leer. Puede parecer una obviedad, pero el tema no es menor. Leer es conectarse con el autor del texto, y si ese autor hace siglos que escribió, es evidente que no escribió para nosotros, sino para sus conciudadanos. Esa capacidad de conectarnos con el pasado, permite que ese pasado traspase la barrera del tiempo y se haga presente en nuestro presente. Los clásicos, son esos autores que nos hacen reflexionar sobre nuestro presente, por eso, nunca caducan. Platón se enfrenta a los sofistas, pero toda su obra es una grandiosa reflexión sobre nosotros mismos, por eso, su lectura, aún puede ayudarnos a pensar sobre temas que siguen aún en pie: la justicia, la bondad, el amor, el saber, las paradojas del lenguaje, la política, la demagogia, la tiranía, no buscamos soluciones en Platón, sino que a través de su lectura, nos da un punto de lucidez para solventar esas cuestiones que encadenan nuestras sociedades.
El libro le falta un índice analítico que resultaría muy útil, dada la cantidad de nombres y corrientes que se manejan. Esto no es culpa de Lledó, sino de la editorial.
Víctor Gómez Pin, El honor de los filósofos, Acantilado, 407, Barcelona, 2020, 598 pág.
El libro es un canto a los héroes –discretos- del pensamiento Occidental. Hombres y mujeres que ha pagado con su vida su derecho a ser coherentes con sus ideas. Un recorrido por buena parte de la historia de Europa desde Aristóteles, hasta Paul Ricoeur. No todos corrieron la misma (mala) suerte. El propio texto, divide en diferentes apartados, las situaciones a las que tuvieron que enfrentarse. Así, Ingratitud y repudio, El panteón y el cadalso, En efigie... y en presencia, “Pathei Mathos”, Una tragedia romana, “La filosofía conllevará de nuevo un riesgo”, En la catástrofe, Ciencia, escritura y tragedia, amén de un Epílogo: Sin libertad ni esperanza.
Libro singular, donde se desgrana el significado de dignidad y cómo cada hombre y mujer, ante situaciones límite, se ha enfrentado a su propio destino. El autor trata de ser empático con las circunstancias y peripecias vitales de cada uno de ellos, tratando de ilustrarnos ante los cursos de vida y sus sinuosas direcciones. Llama la atención, por normalizar un hecho que debería ser trivial, pero que no es. Me refiero a las diferentes heroínas que aparecen en el ensayo: Olympe de Gouges, Sophie de Grouchy, Teano, Hipatia, Émilie du Châtelet, Simone Weil, Porcia “Catonis”. Son muy pocas en comparación con el elenco masculino. Pero, desgraciadamente, la historiografía, muy en la línea de sus propios prejuicios, no fue capaz de vislumbrar las aportaciones de las mujeres. Pero, de esto no tiene la culpa Gómez Pin. En diferentes entregas resumiré lo dicho por el autor acerca de nuestras heroínas.
Lenguaje cuidado, combinación de obituario, anécdota y síntesis de ideas se despliegan en este gran fresco de la “humana condictio”, en la que todos los seres humanos estamos embarcados. No se trata de una historia de la filosofía circunscrita a los personajes que aparecen, es más bien una reivindicación de que el hecho de morir requiere de grandeza, como ya supo y subrayó magistralmente, Javier Gomá Lanzón en su Tetralogía de la ejemplaridad.
Libros como este de Víctor Gómez Pin, son un buen ejemplo de lo que debería ser una especie de propedéutica para la filosofía, está no es una preparación para la muerte como quería Platón en boca de Sócrates, sino una preparación para la vida.
“El verdadero inventó de Satanás -profetizaba Mairena- será la película sonora en qué las imágenes fotografiadas, no ya sólo se mueva sino que hablen, chillen y berreen como demonios dentro de una tinaja. El día en que es engendro se logre coincidirá con la extensión del empleo de los venenos insecticidas al aniquilamiento de la especie humana. Por una vez estuvo Mairena algo acertado en sus vaticinio; porqué la película sonora y el uso bélico de los gases deletéreos son realmente contemporáneos. Que sean dos fenómenos concomitantes, como efectos de una misma causa, es muy discutible. Sin embargo... (pág.2314)
“Al final sofistas, somos fieles en cierto modo al principio de Protágoras: El hombre es la medida de todas las cosas. Acaso diríamos mejor: el hombre es la medida que se mide así misma, un mediador entre inconmensurabilidades. Porqué lo específicamente humano, más que la medida, es el afán de medir. El hombre es el que todo lo mide, pobre hijo ciego del que todo lo ve, noble sombra del que todo lo sabe.” (pág.2114)
“Pero hablemos del Caos, señores, que es el tema de la elección de hoy. Mi maestro -habla siempre Mairena a sus alumnos- escribió un poema filosófico a la manera de los viejos Peri Phiseos [Sobre la naturaleza] helénicos que él llamó Cosmos, y cuyo primer canto, titulado El Caos, era la parte más inteligible de toda la obra. Allí venía decir, en substancia, que Dios no podía ser el creador del mundo, puesto que el mundo es un aspecto de la misma divinidad; que la verdadera creación divina fue la Nada, como ya había enseñado en otra ocasión. Pero que, no obstante, para aquellos que necesitan una exposición mitológica de las cosas divinas, él había imaginado el Génesis a su manera: “Dios no se tomó el trabajo de hacer nada, porque nada tenía que hacer antes de su creación definitiva. Lo que pasó, sencillamente, fue que Dios vio el Caos, lo encontró bien y dijo: “te llamaremos Mundo”. Eso fue todo*”. (pág.2105)