Intentar hacer una reseña de “La caída de los gigantes” de Kent Follet parece demasiado para mí. Por eso me limitaré a explicar lo que me parece más significativo de una obra que nos ha dicho el mismo autor que es la primera parte de una trilogía.
En el libro aparecen dosis de historia, de modas y maneras de hacer a principios del siglo XX. El lenguaje que utiliza pretende reflejar la alta aristocracia de los Fiztherbert a un lenguaje más popular de los Williams o los Peshkov. Pero el resultado no parece demasiado conseguido. Repito, las historias se dejan leer. Lo que cuenta lo explica en 1017 páginas (ed.Círculo de Lectores), pero podría haberse ahorrado ochocientos y no hubiera pasado nada. No debe ser fácil escribir una novela que pretende ser naturalista, pero que no pasa de ser un gigantesco folletín. Hay amores y desamores, matrimoniales y extramatrimoniales. Hay guerra. Una parte importante del libro no describe la Primera Guerra Mundial. Describe el campo de batalla. Pero el resultado no emociona. Le falta intensidad y pasión.
De la misma manera que asistimos al desarrollo de la Primera Guerra Mundial, también somos partícipes de la revolución rusa. Describe los acontecimientos de tal manera que tiene uno la impresión de una descripción valorativa. Hay escenas dramáticas, pero en general hay más folletín que drama.
Follet nos cuenta el ascenso de una nueva clase que desde la servidumbre, Ethel Williams, acaba en el Parlamento de Westminster como diputada en la Cámara de los Comunes. Esta historia expresa las transformaciones que supuso el final de la Primera Guerra con el advenimiento de la clase trabajadora a un nuevo estatus debido a las transformaciones del laborismo inglés. Mineros que se juegan la vida en minas de carbón para alimentar al Imperio, una aristocracia que cree que están ahí por la gracia de Dios. Conflictos que aparecen larvados, o que salen a la luz, huelga minera. Como ese ejército de clases subalternas es llevada a la guerra para regar con sangre los ideales de unas élites caducas.
Esto aparece en la novela pero de manera excesivamente superficial.
Hay amores prohibidos, Ethel y Fitz; Maud y Walter. Hay más parejas. Diferencias de clase de religión, de países. Adulterio e hijos ilegítimos. Es decir, los ingredientes necesarios para que el folletín tenga salida. La novela se deja leer, pero después de tantas páginas te entra una sensación de vacío. Supongo que los editores deben pensar que ese vacío se llenará con las nuevas entregas.
La trama –muy sintéticamente- es la siguiente: La historia empieza simultáneamente con la coronación del rey Jorge V el 22 de junio de 1911. La familia Williams, la familia Fitzherbert, la familia Von Ulrich, familia Peshkov, Gus Dewar, Josef Vyalov, estas familias y personajes serán descritos por Follet de una manera que interesa la historia y sus peripecias, pero que le falta hondura y profundidad. Las descripciones que hace de los personajes femeninos resulta chocante. Todas ellas son bellezas forjadas por la naturaleza. Las historias de estas familias se irán tejiendo con enfrentamientos en el interior y exterior de esas familias.
En el libro aparecen dosis de historia, de modas y maneras de hacer a principios del siglo XX. El lenguaje que utiliza pretende reflejar la alta aristocracia de los Fiztherbert a un lenguaje más popular de los Williams o los Peshkov. Pero el resultado no parece demasiado conseguido. Repito, las historias se dejan leer. Lo que cuenta lo explica en 1017 páginas (ed.Círculo de Lectores), pero podría haberse ahorrado ochocientos y no hubiera pasado nada. No debe ser fácil escribir una novela que pretende ser naturalista, pero que no pasa de ser un gigantesco folletín. Hay amores y desamores, matrimoniales y extramatrimoniales. Hay guerra. Una parte importante del libro no describe la Primera Guerra Mundial. Describe el campo de batalla. Pero el resultado no emociona. Le falta intensidad y pasión.
De la misma manera que asistimos al desarrollo de la Primera Guerra Mundial, también somos partícipes de la revolución rusa. Describe los acontecimientos de tal manera que tiene uno la impresión de una descripción valorativa. Hay escenas dramáticas, pero en general hay más folletín que drama.
Follet nos cuenta el ascenso de una nueva clase que desde la servidumbre, Ethel Williams, acaba en el Parlamento de Westminster como diputada en la Cámara de los Comunes. Esta historia expresa las transformaciones que supuso el final de la Primera Guerra con el advenimiento de la clase trabajadora a un nuevo estatus debido a las transformaciones del laborismo inglés. Mineros que se juegan la vida en minas de carbón para alimentar al Imperio, una aristocracia que cree que están ahí por la gracia de Dios. Conflictos que aparecen larvados, o que salen a la luz, huelga minera. Como ese ejército de clases subalternas es llevada a la guerra para regar con sangre los ideales de unas élites caducas.
Esto aparece en la novela pero de manera excesivamente superficial.
Hay amores prohibidos, Ethel y Fitz; Maud y Walter. Hay más parejas. Diferencias de clase de religión, de países. Adulterio e hijos ilegítimos. Es decir, los ingredientes necesarios para que el folletín tenga salida. La novela se deja leer, pero después de tantas páginas te entra una sensación de vacío. Supongo que los editores deben pensar que ese vacío se llenará con las nuevas entregas.