Capítulo 3
¿Cómo se conoce el futuro? Una
teoría de la prospectiva
La sociedades han aspirado
desde la antigüedad a conocer el futuro. Desde oráculos y profecías se ha
pasado a la “planificación y prospectiva”. Como dice Innerarity “la política
está obligada a ser una peculiar gestión de ese desconocimiento acerca de lo
que nos espera, sólo así acertará a descubrir sus verdaderas oportunidades de
intervención sobre los procesos sociales”. Desgraciadamente, la realidad
actual, parece ir en contra de lo deseable.
- De
la adivinación al conocimiento
“Hemos pasado de concebir el
futuro como lo completamente otro, a su moderna domesticación y al actual
reconocimiento de su intransparencia”.
La sociedades tradiciones intuían que el futuro estaba determinado,
mientras que las sociedades modernas se opusieron a esta idea en dos
vertientes:
1.- “contra la idea de que el
futuro sea una realidad que ya existe y
2.- contra la fatalidad de un
destino inexorable sobre el que no se pudiera intervenir”.
En la actualidad se entiende el
futuro como “una cadena compleja de acontecimientos de variada significación
que podemos anticipar únicamente por medio de indagaciones acerca de lo
verosímil y lo posible”. Precisamente, ese margen amplio de lo posible se llena
de toda clase de proyecciones “de esperanzas y miedos”.
- Necesidad
y límite de la prospectiva
Vivimos es sociedades altamente
complejas con interdependencias que no siempre somos conscientes de sus
dimensiones globales –crisis del 2007-, debida a “cambios acelerados en los
ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales”. Lo que en las sociedades
sólidas –Z.Baumann-, la idea de un futuro previsible lo atravesaba todo, hoy,
en las sociedades líquidas –Z.Baumann-, “la experiencia del pasado valen cada
vez menos a la hora de servir como indicación para la acción futura”.
Vivimos, pues, en la paradoja
que consiste en necesitar urgentemente lo que nos espera el futuro y la
dificultad de adquirir ese conocimiento.
De ahí “la justificación de la prospectiva”.
Esta prospectiva choca con el movimiento
acelerado de nuestras sociedades y además se ve modulada por la
“imprevisibilidad de los movimientos iniciados”. Todas estas dificultades
explican la nula posibilidad de predecir la próxima burbuja tecnológica o
crisis financiara.
- ¿Qué
se conoce cuando se conoce el futuro?
Innerarity define la
prospectiva “como el intento de conocer, identificar y valorar las tendencias
sociales”. Se plantea el problema aparentemente trivial que consiste en
determinar cuándo estamos delante de una novedad. ¿Cómo reconocer lo que no
conocemos? Construimos conceptos a partir de la conocido, pero ¿cómo construir
nuevos conceptos de lo que no sabemos? Como dice Innerarity estamos atrapados
en un dilema: “Se trata de conocer lo relativamente nuevo, en la medida en que
lo nuevo consiste en que algo conocido es puesto en un contexto inédito y
experimenta una nueva valoración”.
Toda prospectiva lleva consigo
tres elementos: “identificación de lo nuevo, observación del presente y
orientación hacia la acción”. Por ejemplo, los nuevos movimientos sociales
expresan el malestar de nuestras sociedades, los partidos políticos de antaño
eran los encargados de ser los altavoces de la sociedades, pero éstos se han
convertido en rémoras del pasado, la observación del presente se hace cada vez
más compleja, por las interdependencias y derivas imprevisibles de las
sociedades actuales, por ello resulta chocante que esos movimientos sociales
cuando expresan su descontento lo hagan en clave del pasado, por decirlo así,
esos movimientos son resultado de esas nuevas mutaciones sociales, pero estos
mismos movimientos no se reconocen como elementos de la nueva mutación. Por
último, la orientación hacia la acción, la característica de esos movimientos
en su intento de hacer, por ejemplo, el movimiento contra las hipotecas, que ha
hecho infinitamente más que cualquier grupo política ha hecho en estos últimos
treinta años. Sin embargo, en un entorno global, estas acciones son tan locales
que están condenadas a una efectividad limitada. Se requiere de algo más.
Hemos pasado de una sociedad
sólida que asumía un cierto determinismo en la configuración del futuro, a una
sociedad líquida basada en la “incertidumbre” propias de “los sistemas
complejos”.
El futuro es aquello que no
sabemos que será, porque la configuración de lo que será está por venir, es
decir, no sabemos cómo acabará de configurarse ese futuro. Innerarity introduce
un elemento fundamental, el futuro que es contingente, abre la posibilidad de “oportunidades”
–la expresión parece hacer referencia a las técnicas de marketing, es decir,
las rebajas-, requiere de “obligaciones y responsabilidades”.
La aparición de obligaciones y
responsabilidades requiere en ese entorno de incertidumbre la acción de la
política.
- ¿Adaptación
o configuración?
Una característica de los
tiempos actuales es la falta de anticipación respecto a los problemas de
nuestra sociedad. Esto lleva a ir
siempre a remolque del presente, todo se convierte en solucionar el aquí y
ahora, puesto, que el mañana no existe. La política en esta situación se
convierte en reactiva o “reparador de daños”, que normalmente ella misma ha
provocado. Se actúa a golpe de titulares de prensa, es decir, se actúa siempre
después de lo que ha sucedido.
Los partidos políticos parecen
conformarse con ir adaptándonos a los nuevos tiempos, puesto, que la acción
política no está en condiciones de liderar una nueva configuración del futuro,
por eso se contenta que reaccionar ante lo ya hecho. Por ejemplo, cuando ya ha
estallado la crisis financiera.
Innerarity cita a H.Arendt en
relación a la superioridad –moral- de las sociedades cuando tienen un proyecto común.
Como dice Innerarity “presupone una visión optimista de la realidad social y de
nuestras capacidades de combatir el destino que ahora se presenta con diversos
ropajes: como aceptación sin crítica de lo que hay”, es la tesis de lo que se
denomina pensamiento único, “como pasividad reactiva que sólo se pone en marcha
en el registro de la urgencia” y ,por tanto, sin proyecto de futuro; y “como
declaración de que otro mundo es posible y para lograrlo bastaría con recurrir
a los procedimientos tradicionales”, es decir, la crítica a los críticos que
siguen anclados en esquemas que ya se han vuelto obsoletos.
Bibliografía:
Daniel Innerarity: El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política. Paídós Estado y sociedad 165, ed.Paidós, Barcelona 2009.