Estos días dos casos –habrá más, desgraciadamente- sobre abusos sexuales, se han dado a conocer. El factor común es Andreu Soler, monje en Montserrat y que murió en el 2008. El primer caso lo denunció Miguel Hurtado que había sido escolta en 1998. Andreu Soler fundó el grupo de escolta en Montserrat en 1959. No hay que ser un experto en psicología para comprender que las actuaciones de Soler no fueron casos puntuales ni excepcionales. El tiempo dirá el alcance de su conducta criminal.
La Iglesia, y en este caso el Monastir de Montserrat, un emblema de la Iglesia catalana, también han caído en la pendiente de los abusos sexuales por parte de uno de sus miembros. Las denuncias se hacen después de décadas de distancia de los hechos ocurridos. En el caso de Miguel Hurtado, su familia comunica el caso al Monasterio, y aparta a Soler al monasterio del Milagro. La Iglesia católica tiene un problema gravísimo con los abusos sexuales a menores. Su impunidad, debido al Concordato, hace que los casos, no trasciendan lo público y se queden en el ámbito de lo privado.
El mal está hecho, pero posiblemente, en el mientras tanto, quienes cometen los abusos lo siguen haciendo, ante el silencio culpables de las víctimas y el silencio cómplice de los superiores.
“Cuando un clérigo da lugar a algún escándalo, la discretísima Iglesia católica, experta en tale trances, lo retira rápidamente de la circulación, y al que pregunta por él, tras haber advertido su ausencia, se le contesta indefectiblemente: “Oh, el Padre Ramoneda se ha recogido para dedicarse a altos estudios eclesiásticos”. La cita aparece en Altos estudios eclesiásticos. Ensayos 1, Rafael Sánchez Ferlosio, pág.IX).
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