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dijous, 17 de juny del 2021
El CGPJ avala cualquier tipo de apología
dilluns, 25 de gener del 2021
Reseña: El perdedor radical (I)
Reseña:
Hans Magnus Enzensberger, El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror, Trad. Richard Gross, Colec. Argumentos, Anagrama, Barcelona, 2007.
Un texto breve (72 págs.) para una cuestión profunda y compleja. A pesar de ello, el texto no defrauda y si aporta algunas ideas dignas de resaltar. ¿Qué hace que una persona o un grupo de ellas, decida que la mejor manera de arreglar el mundo, es la destrucción de los otros y de paso de uno mismo?
La sociedad actual, inmersa en la globalización, genera un ejército de perdedores. Sin embargo, no todos ellos, llevan el nombre de título, perdedor radical. Así, puede decir: “Al fracasado le queda resignarse a su suerte y claudicar; a la víctima, reclamar satisfacción; al derrotado, prepararse para el asalto siguiente. El perdedor radical, por el contrario, se aparta de los demás, se vuelve invisible, cuida su quimera, concentra sus energías y espera su hora.” (pág.6)
Los caracteres del perdedor radical, residen, entre otras las siguientes: el ser un hombre, que hoy, ha perdido el trono absoluto de soberano, siente una herida profunda, que “a una mujer le resultaría más bien ajeno.” (pág.8).
El perdedor radical, necesita introyectar, su imposibilidad de triunfar, hasta que no alcanza ese sentimiento profundo, puede ser fracasado, o víctima, pero no es aún, perdedor radical. Éste necesita verificar que los demás si valen, y él no.
¿Cuándo el perdedor radical dice basta? Su capacidad para soportar la perdida, requiere que dicha perdida vaya aumentando continuamente. Después el detonante, puede ser cualquier cosa trivial que le pase. De ahí, la dificultad de comprender porqué de su conducta. Hace lo que hace, por ejemplo, matar a sus hijos y su mujer para después suicidarse, precisamente, porque las muertes provocadas por él, aceleran su propia muerte. ¿Cómo detectarlos? ¿Cómo chequear a los incontables perdedores radicales? El mundo en el que vivimos, una combinación de anomia y socialización virtual, genera y multiplica, la aparición del perdedor radical.
Siempre han existido perdedores radicales, porque la condición humana es imperfecta, sin embargo, el progreso social ha generado expectativas cada vez más elevadas. La propaganda nos pinta un mundo de lujo y confort, como jamás hubiésemos imaginado, pero, no todos alcanzan esos sueños publicitarios. Los males que el progreso elimina, hacen que los males que quedan –siempre quedarán- los hacen insoportables.
Cualquiera que pasa una mala racha, se contenta con pensar que siempre hay gente, que está peor que él, relativiza su situación, pero el perdedor radical, nunca mira a los que están peor, sino a los que están mejor, generando un mayor resentimiento. Como no busca la causa en sí mismo, necesita buscarla fuera de él. El mundo está lleno de candidatos.
Si el perdedor radical “no le sale al paso un programa ideológico, su proyección no encuentra ningún objetivo social; lo busca y lo halla en el entorno cercano: el superior injusto, la esposa indómita, los niños vociferantes, el vecino malévolo, el colega intrigante, la autoridad intransigente, el facultativo que le niega el certificado médico, el profesor que le pone malas notas.” (pág.14) ¿Qué pasa cuando el enemigo no tiene un rostro inmediato? La respuesta es: “No es difícil localizar a los poderes conminatorios que le tienen ojeriza. Se trata generalmente de los inmigrantes, servicios secretos, comunistas, norteamericanos, multinacionales, políticos, infieles. Y casi siempre de los judíos.”(pág.14)
El perdedor radical está encerrado en un “circulis vitiosus” (pág.14). Su propia herida y la proyección de los culpables de esa herida. “La única salida a su dilema es la fusión de destrucción y autodestrucción, de agresión y autoagresión.”(pág.15)
La autodestrucción parece contradictoria con la necesidad que experimenta el instinto de conservación. A pesar, del dictamen de Nietzsche: “«Los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de conservación es el instinto cardinal de un ser orgánico» «Los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de conservación es el instinto cardinal de un ser orgánico»” (pág.17). Freud, planteo su tesis del instinto de vida y de muerte (Eros y Tánatos), “puede haber situaciones en las que el ser humano prefiera un final terrible a un terror —sea real o imaginario— sin fin.” (pág.18).
Enzensberger, plantea la pregunta: “¿Y qué sucede cuando el perdedor radical supera su aislamiento, cuando se socializa y encuentra una patria de perdedores con cuya comprensión e incluso reconocimiento pueda contar, un colectivo de congéneres que le dé la bienvenida, que lo necesite?” (pág.19)
En ese entorno, “se forma una amalgama de deseo de muerte y delirio de grandeza, y de su falta de poder le redime un sentimiento de omnipotencia calamitoso.” (pág.19). Ilustra esta idea con el ascenso del nacionalsocialismo, con el Tratado de Versalles (1918) como motor del resentimiento y un chivo expiatorio: los judíos. La guerra imposible que entabló contra todos, buscaba más la derrota que la victoria. Hitler, prefería que el pueblo alemán sucumbiera, si no era capaz de vencer.
