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diumenge, 9 de novembre del 2014

9-N


La convocatoria del 9-N me ha servido para salir de casa e ir a participar en la fiesta ciudadana del 9-N. El centro donde he ido estaba lleno de gente. Todo bien organizado. Caras risueñas y muchas ganas de participar en un acto eminentemente político. Nadie confunde esta fiesta participativa con elecciones. Después del Estatut de Catalunya, con un referéndum de ratificación por parte de la ciudadanía catalana y su posterior "repaso" del TC por encima de los millones de personas que participaron, ahora los que promovieron su inconstitucionalidad, también advierten que esta participación es una farsa. La fiscalía busca culpables. Mañana cada cual leerá la participación como le convenga.



Si la participación es baja, teniendo en cuenta que no hay censo electoral, el baile de cifras será aterrador. Sin embargo, si la participación es baja los agoreros que veían el 9-N como el fin de los tiempos, podrán aullar de satisfacción. Si la participación es alta -cifras parecidas a la convocatoria del 11-S-, los partidos proconsulta se sentirán respaldados. Mientras los partidos que no han querido que la ciudadanía se exprese, seguirán proclamando la ilegalidad de todo y de todos.

¿Qué hará Mas? Es una incógnita que debería empezar a despegarse cuanto antes mejor. Si la cifras de participación son altas, debería convocar elecciones anticipadas. Desde la lógica política este adelanto será contraproducente desde la perspectiva partidista, los sondeos electorales vaticinan que CiU perdería las elecciones. Sin embargo, la convocatoria permitiría seguir el proceso iniciado con el anuncio del 9-N. El gobierno central está encerrado en su propio mundo lleno de corrupción y fantasías de mejora que solo los empresarios aplauden.

Si Mas deja pasar el tiempo, es decir, esperar a noviembre del próximo año para las elecciones generales, puede que el empuje actual de la ciudadanía se enfrié y que la deriva independentista se corte. Eso podría permitirle entablar conversaciones con el PSOE y Podemos para un nuevo pacto. Sin embargo, todo es demasiado vago e impreciso. La ciudadanía tiene paciencia, mucha más que sus políticos. Así que habrá que ir viendo como se suceden los próximos acontecimientos.

dissabte, 1 de novembre del 2014

Semana corrupta


La realidad cotidiana se despliega sin conexión aparente con la realidad política. El PP sigue encharcado en casos de corrupción. Antiguos dioses del PP de Madrid están imputados y encarcelados provisionalmente por presuntos delitos de índole mercantil. Ética y política se han desconectado en la vida de cientos de cargos públicos.




En Cataluña, se sigue apostando por el 9N. Ahora el gobierno central, después de hacer broma, se lo toma en serio y llama al Consejo de Estado para derivarlo al TC. O el gobierno no acaba de ver claro lo que sucede en Cataluña, o bien asistimos a un ejercicio de despropósitos descomunal.

Mientras las encuestas vaticinan –últimamente no acaban de acertar- descalabros para los partidos mayoritarios en beneficios de nuevos opciones como Podemos. Los expertos nos avisan que los ciudadanos cabreados, sean del PP y del PSOE acabarán votando a estas nuevas opciones. La verdad me sorprende esa facilidad de trasvase de voto. No me creo que un 30% de votantes que eligió al PP en las últimas elecciones, se vaya ahora a Podemos. La fidelidad de los votantes del PP es casi religiosa, y en el PP lo saben. En cambio, el PSOE si tiene motivos para estar preocupados. Después de los aparentes cambios cosméticos, una nueva cara, el mensaje que ofrece el PSOE es irrelevante. Les falta credibilidad.

La realidad cotidiana nos dice que las familias españolas se empobrecen, que la diferencia entre ricos y pobres se agudiza, y que el panorama, lejos de mejorar parece ir a más, a pesar de los mensajes triunfalistas del gobierno. El gobierno confunde interesadamente los datos macroeconómicos, que sólo benefician a los grandes, y los datos microeconómicos, que dejan a la intemperie a una buena parte de la sociedad. Es esta parte de la población que irá a buscar opciones que le digan lo que quiere oír. Las opciones demagógicas tienen un terreno fértil y abonado, gracias a la corrupción y a una clase política que se autoperpetúa en nombre del bien común.