El futuro y sus enemigo. Una defensa de la esperanza política, es el último libro de Daniel Innerarity que se ha publicado en Paidós. El libro es un intento de abordar algo tan elusivo como es el futuro. Formalmente contiene una introducción y ocho capítulos. Sin pretensión de reproducir el texto, si quisiera seguir el hilo que Innerarity dibuja en un territorio inexplorado e imprevisible.
Introducción. El futuro tomado en serio
Se parte de un hecho innegable en el ámbito antropológico, a saber, el ser humano es el único animal que es consciente de la existencia del futuro. Lo característico del futuro es precisamente su incerteza.
Denuncia el autor que nuestras sociedades están abrazadas "al presente inmediato" y que nuestra actitud frente al mañana es de "precaución e improvisación" y no de "esperanza y proyecto".
Su objetivo es contribuir a una "nueva teoría del tiempo social". Conecta la crisis de la política y un futuro incierto, se trataría recordando a M.Weber de gestionar el futuro y responsabilizarse de él. En eso consistía la política.
Afirma que "la tarea principal de la política democrática es la de establecer la mediación entre la herencia del pasado, las prioridades del presente y los desafíos del futuro". Nos dice que vivimos en la lógica del just in time y eso afecta a la lógica de los mercados y su tiempo vital que se agota en el corto plazo, los medios de comunicación y su lógica del especáctulo y la democracia que vive en los ciclos electorales.
Este presentismo o "miopía temporal" afecta a nuestra capacidad de proyectarnos hacia el futuro, "vivimos conforme a una lógica de la supervivencia y no de la esperanza". Si la política vive en esa miopía parece que el futuro ha sido colonizado por "las promesas tecnológicas o de las revisiones de crecimiento económico".
Señala quienes son los enemigos del futuro. Estos enemigos aparecen disfrazados de diferentes maneras: aquellos que quieren "neutralizar a toda costa su carácter abierto e imprevisible"; los que "lo conciben sin tomarse en serio su complejidad; "quienes lo planifican sin respetar su intransparencia"; quienes simplemente esperan su llegada como un "supuesto movimiento natural de las cosas".
Afirma la necesidad de una política que mire al futuro como su tarea fundamental, evitando "la acción se convierta en reacción insignificante" y que "el proyecto se degrade a idealismo utópico. Es decir, hay que evitar que nuestras acciones sean reactivas, es la política actual, simplemente se actúa cuando no hay más remedio, podemos encontrarnos que nuestras acciones sean insuficientes e ineficaces, también hemos de evitar que el futuro se proyecte sin posibilidad de realizarlo. Desgraciadamente, la historia nos ha enseñado a nuestra costa los desastres que conllevan esas utopías que se degradan en totalitarismos.