Una paradoja del mundo actual es que los Estados, a pesar de un inmenso poder destructor, se baten en retirada, cuando se siente amenazada por grupos terroristas. Esos terroristas son, hoy, el perdedor radical, agrupados en “colectivos de perdedores”. El número de siglas que se emplean son amplios, y de amplio espectro. Una característica es la utilización de palabras como liberación, democrático, popular, etc. Sin embargo, ese amplio grupo, que utilizaba tácticas de “guerrilla urbana”, no han sabido adaptarse al mundo globalizado. Como mucho, solo operan a escala local. Los únicos grupos capaces de operar a escala global, son los grupos islámicos.
dijous, 3 d’octubre del 2019
¡Mañana es hoy!
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Bruselas: Zona Cero
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Terror en Londres....
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El Estado enseña músculo
dimarts, 27 de desembre del 2011
Las torres del 11-S
La historia de esta tragedia empieza muy atrás en el tiempo. El libro con agilidad y amenidad desarrolla el “dramatis personae” de esta historia que jamás debiera haber ocurrido. Pero la historia tiene nombres propios: Sayyid Qutb, Ayman al-Zawahiri, Osama bin Laden, Arabia Saudí, Afganistán, Pakistán, Ocupación soviética en Afganistán, al-Qaeda (la base), Abdullah Azzam, Abu Hafs, Abu Ubaydagh, Abu Hayer, el doctor Fadl y Wa’el Yulaidan, junto con Bin Laden, se reunieron el 11 de agosto de 1988 para debatir el futuro de la yihad. La fundación de al-Qaeda se realizó el 20 de agosto.
Bin Laden y Zawahiri
El libro narra de manera magistral el recorrido vital de al-Zawahiri. Este médico egipcio que logró reclutar a “médicos, ingenieros y soldados. Estaban acostumbrados a trabajar en secreto. Muchos de ellos habían estado en la cárcel y ya habían pagado un elevado precio por sus ideas. Ellos serían lo que se convertirían en los jefes de al-Qaeda” (pág.165).
Bin Laden regresó a Arabia Saudí, y posteriormente se retiró al Sudán. El gobierno sudanés quería el dinero de Bin Laden y este ofreció generosamente su dinero. El libro narra el cambio de percepción de Bin Laden durante su estancia en Arabia Saudí y posteriormente en el Sudán. Bin Laden sentenció lo que parece una premoción: “Esas imponentes torres simbólicas que hablan de libertad, derechos humanos y humanidad” (pág.222). Hablaba de las torres gemelas. Lo que acabará odiando son estos logros de occidente y que en su visión eran incompatibles con el verdadero creyente musulmán. Hay que recordar que la familia Bin Laden se dedicaba a la construcción. El propio Bin Laden también se dedicó a la construcción. El libro reconstruye la vida privada de Bin Laden de forma ecuánime y medida.
Incomprensiblemente, Zawahiri apareció en EE.UU un mes después del atentado de Yusef. Estuvo en California recaudando dinero en diferentes mezquitas. La razones aducidas eran recaudar fondos para los niños heridos por bombas sembradas por los soviéticos. Nadie conocía en EE.UU su papel en el entramado de al-Qaeda.
Una anécdota cruel: El responsable del FBI en Nueva York, John O’Neill, intentó por todos los medios conseguir los expedientes que la CIA guardaba –no se sabe para qué-, y que hubiesen posibilitado investigar en EE.UU los miembros que subieron a los aviones suicidas. Durante más de un año la CIA sabía de la existencia de las células de al-Qaeda, mientras que el FBI carecía de esa información. O’Neill se labró enemigos de la misma manera que acumulaba amantes. O’Neill acabó dimitiendo del FBI y se incorporó el 11-S al World Trade Center como jefe de seguridad en edificio. Murió tratando de ayudar a las víctimas del atentado.
diumenge, 2 d’octubre del 2011
Debates interminables y delirios asesinos
diumenge, 24 de juliol del 2011
Tragedias globales
dissabte, 7 de maig del 2011
TPI 0 EE.UU 1
diumenge, 24 d’abril del 2011
Semana de pasión
dissabte, 12 de març del 2011
Miseria moral
La desunión es tal que ni las propias instituciones son capaces de establecer un acto unitario. Las tesis de la conspiración siguen vivas, mientras la extrema derecha siga agitando las ondas mediáticas que el PP concedió a los "amigos de viaje". Las ondas tóxicas seguirán produciendo su veneno para calmar el desasosiego que les produjo que la ciudadanía rechazará las mentiras del gobierno y su desvergonzada falta de reflejos para cambiar de opinión.