La revuelta populista*
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divendres, 14 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (y VIII)
dijous, 13 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (VII)
El mérito tecnocrático y el juicio moral*
Sandel hace un repaso histórico del mérito tecnocrático. Desde Platón, la idea que el que sabe debe gobernar ha marcado el imaginario político. Aristóteles le añade la idea de la sabiduría práctica –phronesis- aquella que permite utilizar el criterio del justo medio -moderación-, expresión de la virtud política.
“Los fundadores de la república estadounidense se autoproclamaron “hombres de mérito” y esperaban que, en lo sucesivo, fueran personas virtuosas y cultas como ellos las elegidas para los cargos políticos. Se oponían a la aristocracia hereditaria, pero tampoco sentían aprecio por la democracia directa, que temían que llevara al poder a demagogos.” (pág.41) Quien expreso mejor la idea de la meritocracia fue Thomas Jefferson: “La mejor forma de gobierno –escribió- [es aquella que favorece] una selección pura de estos áristoi [mejores] naturales para los cargos del Estado.” (pág.41)
La diversidad de caras de la meritocracia tiene en común asociar la idea de los aristois (los mejores) con la idea de virtud. Esto supone que los ciudadanos deben ser educados para adquirir esa virtud. Al decir de Sandel esa conexión entre mérito y virtud se ha cortado en “nuestra versión tecnocrática de la meritocracia” (pág.41). Ahora, los tecnócratas, miden la economía por el PIB desatendiendo a los ciudadanos que son medidos por su valor de mercado. En el ámbito político, los expertos son elevados a la condición de oráculos infalibles en la resolución de los problemas de nuestra sociedad. En proceso tecnocrático, erosiona el significado del bien común y por extensión al propio sistema democrático. El propio Sandel hace una crítica generalizada a este ascenso de los expertos en el orden político. “Durante las últimas cuatro décadas, las élites meritocráticas no han realizado una labor de gobierno demasiado buena, que digamos.” (pág.42). Hace un repaso urgente sobre los desvaríos de esa élite: “salarios estancados, desigualdad de renta y riqueza, la guerra de Irak, Afganistán, desregulación financiera, crisis financiera de 2008, deterioro de las infraestructuras públicas, la mayor tasa de población reclusa del mundo, así como un sistema de financiación de las campañas de los candidatos y de manipulación de las circunscripciones para las elecciones al Congreso que representa una parodia de la democracia” (pág.42).
Si la gestión de los expertos ha sido catastrófica, ha tenido otro efecto de mayor calado, pues, ha socavado la propia idea del bien común, pues, al reducirlo todos al orden económico, ha vaciado de significación la idea de solidaridad y fraternidad. Vivimos en un entorno hostil, pues, no vemos a nuestros amigos, sino a nuestros competidores. Destruir a nuestros competidores se ha vuelto un objetivo que el neocapitalismo financiero-global ha grabado en los corazones de la ciudadanía, las armas pueden ser sutiles pero cumplen a la perfección la idea de exclusión: ahora son elevados a categoría de modelo a los profesionales con currículos deslumbrantes, con títulos de prestigio en las universidades exclusivas y han menospreciado a los que en esa carrera hacia la cima se han quedado atrás. Según el modelo en vigor, los que están en la cima, es producto de su esfuerzo y talento, los que no han llegado, es porque no se lo han propuesto y por tanto, merecen lo que les llegue a pasar. Es el nuevo neodarwinismo social. El hipermillonario sería el mejor adaptado en la nueva situación de la era de la globalización y la información.
dilluns, 10 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (V)
La ética meritocrática
Sandel afirma contundente lo siguiente: “el problema es que es dudoso que una meritocracia, ni siquiera una perfecta, pueda ser satisfactoria ni moral ni políticamente” (pág.36).
