¡Qué enciendan las luces, la fiesta se ha acabado! Eso es lo que ha dicho Rodríguez Zapatero ante las presiones del mercado. Y como no podía ser menos la política ha cedido a las presiones del mercado. Ese nuevo eufemismo para indicar una nueva estrategia donde la política cede, mejor, retrocede, ante las envestidas de la economía.
A pesar de los pesares, el presidente del gobierno, ha decidido tomar medidas. Algunos ya han dicho que llegan tarde, mal y además son insuficientes. Los gobiernos europeos se felicitan por la nueva estrategia llena de coraje y buen sentido. Pero lo cierto, es todo lo contrarios.
Los gobiernos europeos, o sea, Alemania y Francia, además del Banco Central Europeo, nos han indicado la hoja de ruta para los próximos años. La palabra mágica que hay que conjugar es reducir. En los gastos, sean estos de sanidad, de prestaciones sociales, en infraestructuras, en investigación, etc. Al parecer nuestro problema es que gastamos demasiado. Íbamos de ricos y nos han dicho que eso ha estado bien mientras duraba, pero ahora toca gastar menos.
Si los índices dicen algunas cosas es que nosotros –España- estamos en las posiciones menos favorecidas con respecto a nuestros vecinos. ¿Por qué deberíamos renunciar hacía la convergencia con los países delanteros?
Los gobiernos europeos atentos a los vaivenes de la economía han pensado que si lo sucedido a Grecia sucediera en España, las consecuencias para el euro serían funestas. Por ello, ahora de lo que se trata de hacer es una defensa numantina para rechazar los movimientos especulativos que provienen de no se sabe dónde y que atacan nuestra moneda –el euro- y nuestro bienestar. Y los gobiernos europeos no han sido capaces de detectar esos movimientos especulativos –el capital es líquido- que provienen de esos “mercados” que vaya a saber de dónde provienen. Seguramente no provienen de países pobres, así que la lista debe ser relativamente corta. Es verdad que el capital no tiene patria. Ahora circula por nuestras economías globalizadas. Las operaciones se realizan en tiempo real pero los operadores parecen ser invisibles, pues, nos dicen, seriamente, que no pueden ser ubicados en el espacio. ¡Deben operar en Utopía!
El gobierno de España como les gusta anunciarse en los anuncios institucionales, ha puesto manos a la obra. Las medidas no han sido someter a los bancos y entidades de crédito a una racionalidad en sus acciones. Por ejemplo, obligándolas a otorgar créditos a la pequeña y mediana empresa. Las grandes empresas están ya asociadas con los bancos. Eso es jugar con ventaja. Lo que hace el gobierno de España ha sido una declaración de principios: antes los mercados que los ciudadanos.
¿Es posible que los ciudadanos tengamos que pagar los costes de la crisis financiera? En las próximas elecciones mirare muy atentamente los programas para saber si piensan aumentar la edad de la jubilación, aumentar los años cotizados, reducciones en los gastos del bienestar, porque de esta manera sabré que no votaré por aquellos partidos que abandonan a sus ciudadanos y en cambio se desviven por los mercados.
El problema es que el capital es traicionero. Ahora las estrategias han de ser globales. No basta que un estado intente medidas para limitar el poder a los mercados, pues, el capital se trasladará a otros paraísos. Faltan políticos que sean capaces de hacer frente a los desmanes de la economía. Decía Vaclav Havel que “la política es, simplemente, un trabajo que requiere individuos genuinamente puros, puesto que al desarrollarlo podemos ensuciarnos moralmente con especial facilidad” (Discursos políticos).
Aquí la palabra clave es “genuinamente puros”. Si no lo he entendido mal, significa que ante los desmanes de los movimientos especulativos del capital financiero, los políticos deberían preguntarse ¿a quién sirven? No sirven a los mercados, sino a los ciudadanos. Son estos quienes deben estar protegidos. La economía real se haya presa de la economía especulativa y no parece que nuestros gobernantes hagan nada. Eso significa que deberíamos despedir a aquellos gobernantes que no son capaces de idear estrategias globales para defender a los ciudadanos de los ataques bien reales -porque dejan a miles de parados en la calle - y que protagonizan los “tiburones especulativos" cuyo paradero se llama Utopía.