dissabte, 11 d’abril del 2020

Covid-19: Contradicciones e incertezas

Sigue el confinamiento. Sin embargo, a partir del lunes, el gobierno central ha decidido que el virus, puede esperar, mientras la economía no. Así que ha decretado que se puede volver al trabajo. Adiós al virus. Por Decreto se hace inocuo. ¡Enhorabuena!.

¿Es un chiste malo y peligroso? Han dicho que se repartirán mascarillas, pero, ¿dónde?. En Cataluña, no han acogido con entusiasmo la medida, pues, no está avalada por las “Comisiones Científicas”. Puedo entender que la economía se ha venido abajo, pero, la salud ciudadana ha de ser la prioridad, más de 16356 personas fallecidas, son más que un argumento de peso para mantener el confinamiento. Nuestro problema es que la situación económica es desesperada. Hemos gastado lo que no tenemos, pero los socios europeos, nos dicen que es necesario devolver los préstamos que el BCE emite. No son de gratis. 

“A Holanda i Espanya els governs gasten una part molt semblant de la producció del país: el 2018 el 42% del producte interior brut (per ser precisos, unes dècimes més a Holanda). No passa el mateix amb els impostos i contribucions cobrats pels governs: a Espanya, el 2018, els ingressos dels governs van ser el 39,2% del PIB; en canvi, a Holanda la pressió fiscal imposada sobre els ciutadans va ser el 43,5% del PIB. Per tant, a Espanya va haver-hi un dèficit fiscal del 2,5% del PIB, mentre que a Holanda va haver-hi un superàvit fiscal de l’1,5% del PIB. I si comparem Alemanya amb Itàlia, tots dos més grans, trobem que a Itàlia els governs van gastar més que a Alemanya, però que van cobrar menys impostos als ciutadans. El resultat, semblant: a Itàlia, dèficit fiscal, i a Alemanya, superàvit. Per això, en els anys d’expansió del 2014 al 2019, Alemanya i Holanda van reduir molt el seu deute públic, mentre que a Itàlia i Espanya es va mantenir pràcticament igual, i molt per sobre del centre i nord d’Europa.” (Germà Bell, Menys ‘coronabons’ i més reformes, Ara.cat, 9-d’abril 2020)




["En Holanda y España los gobiernos gastan una parte muy parecida de la producción del país: en 2018 el 42% del producto interior bruto (para ser precisos, unas décimas más en Holanda). No ocurre lo mismo con los impuestos y contribuciones cobrados por los gobiernos: en España, en 2018, los ingresos de los gobiernos fueron el 39,2% del PIB; en cambio, en Holanda la presión fiscal impuesta sobre los ciudadanos fue el 43,5% del PIB. Por tanto, en España hubo un déficit fiscal del 2,5% del PIB, mientras que en Holanda hubo un superávit fiscal del 1,5% del PIB. Y si comparamos Alemania con Italia, ambos mayores, encontramos que en Italia los gobiernos gastaron más que en Alemania, pero que cobraron menos impuestos a los ciudadanos. El resultado, similar: en Italia, déficit fiscal, y en Alemania, superávit. Por eso, en los años de expansión del 2014 al 2019, Alemania y Holanda redujeron mucho su deuda pública, mientras que en Italia y España se mantuvo prácticamente igual, y muy por encima del centro y norte de Europa. " (Germà Bell, Menos 'coronabons' y más reformas, Ara.cat, 9-abril 2020)]


Gracias a los gobiernos del PP, la presión fiscal fue menor, especialmente  para las grandes fortunas, no así para las clases medias. ¿Cómo esperan que Holanda o Alemania se solidaricen con España o Italia? No es un problema de solidaridad, sino de esfuerzos fiscales. La idea de reducción fiscal ha sido uno de los caballos de batalla. El PP ofreciéndose como  el adalid de la bajada de impuesto frente a una izquierda que solo piensa en subirlos. Un problema añadido es que en España hay una enorme bolsa de fraude fiscal, que aún hoy, no se ha combatido.

El gobierno central ha decidido, pues, que la normalidad se haga realidad a partir del lunes. Tenemos gobiernos ineficaces e inoperantes. Esta crisis ha puesto de manifiesto los déficits en la toma de decisiones, a pesar que contábamos con lo que sucedía en Italia. Pero no lo hemos hecho mucho mejor. A estas alturas de la pandemia, los test para determinar si una persona tiene o no tiene el Covid-19, se han hecho a cuentagotas. La centralización en las compras no parece que haya sido una idea muy acertada, pero el afán de protagonismo del gobierno central, ha hecho que el caos y la incertidumbre se convirtieran en normalidad. ¿Es posible que el ejecutivo pueda volver a suspender las actividades no esenciales? Si fuera así, su descrédito sería enorme. Se asume un gravísimo riesgo al dejar que la ciudadanía vuelva al trabajo. Sin embargo, para cuestiones menores, se sigue en modo confinamiento. ¿Se puede ir al trabajo, con los medios de transporte públicos, pero no se puede ir a correr en solitario? Es difícil explicar porque si en un caso y no en el otro. Si lo que se trata es de evitar la propagación del virus, parece que la opción de ir todos al trabajo –aquellos que aún sus empresas no estén afectadas por los ERTOS- resulta infinitamente más peligrosa que ir a correr en solitario.


