¿Qué diferencia hay entre una selfie y una fotografía antigua*? Al hilo de las reflexiones de Roland Barthes, sobre la fotografía, dentro de un contexto de sociedad sólida (Z.Bauman), Byung-Chul Han, nos hace caer en la cuenta del abismo contextual en el que nos encontramos. En la fotografía analógica se plasma la “presencia” del retratado/a. En general, las fotografías de esa sociedad sólida, nos muestran poses para la posteridad. Un recuerdo de un momento irrepetible. Por eso, nos ponemos las mejores galas y tratamos de poner una cara digna. Así, por ejemplo, la fotografía de más arriba.
Lo real se transfiera a la fotografía. Sin embargo, en el actual contexto digital, la selfie, es el signo de estos tiempos líquidos (Z.Bauman). Lo característico de las selfie es su inmediatez. No se hace historia. Aquí y ahora se consume una instantánea que tiene como finalidad el olvido. El selfie es la representación de lo que denomina no-cosas. En la selfie, no se pone cara para pasar a la posteridad, sino que se posa burlándose de la eternidad. Las muecas, las expresiones exageradas, las payasadas son la moneda corriente. Entre la selfie y la fotografía analógica hay un puente, era el fotomatón. Allí, convive la payasada, la expresividad vacía, y la necesidad de pasar a la posteridad del DNI. La selfie no tiene vocación de memoria. Por eso, es necesario, renovar continuamente las poses, los gestos, las caras que se evaporan inmediatamente.
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