El lado oscuro de la meritocracia se cierne sobre la idea del ascenso social gracias al talento y al esfuerzo. La desproporción entre los ganadores y perdedores es tal que hay que plantearse realmente si ese talento que es producto del azar, permite alzarse frente al resto de los posibles competidores. ¿Qué sucede a quien no tiene esas dotes naturales excepcionales, o que por mala suerte, carece de facultades maravillosas? Siempre habrá gente mejor que uno, es una de las lecciones que vas aprendiendo a lo largo de la vida. La meritocracia premia a personas que en la lotería natural de la vida salen con ventajas que el trabajo y la suerte se encargarán de reforzar. Esto puede provocar soberbia entre los ganadores, y resentimiento falta de autoestima en los perdedores. Creer que alguien se merece los triunfos es algo que puede parecernos natural, pero se esconde un prejuicio sordo: los que están abajo es porque en el fondo se merecen el lugar donde están.
Esta tendencia a suponer que los de arriba están bendecidos supone cortar amarras con el destino de los menos afortunados. Los lazos de solidaridad se disuelven en la euforia de pensar que tu destino es ser grande. En palabras de Sandel: “Deja escaso margen a la solidaridad que puede surgir cuando reflexionamos sobre la naturaleza azarosa de nuestras aptitudes y fortunas. Eso es lo que hace que el mérito sea una especie de tiranía o de gobierno injusto.” (pág.37-8)
divendres, 7 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (IV)
La retórica del ascenso social
dijous, 6 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (III)
La tecnocracia y la globalización favorable al mercado*.
La incomprensión de las elites ante los embates populistas se debe al decir de Sandel por su forma de concebir el bien público en clave tecnocrática y por el modo meritocrático de concebir a los ganadores y perdedores de la globalización (pág.30).
El modelo tecnocrático de abordar la política supone la idea de ir más allá de la ideología, pero ella misma se convierte en ideología que pretende ser neutra. Además, pretende suplantar el debate político por el debate entre expertos alejando a los ciudadanos de la toma de decisiones. Este modelo tecnocrático, suponía la infalibilidad de los mercados, pero la crisis del 2007 supuso su descrédito ante unos ciudadanos que han visto perder su dinero y sus empleos. El modelo tecnocrático, incorpora una visión global que hace que la inmensa mayoría de la población pierda capacidad de decisión y sienta la frustración de decisiones que son tomadas sin consultarles sobre las consecuencias de tales decisiones.
La absorción del mercado en el ámbito de la política, ha dejado a la izquierda huérfano de sus referencias clásicas. La distancia entre la clase obrera y clases medias, más allá de la retórica vacía, ha vaciado de credibilidad a los potenciales electores que ven como sus antiguos puntos de referencia han desaparecido y son correas de transmisión de los poderes económicos que dominan todas las esferas. La globalización suponía poner al mercado por encima de la política y permitía sacrificar al electorado tradicional de la izquierda en ara de un supuesto beneficio a escala global.
Una característica común a Clinton, Obama y Blair fue su papel para salvaguardar la globalización y desregularizar los mercados. La consecuencia de esta política ha sido la desafección de los antiguos votantes de la izquierda. Como dice Sandel: “Si quieren tener alguna esperanza de volver a ganarse el apoyo popular, estos partidos necesitan reconsiderar su actual estilo de gobierno tecnocrático y orientado al mercado. (…) Deben preguntarse por qué quienes no han prosperado en la nueva economía tienen la impresión de que los ganadores los desprecian.” (pág.33)
dimarts, 4 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (II)
Reseña*:
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Ganadores y perdedores
"Corren tiempos peligrosos para la democracia. Puede apreciarse dicha amenaza en el crecimiento de la xenofobia y del apoyo popular a figuras autocráticas que ponen a prueba los límites de las normas democráticas" (pág.27) Así empieza dicho capítulo Sandel. Éste se pregunta por la falta de cintura de los partidos tradicionales que no son capaces de comprender lo que está sucediendo. Las clásicas respuestas a estos fenómenos sea política o económica, falta una dimensión que se ha perdido y es la falta de empatía de las clases desfavorecidas por la globalización, y que se expresa en una “sensación de desamparo” (pág.27).
