Son las 18.40h en el hotel, un respiro después de toda una jornada maratoniana. Desayuno asequible junto al hotel en un local llamado Bistro, en la calle 51. El local es moderno, un self service en el que hay casi de todo. Un grupo de gente joven prepara toda una amplia gama de comida para poder llevar y comer. Los jóvenes eran hispanos, excepto la cajera que era de origen asiático. Todos muy eficientes y rápidos. El precio es asequible y estaba comible lo que no es poco.
La actividad principal del día se llama “Contrastes de NY”. Un autocar grande nos ha recogido a las 8h para hacer el tour turístico por algunos distritos de NY. El autocar iba lleno. Nuestro cicerone era de origen puertorriqueño, hablaba rápido y a veces se hacía repetitivo, pero dominaba el asunto. Nos hemos dirigido hacia el sur del Bronx. En esta zona, al sur de esta ciudad dentro de NY se haya ubicado el nuevo estadio de los Yankees de NY. Esta construcción ha revitalizado una zona problemática. Alrededor de esta instalación hay una parada de metro y un nuevo McDonal´s. Después nos han paseado por esta zona del Bronx donde el barrio muestra la cara menos fotogénica y desastrada de NY. Nos han explicado que cada zona tenía unas pintadas de diferentes colores que se corresponden a los diferentes territorios de las bandas. Nos ha contado que los graffiti había de diferentes tipos: recordatorios, que estaban tolerados, indicaban, por ejemplo, que allí había muerto un joven. Mientras que otros, de tipo ofensivo, estaban destinados a ser cubiertos por pintura. Hemos pasado por la comisaría del distrito 17, donde se rodó la película de P.Newman, “Fort Apache, the Bronx” (1981). Al lado, un antiguo edificio de los juzgados, está a la venta, como recordatorio de un clima que ya es del pasado, pues, como nos explico nuestro cicerone, el alcalde R.Giuliani (1994-2001) y sus políticas de tolerancia cero a la criminalidad, logro reducirla de forma drástica. Nos explico, asimismo, que aunque no hubiera presencia policial, estaba presente mediante un complejo sistema de cámaras de vídeovigilancia en todas las avenidas y calles importantes, monitorizadas desde algunos pisos estratégicamente situados, personándose inmediatamente en cosa necesario.
Nueva York, está dividida en cinco distritos: Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens y State Island. Según nos explico nuestro cicerone, State Island, es una ciudad dormitorio, sin ningún interés. La siguiente parada era Queens. Nos han paseado por la zona de casas unifamiliares solo para blancos, todas ellas hechas de madera. Mientras que cuando compramos una casa, compramos también el terreno, en la ciudad de NY, el terreno es propiedad del Ayuntamiento. Mientras nos paseábamos por sus calles, no se veía a nadie. Ningún movimiento, ni niños, ni nada de nada. Un lugar fantasma. Una cosa que llamaba la atención, eran los cuidadísimos jardines que son mimados por brigadas de jardineros de origen hispano, y por otro, la inexistencia de rejas o vallas de seguridad. Es cierto que tienen su propia seguridad y que nadie que no sea del entorno es bienvenido. Muchas de esas casas, cuyos tejados son de papel de fumar, tocan al mar y disponen de embarcadero propio. Como contraste nos hemos trasladado a la zona donde viven los hispanos. El contraste entre las anteriores residencias y las que van apareciendo se hace evidente. Nos explico que muchos de estos hispanos apenas saben inglés a pesar del tiempo que llevan a NY. Algunos jamás se alejan del distrito en el que se sienten seguros. Este proceso endogámico, genera dificultades de adaptación, especialmente, en la posibilidad de encontrar trabajos.
Nos ha llevado a una avenida llena de colorido y sabor hispano. Nos hemos parado junto a local llamado “Cosita rica”. La calle corre en paralelo a la Avenida F.D.Roosevelt y a la línea de metro 7. La línea de metro está encima de la Avenida. Multitud de pequeños negocios pueblan la Avenida llena de colorido y vida. Nos tomamos un zumo de mango que estaba “rico” y unas tortitas que aún no sé que eran, tal vez de mango, que eran pesadísimas de digerir. Del barrio latino nos hemos dirigimo a la siguiente estación. Nunca la distancia es tan profunda como nuestras propias costumbres y creencias.
La siguiente era el distrito de Brooklyn. Lo que buscábamos era el barrio de los judíos ortodoxos. En los barrios de Flabush y Midwood, se halla la mayor comunidad del mundo de judíos ortodoxos fuera de Israel.
