UNA SOLITARIA VOZ HUMANA
No sé de qué hablar... ¿De la muerte o del amor? ¿O es lo mismo? ¿De qué?
Nos habíamos casado no hacía mucho. Aún íbamos por la calle agarrados de la mano, hasta cuando íbamos de compras. Siempre juntos. Yo le decía: «Te quiero». Pero aún no sabía cuánto le quería. Ni me lo imaginaba... Vivíamos en la residencia de la unidad de bomberos, donde él trabajaba. En el piso de arriba. Junto a otras tres familias jóvenes, con una sola cocina para todos. Y en el bajo estaban los coches. Unos camiones de bomberos rojos. Este era su trabajo. Yo siempre estaba al corriente: dónde se encontraba, qué le pasaba...
En mitad de la noche oí un ruido. Gritos. Miré por la ventana. Él me vio:
—Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Volveré pronto.
No vi la explosión. Solo las llamas. Todo parecía iluminado. El cielo entero... Unas llamas altas. Y hollín. Un calor horroroso. Y él seguía sin regresar. El hollín se debía a que ardía el alquitrán; el techo de la central estaba cubierto de asfalto. (…).
Svetlana Alexievich, Voces de Chernóbil [2005]. Crónica del futuro, Ensayo, Debolsillo , Barcelona, 2015