Byung-Chul Han, No-cosas. Quiebra del mundo de hoy. Trad. Joaquín Chamorro Mielke. Ed.Taurus, Madrid, 2021.
Una fotografía más de nuestra sociedad líquida que se expresa en el título de la obra No-Cosas. Han reivindica, especialmente, en el último apartado: Una digresión sobre la gramola (pág.107 y ss.) donde a raíz de una experiencia personal, reflexiona y desvela sus propias inquietudes y vivencias con relación a un objeto (Cosa) como la gramola o jukebox que se ha vuelto obsoleto en un mundo donde las cosas se baten en retirada, debido paradójicamente a la inflación de objetos de usar y tirar en la que estamos instalados. Reivindicar los objetos que nos atan a la tierra, a un espacio donde refugiarnos de la intemperie que provoca esa ola de las no-cosas, el orden virtual en el que la nueva economía nos quiere encerrar.
Gramola
Hace una apología de la materia y la tecnología contra Heidegger. Materializar el mundo es un imperativo político para Han en un mundo donde las cosas se transforman en materia de reciclaje, pensamos en Vinted y otras plataformas, no hay que llevar la ropa que has usado, a los más necesitados, recíclalo de tal manera que recuperes el dinero que gastaste en el artículo que no usas, he ahí la nueva máxima del neocapitalismo. Un espacio virtual, donde las prendas de vestir, pero también objetos que ya no utilizas son lanzados otra vez al mercado. Las no-cosas, solo tienen utilidad: un solo uso, además, los fabricantes se encargan de imposibilitar una vida útil más larga en todo lo que se fabrica.
Han sigue utilizando como voces autorizadas para dialogar con ellas, a Heidegger especialmente, pero no sólo. El texto sufre muchas veces de repeticiones, posiblemente, el mensaje queda claro, pero se hace reiterativo.
El capítulo central de la obra se titula: Vistas de las cosas (pág.63 y ss.) donde se hace un análisis muy interesante a partir de los dibujos animados de Mickey Mouse. Las cosas tenían vida, se enfrentaban, u oponían resistencia. Las cosas eran “lo otro”. Escuchar y oír lo que dicen las cosas es un paso necesario e imprescindible para abrirse a la experiencia de la alteridad. Como las cosas se han difuminado, debido al exceso de cosas, estas pierden consistencia, substancia. Lo que ahora se venera es lo virtual, lo que no se resiste. Hay un apartado donde se habla del smartphone (pág.33 y ss.) donde lo real es absorbido por lo virtual. No hay cosas, hay algoritmos, y estos no tienen alma, sólo calculan y cuentan. El Smartphone, es la llave mágica en un mundo sin magia. Por eso el smartphone está lleno de aplicaciones para solucionarnos la vida pero una vida virtual sin presencias reales, encerrados en un mundo en el que somos los indiscutidos reyes, pero aislados de los demás.
¿Cómo revertir esta tendencia? La respuesta de Han es modesta. Lo he indicado más arriba. Reivindicar lo necesario, hacer de los objetos parte de nosotros. Las cosas están a la mano, como dice Heidegger. Cuidarlos, atenderlo, en su uso cotidiano es hacer que exista una conexión, que en el actual momento histórico, parece una quimera. Establece una imagen que viene de muy lejos, la materia y la magia. Así como la conexión entre la magia y la felicidad, parece hoy desterrada de nuestro mundo lleno de algoritmos sin alma, y por tanto, sin felicidad. Ese mundo lleno de algoritmos, de información y cálculo, sólo ofrece la salida de la depresión, donde el peso del yo se hace insoportable, porque de alguna manera intuye que la salida de ese pozo solo se puede salir a través del trabajo de lo negativo: del otro, del esfuerzo por acallar los gritos que hemos acumulado, necesitamos distancia y silencio, para volver a rearmarnos y mirar a los otros a los ojos para oír sus voces, para hacer de este mundo un mundo humano y no de smarts (inteligentes) sin alma alguna.