La Academia sueca ha concedido a Mario Vargas LLosa el nobel de Literatura. ¡Ya era hora! Con una trayectoria extensa e intensa, por fin se le ha reconocido su capacidad para inventar y reinventar la realidad a través de sus novelas. En mi caso particular, la lectura de su novela "La guerra del fin del mundo", supuso un extraordinario impacto literario. Es una historia total sobre la lucha por la supervivencia, por la libertad, por la amistad. A partir de ese momento reconocí a un escritor de primera categoría. Después, las siguientes novelas, vinieron a confirmar esa honda impresión que me causó "La guerra....". Novelas como "La tía Julia y el escribidor", "Lituma en los Andes", "La fiesta del chivo", "Travesuras de la niña mala", son novelas que confirman su capacidad para fabular y describir situaciones límite. Junto a su vertiente literaria no puede obviarse su faceta de polemista y político. Su ensayos y artículos periodísticos avalan una trayectoria que tiene como eje central la libertad. Curiosamente, una parte de la "izquierda" mira por encima del hombro al galardonado por sus "veleidades" liberales. Sin embargo si alguien lee, por ejemplo, "El lenguaje de la pasión" se dará cuenta que encorsetarlo en un rotulo es tarea inútil. Vargas Llosa se le reprocha su liberalismo político. ¿Acaso alguien hace algo diferente en los tiempos que corren?
El premio nobel de la paz que se concede en Noruega se le ha otorgado este año el premio al activista pro derechos humanos Liu Xiaobo. El gobierno chino ha desplegado sus largos brazos propagandísticos para minimizar el impacto. Llama la atención el silencio vergonzante de los paladines de los derechos humanos. Sólo cuando el gobierno estadounidense se ha felicitado por el galardón, lo demás países han podido respirar tranquilos. España ha hecho el papelón que le corresponde dada su situación. El gobierno español ha intentado que China compre deuda española, y ha debido pensar que no era un buen momento para criticar la política dictatorial china, y a su vez, pedir apoyo financiero. China es el paraíso del capitalismo. La razón es bien sencilla, allí gobierna una dictadura que controla todos los resortes de la vida política y económica. Resulta llamativo que un estado que ha logrado convertirse en la segunda potencia del mundo, sea incapaz de resistir la crítica que desde sectores sociales lanzan contra las políticas del gobierno chino. Su intolerancia expresa su condición totalitaria. Su control de los medios, su capacidad para reprimir cualquier atisbo de descontento, y un régimen penal desorbitado, hacen de China un gigante que es incapaz de gestionar la crítica. La inexistencia de oposición -Lius Xiaobo cumple condena de 11 años por su activismo político- hace extraordinariamente difícil la creación de una oposición al régimen. Los beneficios económicos, la mano de obra barata y dócil, hacen de China el paraíso de la globalización. Histerismo gubernamental chino y nervios en las cancillerías de los países que dan lecciones de democracia y derechos humanos. Es evidente que si importa el tamaño. Somos serviciales con los gigantes y mezquinos con los pequeños. Cuba, Corea del Norte o Irán, deben de ver con envidia como los chinos pueden saltarse los derechos humanos, mientras que ellos deben soportar las airadas descalificaciones de los mismos que ahora están mudos. A todo esto, muy probablemente, Liu Xiaobo, aún no sepa que ha recibido el premio nobel de la paz.
El premio nobel de la paz que se concede en Noruega se le ha otorgado este año el premio al activista pro derechos humanos Liu Xiaobo. El gobierno chino ha desplegado sus largos brazos propagandísticos para minimizar el impacto. Llama la atención el silencio vergonzante de los paladines de los derechos humanos. Sólo cuando el gobierno estadounidense se ha felicitado por el galardón, lo demás países han podido respirar tranquilos. España ha hecho el papelón que le corresponde dada su situación. El gobierno español ha intentado que China compre deuda española, y ha debido pensar que no era un buen momento para criticar la política dictatorial china, y a su vez, pedir apoyo financiero. China es el paraíso del capitalismo. La razón es bien sencilla, allí gobierna una dictadura que controla todos los resortes de la vida política y económica. Resulta llamativo que un estado que ha logrado convertirse en la segunda potencia del mundo, sea incapaz de resistir la crítica que desde sectores sociales lanzan contra las políticas del gobierno chino. Su intolerancia expresa su condición totalitaria. Su control de los medios, su capacidad para reprimir cualquier atisbo de descontento, y un régimen penal desorbitado, hacen de China un gigante que es incapaz de gestionar la crítica. La inexistencia de oposición -Lius Xiaobo cumple condena de 11 años por su activismo político- hace extraordinariamente difícil la creación de una oposición al régimen. Los beneficios económicos, la mano de obra barata y dócil, hacen de China el paraíso de la globalización. Histerismo gubernamental chino y nervios en las cancillerías de los países que dan lecciones de democracia y derechos humanos. Es evidente que si importa el tamaño. Somos serviciales con los gigantes y mezquinos con los pequeños. Cuba, Corea del Norte o Irán, deben de ver con envidia como los chinos pueden saltarse los derechos humanos, mientras que ellos deben soportar las airadas descalificaciones de los mismos que ahora están mudos. A todo esto, muy probablemente, Liu Xiaobo, aún no sepa que ha recibido el premio nobel de la paz.