La victoria electoral de Donald Trump cogió a buena parte de los analistas políticos con el pie cambiado. Se supieron ver ni leer lo que significa dicha victoria. Trump “supo explotar un abundante manantial de ansiedades, frustraciones y agravios legítimos a los que los partidos tradicionales no han sabido dar una respuesta convincente. Parecida dificultad afronta las democracias europeas.” (pág.28)
Diagnosis del descontento populista
Según el establishment el desasosiego de las clases populares, tiene dos ejes principales: El rechazo a la diversidad, sea racial, de género, se sustenta en la falsa idea que esas clases populares están perdiendo su posición en la escala social. Se sienten discriminados y apelan al nativismo, la misoginia y el racismo (pág.29).
El segundo eje, de desconcierto social se debe a la globalización y la tecnología (pág.29), que deja fuera de juego a una parte significativa de la sociedad. Los esquemas tradicionales se han vuelto obsoletos antes los cambios vertiginosos de los últimos treinta años.
Sandel afirma que “cada uno de estos diagnósticos contiene una parte de verdad, pero ninguno de ellos hace verdadera justicia al populismo” (pág.29). En el fondo, dice Sandel los reproches de las clases dirigentes a la población que sufre estos procesos no son más que una manera de externalizar su responsabilidad trasladándola a la sociedad. Dice Sendel: “No ve que las turbulencias que ahora estamos presenciando son una respuesta política a un fracaso igualmente político de proporciones históricas.” (pág.30)
Durante estas últimas décadas las clases dirigentes, ha enfatizado hasta la saciedad que el mercado era la respuesta para todos los retos, silenciando que esta afirmación no era más que una opción política. La crisis del 2007 demostró que los mercados no son capaces de auto regularse y fue el Estado –vía presupuestos- que tuvo que salvar a las entidades financieras que olvidaron la existencia de límites y que fue la propia sociedad que se hizo cargo de la deuda de esas entidades. Los beneficios siempre fueron a las elites, mientras que cuando todo se vino abajo, las pérdidas fueron a parar a la sociedad.
dissabte, 1 de juliol del 2023
Reseña: La tiranía del mérito (I)
Reseña:
Michael J.Sandel. La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? Trad. Albino Santos Mosquera. Ensayo Actualidad. Debolsillo. Barcelona, 2023.
Este libro intenta aportar claves para entender lo que sucede en el mundo de las fake news, donde triunfan los populismos, especialmente, los de derechas. Según nuestro autor, la meritocracia ha socavado a las democracias, al desentenderse de la suerte de los que han perdido con la globalización.
Durante la etapa de las sociedades sólidas, la meritocracia fue el ascensor social. La educación era el factor diferencial que permitía ascender en la escala social. Sin embargo, con el auge del neocapitalismo iniciado por Reagan y Thatcher, el aumento de las desigualdades sociales, ha sido constante en nuestras sociedades.
El libro se centra especialmente en EEUU. La meritocracia se veía como un regalo de Dios. Una providencia permitía ascender por derecho propio hasta la cima social. Los nuevos ricos eran bendecidos, mientras que los que se hundían eran vistos como culpables de su propio infortunio. El subtítulo del texto deja claro la consecuencia de este proceso. La desaparición de la “sociedad”, y el ascenso del individuo como “empresario de nuestra propia vida” (Byung-Chul Han) ha eclipsado la idea de bien común. Un neodarwinismo social se ha vuelto a instalar entre las élites que se consideran a sí mismas protagonistas y hacedores de su propio ascenso social.
El Estado tiene como misión, favorecer la igualdad de oportunidades. Y, dejar hacer al mercado el resto. La consecuencia ha sido que las elites han sido las grandes beneficiadas de la globalización. El lado oscuro como denomina Sandel a la meritocracia ha generado un resentimiento sordo contra esas elites. Los perdedores quieren una parte del pastel. Es en está situación donde los populismos de derechas, han sabido captar el descontento de las clases perdedoras. La retórica del trabajo duro y su recompensa ha dejado de funcionar. No hay ascenso social. Está falta de perspectiva de futuro es la que crea el caldo de cultivo ideal para que personaje del calibre de Donald Trump puedan ascender hasta la Casa Blanca.