Reseña/Ressenya*
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(…) Uno debería irse como se fue él, todavía fuerte, lúcido, activo, sociable, con ganas de vivir, disfrutando de la comida y del vino, de los paseos largos que daba, levantándose al amanecer dondequiera que estuviese para visitar el mercado, haciéndose amigo de los vendedores. Si me acuerdo hoy de su cumpleaños es porque sus nietos establecieron la costumbre de felicitarlo. Me acuerdo más de los cumpleaños de mi padre ahora que está muerto que cuando vivía. (…) Me cuesta imaginarlo con los noventa y dos años que habría cumplido hoy. Me fijo en los ancianos de boca abierta y cabeza caída a los que empujan en sillas de ruedas emigrantes latinos. Pienso en los que morirán solos y aterrados en las residencias, en el espantoso mes de abril, los que agonizan con tubos incrustados en las bocas abiertas, rodeados de desconocidos que les parecerían fantasmas o invasores de otro mundo, envueltos en uniformes de plástico, con mascarillas, con gafas protectoras.”
Si muero a la edad de mi padre me quedan once años de vida.” (pág.103-4)
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(…) Le dije a Elvira: “Desde que tengo el día entero para mí no me queda tiempo para nada”. Me sentía culpable de estar libre de los agobios de otros, los médicos y los enfermeros atrapados en el abismo de los hospitales, los cuidadores viendo morir a los ancianos en las residencias, los padres y madres de niños encerrados en casa, nuestro pobre Jorgito, la alegría de sus tres años marchitada por el aislamiento. Rendirse al desánimo, engolfarse en el malestar o en la queja, hasta en la depresión, habría sido una falta de respeto”. (pág.112)
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