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diumenge, 6 de maig del 2012

Lucha de clases


Las noticias se suceden a velocidad supersónica. Ayer ya es demasiado tarde. La realidad se encarga de poner en solfa las afirmaciones de nuestros políticos. De toda esa morralla noticiable queda la sensación que la falta de comprensión, la improvisación y la falta de liderazgo hacen que las medidas son siempre unidireccionales. Las clases medias y bajas son las que pagan los platos rotos de la crisis.



 
¿Aún hay clases sociales?, se preguntarán muchos de nuestros políticos y sus servicios auxiliares mediáticos. Los hechos parecen demostrar que sí hay clases, iba a decir, lucha de clases, pero está es una palabra desterrada de nuestro vocabulario político. Fukuyama decía que el fin de la historia había acabado. Lo que quería decir era que desde el hundimiento del sistema comunista, el capitalismo había triunfado, y por tanto, todos aquellos conceptos que se sustentaban en el comunismo quedaban obsoletos. La crisis actual demuestra que las medidas que se han tomado acaban siempre en una ventaja para las clases altas. Las estadísticas así lo confirman, pero el “discurso moralino” nos habla de esfuerzo, sacrificio, austeridad, en aras de un futuro “radiante”.

 

Como ese discurso no se lo cree, hacen demostración de fuerza. No otra cosa fue el despliegue obsceno de Barcelona, donde cerca de 6000 agentes de policía invadieron la ciudad, para garantizar la seguridad de la reunión del BCE. El escenario fue en un hotel de lujo. Nada mejor que hablar de planes drásticos contra la población en un entorno lujoso. El anfitrión del evento fue Fernández Ordoñez, gobernador del Banco de España, ese que dijo que nuestro sistema bancario era la envidia del mundo entero. ¡Con lo que ha pasado, y nadie lo ha cesado! Desde la atalaya del hotel, habrán visto Barcelona, pero no han querido ver los problemas que nuestras sociedades tienen. ¡No hay peor ciego que aquel que no quiere ver!

dimecres, 29 de juny del 2011

(in)justicia


Ayer la justicia se convirtió en un nuevo espectáculo lamentable. Matar cuesta 310.000 €, al menos es lo que le ha costado al yerno de los Tous. Un jurado popular declaro no culpable de homicidio, ahora la juez que ha redactado la sentencia, declara que” aunque Corominas sea inocente al aplicársele la eximente completa de legítima defensa, sería "injusto" que los familiares de Gazmend "se vieran privados de resarcimiento".


Todo el asunto ha sido un auténtico disparate jurídico y mediático. Los Tous tienen mucho poder e influencia. La prensa -especialmente de derechas- ha sido pródiga en los detalles para exonerar a Lluis Corominas que tiene como haber a su favor ser el yerno de los Tous. En el juicio, por lo que he leído, el asunto era sencillo. Cualquier estudiante de primero de derecho sabía que él era culpable. Si no hubiese sido quién es, lo más probable es que hubiese sido condenado. No quiere ni pensar si el asunto hubiese sido al revés, porque entonces la culpabilidad hubiese sido total y definitiva.

Abogados defensores de alto nivel –un antiguo magistrado de la Audiencia Nacional- han defendido a un acusado que era culpable. ¡Nadie que no quiere bronca se acerca de madrugada a un coche, en medio de la calle, donde sospecha que hay delincuentes! ¡Pues, el señor Corominas se acerca y dispara!

Los antecedentes son ahora irrelevantes. Si anteriormente habían robado, era razón de más para avisar a la policía de un coche sospechoso en las cercanías de la vivienda a altas horas de la noche. Unos ladrones venidos del este, dedicados al robo, no son naturalmente, las víctimas más proclives para generar indignación o compasión. Corominas no los encontró en su casa, pues, allí tenía todos los requisitos para la legítima defensa (art.20.4 del CP). Los requisitos que el TS ha determinado para su aplicación no son aplicables al caso, pero de manera misteriosa -iba a decir milagrosa-, aquí sí se aplican. Si la justicia cuyo símbolo es la balanza en equilibrio y los ojos vendados, se ha trasformado de manera escandalosa para que un ciudadano con influencias se libre impunemente de un asesinato. No voy a decir nada de los abogados de la víctima que no han sabido o podido convencer a un jurado popular de la obviedad de un asesinato.