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divendres, 2 de febrer del 2018

Puigdemont (II)

Puigdemont como problema. Es lo que el Gobierno central se ha propuesto extender “urbi et orbe”, a través de los medios afines, es decir, prácticamente todos. ¿Qué hacer?

Los independentistas se equivocarán si creen que la represión cesará, ahora mismo, están lanzados a estrechar el cerco contra todos lo que de una manera u otra se hicieron visibles en los meses de septiembre, octubre y noviembre.

A pesar del WhatsApp, el Procés no se ha volatizado, ni ha desaparecido, ni desaparecerá. Está ahí para quedarse, al menos en el horizonte de todos los votantes que suman más de dos millones de ciudadanos. No son suficientes, es cierto, pero no se van a convertir en partidarios del bloque unionista. Después del 1-O eso es imposible. 

El gobierno central, lo ha dicho por activa y por pasiva, que no acepta nada que sea independentista. Puestas así las cosas, ¿qué les queda al bloque independentista? El gobierno central los llama, nos llaman, separatistas. Estableciendo alegremente una paralelismo que alienta su actuación, que es el equipararlos al terrorismo de ETA. Ahora podemos entender que el gobierno del PP, le era más fácil combatir a ETA, guerra sucia incluida –PSOE-, que luchar contra el independentismo, que también ha utilizado la guerra sucia – el ejemplo de un Ministro del Interior y un Fiscal Anticorrupción, alardeando de destruir la sanidad de Cataluña-. 



Hubo momentos que se decía, ahora sabemos que era mentira, que sin violencia se podía hablar de todo. En Cataluña, sólo ha habido violencia el 1-O a cargo de esa “fuerza expedicionaria” que ha costado nada menos que ochenta millones de €. También hay un Magistrado del TS, que afirma categóricamente que Cataluña está azotada por una violencia sin precedentes. El Sr. Magistrado debe de ilustrarse en las cadenas de la extrema derecha para decir lo que dice. Él sabrá por qué su insistencia, al rechazar por ejemplo, la libertad de Joaquim Forn, con un argumento freudiano, pero no jurídico.

El gobierno central está dirigido por un eminente representante del taoísmo, Mariano Rajoy, su lema: “No hagas nada y todo se hará”. La judicatura trabaja a destajo, los medios de comunicación tiran de todo lo que encuentran para bombardearnos sobre el ocaso del independentismo. Estos sí hacen, pero Rajoy no hace política, nunca ha sabido hacerlo.



Puigdemont como problema, dice el Gobierno central. El bloque independentista debe empezar a calibrar sus opciones. Tiene los escaños, cosa que le revienta al gobierno central. Si por ellos fuese, nombrarían a Inés Arrimadas Presidenta de la Generalitat. Como eso no puede ser, el realismo debe imponerse. Pragmatismo. Esa palabra tiene mala prensa, pero deberíamos aceptarla. El objetivo a largo plazo esta trazado, República catalana, ahora es necesario replantear la estrategia y la táctica. 

Sea quien sea el elegido/da para presidir la Generalitat, y el artículo 155 sea nominalmente desactivado, pesara a partir de ahora, esa tutela ominosa que el Gobierno central ha inaugurado. Hay que pensar que haga lo que haga, el nuevo Govern de la Generalitat, será pasado por el tamiz interesado del TC. El Art.155, ha volatilizado el Estatut de Catalunya. ¿Qué sentido tendrá que el Parlament apruebe leyes que inmediatamente serán llevadas al TC para dormir el sueño de los justos? ¿Qué autonomía será está si no tiene el financiamiento necesario? 

A pesar de todo este panorama gris, el bloque independentista tiene en sus manos empezar una nueva etapa. Trabajar para hacer posibilismo y no maximalismos. No estamos en el mejor de los mundos posibles, pero se debe trabajar para que la sociedad catalana, toda ella, sea capaz de vislumbrar que una República catalana es mucho mejor que una Monarquía caduca. 

dijous, 1 de febrer del 2018

Puigdemont (I)

Carles Puigdemont ha sido demonizado por el gobierno del PP y todas sus fuerzas auxiliares. EL gobierno del PP ha decido que no puede ser candidato a la Presidencia de la Generalitat. Este veto, es simplemente, una cuestión de testosterona. Pero para hacerlo más creíble, utilizan a la judicatura para que apuntale ese flanco.

El TC que por cierto, ¿cómo puede ser juez y parte en este conflicto? ¿Quién controla al TC? El propio TS también ha entrado en esa vorágine de despropósitos jurídicos. Se ha decretado la muerte política de un ciudadano que puede pasearse por Europa sin ningún impedimento, pero que si entra en territorio español, será detenido inmediatamente, por un ramillete de delitos todos ellos a cuál más grave y más descabellado.


El President del Parlament, el Sr. Torrent, está atado de pies y manos, por un lado, la intromisión intolerable del TC y TS en el quehacer del Parlament, reescribiendo el Reglamento de la Cámara y el Estatut de Catalunya. El President del Parlament, no puede obviar el resultado de las elecciones del 21-D. En ellas, la mayoría independentista, tenía y tiene en Puigdemont, al candidato que reúne los votos para salir elegido en primera votación. 

El gobierno del PP, no quiere que Puigdemont vuelva a presidir el Govern de la Generalitat. La Generalitat fue suspendida por una interpretación alucinante del art.155, en el que no había nada escrito, pero que el Gobierno del PP ha escrito para la ocasión. Destituyendo al Govern legítimo de Cataluña, su Parlament, encarcelando a la mesa del Parlament, y al Govern. El aval constante del TC ha sido un arma formidable para generar la ilusión de legalidad.

Roger Torrent


La vuelta de Puigdemont, a la Generalitat, es lo que los votantes han querido, y eso, el Gobierno central no está dispuesto a aceptar. Para ello ha dispuesto a unos rehenes que cumplen ya condena, antes que se halla juzgado el caso. Quieren la humillación y la derrota personal de los actores principales. No les importa que se salten todas las normas, o que las reinterpreten de manera indecente.

¿Qué hacen aún Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart en prisión preventiva? Nada menos que un Magistrado del TS, los mantiene por si acaso generan con su salida de prisión violencia. Este mantenimiento en prisión es prevaricación. Pero nadie parece importarle.