Se hablaba de cataratas de dinero para la ciudadanía, pero me temo, como siempre, que los gobernantes salen en la TV declara tranquilamente que nos ahogaremos en millones de €, para después, esos millones sólo eran humo. El gobierno central ha tenido la oportunidad de romper con la cultura del dinero negro. Sólo hacía falta que los autónomos pudieran demostrar –declaraciones de IVA- o IRPF, lo que han dejado de facturar, para que el gobierno pudiera subvencionar en esas cifras. De esta manera, muy probablemente, muchos de ellos hubieran cambiado su manera declarar. No se ha hecho, porque probablemente, el dinero negro es uno de los lubricantes de nuestra economía informal.

La incertidumbre es muy difícil de prever. Nuestros expertos, existe un auténtico batallón de ellos, explican recetas contradictorias. Nadie sabe muy bien cómo será el futuro próximo. Una de las razones es que nos atenemos al pasado. El futuro no es la reedición de lo pasado, pues, el pasado también se traslada al futuro, cambiando la faz de lo que ha de suceder. Explicar lo que nos ha sucedido, es la manera que tenemos de hacernos la ilusión que lo controlamos todo, incluso lo que no hemos podido controlar. La historia nos explicará lo que ha sucedido. Incluso, habrá quien pueda decir, “os lo dije”, pero lo cierto, que en lo tocante a este auténtico cisne negro que ha sido el Covid-19, nada ha salido como esperábamos. La realidad ha superado todas las expectativas que la imaginación hubiera podido crear. Todos los ciudadanos de nuestro planeta han sido afectados en mayor o menor medida. El sistema productivo se ha visto alterado, incluso paralizado. La cifra de muertos supera los cien mil muertos. https://www.worldometers.info/world-population/ ahora mismo, según la página Worldometers, desde inicios de año han muerto 16.355.697 personas. Visto en perspectiva, el Covid-19, no parece muy preocupante. No es una afirmación cínica. Lo que sucede es que nos afecta, especialmente, a Occidente y en concreto, a Europa. Y ¡eso lo cambia todo!

dijous, 9 d’abril del 2020

Fragmentos (in)actuales

“La deificación parece ser un proceso “natural” en el hombre. Las religiones no lo inventan, lo suponen. Ninguna podría haberlo hecho valer si no fuese “un supuesto” de la vida humana. Por el contrario, el papel de algunas parece haber sido el de contener esta tendencia espontánea del corazón humano; este apetito de hacerse divino que el hombre tiene y que una y otra vez surge, aún de los desengaños más atroces, como un fuego inextinguible.

Anhelo de deificación que llega, como todos los anhelos profundos, a ser delirios. (pág. 184)




Nota: 

María Zambrano, El hombre y lo divino, LB, Alianza Editorial, Madrid, 2020

divendres, 3 d’abril del 2020

El Covid-19: Un cisne negro en nuestras vidas

El Covid-19 se ha convertido en un Cisne Negro. Es decir, en un suceso imprevisible que por sus dimensiones y alcance nos hace quedar a todos en el desamparo cognoscitivo. Lo imprevisible, el azar son fenómenos que nos incomodan extraordinariamente. Nos dejan sin reflejos, y sólo posteriormente, empezamos a elucubrar explicaciones racionales para domesticar lo imprevisible.

Ahora, es fácil ver lo que ha sucedido, podemos seguir siendo sorprendidos por el fenómeno viral. Oír que a miles de kilómetros hay una enfermedad que ha empezado a colapsar una ciudad, no parece nada del otro mundo. Imaginamos, gracias a nuestra tendencia a explicarlo todo, que no hay nada que pueda sorprendernos, pero lo cierto es que sí nos sorprenden. Estamos muy mal preparados para la incertidumbre, el azar, el caos. No nos gusta reconocer que no controlamos lo que acontece.


El Covid-19 es un Cisne Negro, como lo fue el 11-S o el caos económico de 2008. Sucesos altamente improbables que debido a una multitud de factores acaban convirtiendo lo imposible en posible. El conocimiento científico supone que la experiencia acumulada nos da un plus de previsión sobre los hechos, pero resulta que no es así. Los cisnes negros expresan lo inesperado. El clásico “Todos los cisnes son blancos” era un hecho absolutamente evidente, hasta que se descubrió en Australia que habían cisnes negros. ¿Cómo queda aquella afirmación que tenía la fuerza de un teorema? El Covid-19 nos ha vuelto a recordar que no nos podemos dormir en los laureles de lo que ya sabemos. Es aún más importante lo que no sabemos. 

La experiencia humana, lo que nos sucede, es producto de una multiplicidad de concausas. Siguiendo a Taleb, “la mente humana padece tres trastornos cuando entra en contacto con la historia, lo que yo llamo el terceto de la opacidad. Son los siguientes:

1.- la ilusión de comprender, o cómo todos pensamos que sabemos lo que pasa en un mundo que es más complicado (o aleatorio) de lo que creemos;
2.- la distorsión retrospectiva, o cómo podemos evaluar las cosas sólo después del hecho (…); y
3.- la valoración exagerada de la información factual y la desventaja de las personas eruditas y con autoridad, en particular cuando crean categorías, cuando “platonifican””. (pág.49)

Por supuesto, después del Covid-19, la ciencia médica nos podrá decir muchas cosas, incluso, conseguirá una vacuna. El problema es lo que nos espera, el futuro incierto e inesperado. El mundo en el que vivimos es tan complejo e interactúan tantos factores, que sólo nos queda prepararnos para el siguiente “cisne negro”. No estamos equipados en nuestro cerebro para gestionar el futuro, a pesar de que seamos fértiles en imaginación, pero aún así, hay límites, somos hijos de un determinado contexto histórico y cultural. Nos gustaría controlarlo todo, pero el Covid-19 nos ha demostrado que no es así.

Nota:

Nassim Nicholas Taleb, Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable. Ed. Booket, Barcelona 2015.