La realidad cotidiana se despliega sin conexión aparente con la realidad política. El PP sigue encharcado en casos de corrupción. Antiguos dioses del PP de Madrid están imputados y encarcelados provisionalmente por presuntos delitos de índole mercantil. Ética y política se han desconectado en la vida de cientos de cargos públicos.
En Cataluña, se sigue apostando por el 9N. Ahora el
gobierno central, después de hacer broma, se lo toma en serio y llama al Consejo de
Estado para derivarlo al TC. O el gobierno no acaba de ver claro lo que sucede
en Cataluña, o bien asistimos a un ejercicio de despropósitos descomunal.
Mientras las encuestas vaticinan –últimamente no
acaban de acertar- descalabros para los partidos mayoritarios en beneficios de
nuevos opciones como Podemos. Los expertos nos avisan que los ciudadanos
cabreados, sean del PP y del PSOE acabarán votando a estas nuevas opciones. La
verdad me sorprende esa facilidad de trasvase de voto. No me creo que un 30% de
votantes que eligió al PP en las últimas elecciones, se vaya ahora a Podemos.
La fidelidad de los votantes del PP es casi religiosa, y en el PP lo saben. En
cambio, el PSOE si tiene motivos para estar preocupados. Después de los aparentes
cambios cosméticos, una nueva cara, el mensaje que ofrece el PSOE es
irrelevante. Les falta credibilidad.
La realidad cotidiana nos dice que las familias
españolas se empobrecen, que la diferencia entre ricos y pobres se agudiza, y
que el panorama, lejos de mejorar parece ir a más, a pesar de los mensajes
triunfalistas del gobierno. El gobierno confunde interesadamente los datos
macroeconómicos, que sólo benefician a los grandes, y los datos microeconómicos,
que dejan a la intemperie a una buena parte de la sociedad. Es esta parte de la
población que irá a buscar opciones que le digan lo que quiere oír. Las
opciones demagógicas tienen un terreno fértil y abonado, gracias a la
corrupción y a una clase política que se autoperpetúa en nombre del bien común.