La muerte de Heribert Barrera (1914-2011) nos recuerda que no podemos vivir eternamente. Su trayectoria está marcada por la decisión que llevo a Jordi Pujol al poder en 1980. Su devoción nacionalista fue más fuerte que su adscripción de izquierdas. Su decisión posibilitó el reinado absoluto de Pujol y del pujolismo durante dos décadas. Posteriormente el electorado de ERC castigo al partido de HB.
Uno de sus triunfos fue el rechazo a la CE de 1978. Seguramente muchos, entre los que me incluyo, nos pareció poca cosa. Sin embargo, con todos los defectos, ha sido un excelente instrumento político. Su capacidad de integración de la sociedad y la modernización de la vida española en estos más de treinta años hacen de ella un buen motivo para sentirse medianamente satisfecho.
HB defendía una mística de Cataluña según la cual, Cataluña es mucho más que los habitantes que la conforman. Por eso su preocupación por la inmigración resultaba llamativa. Prefería una Cataluña virgen -vacía- que una Cataluña poblada por ciudadanos de múltiples orígenes y creencias.
HB que vivió el espanto de la Guerra Civil no lo pareció que la CE fue un buen antídoto contra el fanatismo y el dogmatismo, lo que demuestra su ceguera política y, no es el único. No sé si HB ahorró una moneda para dársela a Caronte para llevarle al otro lado. Sería gracioso que HB fuese de aquellos que por ahorrarse la moneda quisiera ir a nado hasta la orilla, eso sí sería ¡genio y figura!
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