A una semana vista de las elecciones municipales, europeas y autonómicas, allí dónde se hace, la amalgama de partidos, es un hecho incontestable. El bipartidismo de la etapa de la transición se acabó. Ahora, los electores pueden escoger entre un abanico amplio de posibilidades, especialmente en las municipales.
Una característica de todas las elecciones, es la contumaz persistencia de los candidatos que nunca se rinden. Aspiran a ser reelegidos “in aeternum” (para siempre). Una de las tristes razones es que la profesionalización de la política, hace que más allá del cargo, no tienen, muchos, demasiadas posibilidades en el ámbito de la empresa privada o el ámbito público. Así que se aferran al cargo porque se juegan su propia supervivencia. Es verdad que los partidos políticos, recolocan a sus fieles servidores.
Adiós al bipartidismo, y hola la fragmentación del voto. Las apariciones de Podemos, Cs, ahora, tristemente, Vox, a nivel nacional hacen que la fragmentación suponga dificultades para gobernar, dado el escaso entrenamiento de los partidos políticos para los consensos, el diálogo y las transacciones. Hay que recordar que venimos de etapas donde las mayorías absolutas eran el pan nuestro, y cuando no, siempre iba bien la utilización de los partidos “periféricos”, ya fuera el PNB o CiU.
La transición, elevada a ejemplaridad política, finalizó con la aparición de Podemos, que rompió el bipartidismo, se profundizó en el desaguisado de la STC sobre el Estatut de Cataluña, que la ciudadanía votó, generando un abismo entre legalidad y legitimidad. La crisis del 2008 hizo trastocar todo lo conocido. La Comunidad Europea asumió un papel, de Consejo de Administración del Capital. El resultado fue la exclusión de la ciudadanía. El capitalismo global se hizo cargo de la situación vaciando de sentido la democracia. Un nuevo corte se hizo visible entre el norte y el sur. Grecia fue el chivo expiatorio. Un aviso de lo que podía pasar si los países no se plegaban al capital.
Desde el 2008 hasta el día de hoy, Europa, ha perdido el rumbo, debido a la propia imprevisión de la CE. La entrada sin control de los antiguos países del Este, ha generado turbulencias impredecibles. La aparición de los populismos y los extremismos de derecha, han colocado los estándares democráticos bajo niveles alarmantes de degradación. No se ha gestionado nada bien los grandes temas que tenemos por delante, el futuro no cuenta, solo cuenta el ahora. Así que no hay planes de futuro, condenándonos al seguidismo de las grandes potencias militares. Además el Brexit, no ayuda. Pero parece que este asunto, que la ciudadanía votó en referéndum, cuesta de desconectar. Desde el exterior, parece que el asunto está en que la ciudadanía no inglesa va a ser situada en posiciones subalternas. ¡Quieren todas las ventajas, pero no quieren cargar con el legado del pasado!
Si Europa se debate en su papel en un mundo multipolar, cada Estado tiene sus propios problemas. En el caso de España, su problema, al menos institucional es Cataluña, lo quiera o no. En Cataluña más importante que la proclamación de la República, el 27 de octubre de 2017, que quedó instantáneamente en suspenso, lo fue el 1-O de 2017.
El referéndum ha marcado y marcará a toda una generación de ciudadanos que fuimos a votar ese día. La legitimidad se ha roto. Me gustaría decir que “Os vaya bonito”, para dejarnos hacer. Cómo somos demócratas, queremos un referéndum para saber la opinión de la ciudadanía catalana. Si la mayoría no quiere la separación, la aceptaremos deportivamente, aunque fuera el 51%. Se llama mayoría. El Estado no quiere ni oír hablar de ello, pero no da ninguna alternativa, excepto, todos a la cárcel. El juicio en el TS es la representación de la ciudadanía. No pueden meter en la cárcel a dos millones de ciudadanos, quedaría feo, por eso, buscan el escarmiento. Después del 1-O ya no hay miedo. ¡Claro que las fuerzas independentistas, son torpes y mezquinas. Lo sabemos. Pero ¿qué hay en el otro lado? Sólo hay la Fiscalía que quería acusar a la ciudadanía de banda criminal a los dos millones que fuimos a votar.
Pedro Sánchez, podrá hacer malabarismos, es un experto, pero no es suficiente. La crisis del 2008 y la STC sobre el Estatut nos han hecho independentistas. ¿Por qué se extrañan?