Nos ha explicado sus costumbres y sus reglas y preceptos. No sé si su explicación era meramente informativa o había prejuicios, pero en todo caso, nos ha explicado algunas costumbres de las cuales no había reparado. Hay que decir que el pueblo judío es diverso. Nos explico que las mujeres casadas –judíos ortodoxos-, se rapan el pelo como símbolo de pureza. Llevan un pañuelo en la cabeza o bien pelucas cuando salen a la calle, todas las que vimos llevaban pelucas del mismo tipo. Contrasta esto con el cabello y las barbas de ellos. El barrio que vimos en Brooklyn era deprimente. Se veían a judíos ortodoxos con teléfonos móviles, nos dijo nuestro cicerone, que en general, en sus casas no hay nada de las comodidades que poseemos los demás. Las mujeres casadas no pueden trabajar, pues, están al cuidado de los hijos. Las niñas, nos dijo, a partir de un cierto nivel escolar dejan de ir a la escuela, mientras que los chicos son el tesoro de las familias, los padres de las hijas tienen que pagar una dote a los padres del novio. Los matrimonios se hacen través de las familias. Nos hizo una comparación con los gitanos. ¡Viva la antropología!
No sé como explicar la sensación desde nuestra pecera –el autobús- acerca de lo que nos dijo. Las calles por las que circulaba nuestro autobús no hacían pensar en una comunidad muy prospera, pero, las apariencias engañan. Las viviendas estaban deterioradas, pero no vimos más que algunas manzanas de viviendas y la zona es mucho más grande de lo que nos enseñó. Salimos de allí, felicitándonos de no ser como ellos. Sabiendo lo que les pasó en el pasado, deben pensar que mejor solos que mal acompañados.
Después de esa descripción poco atractiva de las costumbres (mitzvá), nos dirigimos hacia el famoso puente de Brooklyn. Algunos de nuestros compañeros ocasionales del autobús se han bajado para atravesar el puente a pie. Nosotros no lo hemos hecho, porque el día era brumoso y la visibilidad era mala, el bochorno era intenso. Nos han llevado al final del trayecto que era en Canal Street.
De nuevo en Manhattan, Canal Street está en la zona de Chinatown. Al salir del autobús el bochorno se ha hecho presente de inmediato eran las 13h. Hemos visto una multitud de negocios dedicados a las joyas, muchísima gente de origen asiático. Como lo que hemos visto no parecía nada atractivo, nos hemos internado hacia lo que se denomina Little Italy, a través de la calle Mulberry Street. La calle es simplemente una cadena de restaurantes con disfraz italiano. Hemos buscado un restaurante y el que nos ha parecido más adecuado hemos entrado al final en el Café Napoli, junto a la calle Hester. Había menú, pero al final, con los extras, ha salido por el precio estándar.
Después hemos cogido la línea 6 hasta la calle 86 para ir al Guggenheim. La distancia era enorme. Y cuando hemos llegado y visto el singular edificio, ¡resulta que estaba cerrado! No nos habíamos enterado que ese día justamente cierran. Hemos caminado por la 5ª Avenida que llaman en esta zona la Museum Mile, para alcanzar el Museo Metropolitano. Eran las 15.30h Hacía calor y hemos decidido entrar a pesar que cerraban a las 17.30h. Tiempo insuficiente, pero al menos era algo. Hay que decir que los espacios son luminosos y espectaculares. La sala del antiguo egipcio es impresionante. ¡La arqueología es otra palabra para decir saqueo! Hemos visto un sinfín de cuadros de todo tipo y épocas. La historia del arte exhibida en un recinto cerrado, eso es un museo. Los tesoros de la creatividad humana expuestos para la mirada ávida de los turistas. Ni que decir tiene que todos, además de ver con nuestros ojos remachábamos la jugada con el vídeo o la digital. ¡Hay de los derechos de autor! A las 17.15h han empezado a invitarnos a desalojar el recinto. El tiempo ha pasado volando. Hemos comprado algunas postales y posters. Después a la calle. Y allí nos esperaba el calor. Hemos vuelto a coger el metro y su línea 6 hasta dejarnos cerca de nuestro hotel. Hemos podido recuperarnos del calor y después hemos ido a cenar. Hay infinidad de restaurantes, pero nosotros hemos elegido uno que ya habíamos estado. Aquí, la opción era sencilla. Como en todos estos restaurantes tienen lo mismo, la opción a elegir consiste en que esté cerca del hotel y se coma pasablemente. Así que nos fuimos al Ashtons Alley. He cenado estupendamente. Las cervezas, marca Adams, estaban bien frías. Después hemos hechos fotografías nocturnas. Ahora son las 10.25h en la televisión de nuestra habitación, sólo dan anuncios. Oír hablar a la gente y no entenderlos resulta frustrante. Mañana nos espera otra maratón……