Ètica absolutista: Ley divina
La ética tiene que ver que el bien y el mal. Eso que en el orden "mundano" parece cosa fácil de entender -por supuesto, no lo es- en el ámbito filosófico, aún se hace más arduo. Desde Kant (s.XVIII) se ha hecho un clásico la distinción entre ética autónoma y heterónoma. La primera, es la que reivindica Kant, según él, el bien no puede determinarlo nada que no sea la propia conciencia que se identifica con la razón. La razón, nos dice Kant, nos proporciona la guía infalible de nuestro comportamiento ético. El deber como principio y fin de nuestros actos morales. Mientras que las éticas heterónomas, suponen una autoridad ajena a la razón. En el caso del cristianismo, es Dios quien determina lo que es el bien y el mal. Sócrates-Platón, ya nos dijo que los dioses no pueden pedir lo irracional, con lo que delimitaban lo que les estaba permitido.
Así que el siguiente chiste marca esa ética heterónoma:
Moisés baja del monte Sinaí, blandiendo las tablas de la ley, y anuncia a las multitudes congregadas:
—Os traigo una buena noticia y una mala. La buena es que he conseguido que lo dejara sólo en diez mandamientos. La mala es que «adulterio» sigue constando entre ellos*. (pág.90-91)
Esto no es un chiste:
“En el monte Sinaí sólo Moisés subió a comunicarse con Dios, prohibiéndose que el pueblo lo hiciera, bajo pena de muerte; sin embargo, estaban obligados a obedecer todo lo que Moisés les declaró como ley de Dios. ¿Por qué razón, si no por la de sumisión espontánea, podían decir: ‘Háblanos y te oiremos, pero no dejes que Dios nos hable a nosotros, o moriremos’? En estos dos pasajes aparece suficientemente claro que en un Estado, un súbdito que no tiene una revelación cierta y segura, particularmente dirigida a sí mismo, de la voluntad de Dios, ha de obedecer como tal el mandato del Estado**; (…)” (. I,XXVI, “De las leyes civiles”, p.289)
“En el monte Sinaí sólo Moisés subió a comunicarse con Dios, prohibiéndose que el pueblo lo hiciera, bajo pena de muerte; sin embargo, estaban obligados a obedecer todo lo que Moisés les declaró como ley de Dios. ¿Por qué razón, si no por la de sumisión espontánea, podían decir: ‘Háblanos y te oiremos, pero no dejes que Dios nos hable a nosotros, o moriremos’? En estos dos pasajes aparece suficientemente claro que en un Estado, un súbdito que no tiene una revelación cierta y segura, particularmente dirigida a sí mismo, de la voluntad de Dios, ha de obedecer como tal el mandato del Estado**; (…)” (. I,XXVI, “De las leyes civiles”, p.289)
* Thomas Cathcart y Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar... La filosofía explicada con humor. Trad. Núria Pujol Valls, Editorial Planeta 2ªed. Barcelona, 2008.
** Hobbes, T. Leviathan. 2 vol.. Trad.M.Sánchez Sarto, Sarpe, Madrid, 1983
** Hobbes, T. Leviathan. 2 vol.. Trad.M.Sánchez Sarto, Sarpe, Madrid, 1983
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