diumenge, 28 de novembre del 2010

Papeletas electorales

Acabo de ir a votar. En otros tiempos, que parecen muy lejanos, no se podía ir . En democracia es un deber ciudadano, pero no una obligación. Porque en democracia nos merecemos lo que tenemos, entre otras razones porque hemos votados a nuestros representantes. El colegio electoral donde me toca votar es un pabellón deportivo, muchos metros cuadrados, cuatro meses electorales y mucho espacio. Me llama la atención la distribución de las papeletas electorales. No sé si hay alguna norma sobre la disposición de las papeletas, por ejemplo, colocarla en función de las últimas elecciones. En mi colegio electoral, la distribución era rara. ¿Hay criterios establecidos? ¿Lo comprueban los presidentes de las mesas electorales? Haía una montaña de papeletas. Un derroche democrático. He visto listas que no tienen ningún significado para mi. He visto nombres mediáticos en listas imposibles. Probablemente lo ideal sería que los electores pudiesemos escoger en listas abiertas. Uno no vota al cuarto de la lista electoral de un partido. Me dirán que se vota a unas siglas, pero eso sólo es una verdad a medias. Las fidelidades se pagan en los partidos apareciendo en el número siete o veinteseis. Es decir, aquel que puede salir elegido y aquél que no va a salir. De ahí las batallas partidistas.



Los partidos políticos les interesa las listas cerradas, pero los electores se sentirían más identificados por los nombres, con independencia del partido político. El día es frío y el sol es discreto. La democracia se fortaleza asistiendo a las urnas. Quienes salgan elegidos tienen por delante unos retos que van más allá de su capacidad para configurar las soluciones. La diferencia entre unos y otros está en sí son capaces de hacer visible los límites con lo que pueden maniobrar. En estas elecciones nadie ha querido reconocer que vivimos en la periferia. Que nuestros problemas -el paro, la desigualdad social, los problemas para llegar a final de mes, etc.,- no son exclusivos de Cataluña, y que las soluciones no pasan por la Generalitat, sino que se encuentran en otras latitudes más alejadas que Madrid. ¡Aún no se han dado cuenta!


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