Día 5
Despertarnos (…) y desayunar.
El comedor para el desayuno era funcional y había todo lo que uno puede comer.
Eran las 9h cuando desayunábamos. Como siempre hay dulce y salado. Café con
leche imprescindible.
Hemos vuelto a la ciudad a
recorrer sus calles, que nos ha llevado hasta la estatua de Colón, junto a los
juzgados. Hemos visto abogados y presumiblemente clientes. Gran Vía y Plaza
Mayor. Después hacia el hotel. Pagar y tomar dirección a Zamora.
La autovía nos ha conducido
hacia Zamora, el terreno iba cambiando. Había más zonas de cultivo. Cereales,
maíz, girasoles, etc. Hemos pasado al lado del Centro Penitenciario de los
Topas, aún en la provincia de Salamanca y cerca ya la de Zamora. Resulta
inquietante, este recordatorio de los delitos y faltas y la prisión.
Hemos tomado la salida hacía
Zamora, centro de la ciudad. Hemos atravesado el Duero y siguiendo las
indicaciones hemos llegado a la Plaza Viriato, donde se encuentra el Parador Nacional, “Palacio de los condes de
Alba y Aliste”. El edificio es ya un auténtico monumento.
Hemos salido a visitar la
ciudad sobre las 11.30h. En la Plaza Mayor, muy modesta, comparada con
Salamanca, junto a la iglesia románica de San Juan de Puerta Nueva, hemos
cogido el “tren turístico”, este nos ha llevado por todo el centro monumental
de la ciudad. En la Plaza Mayor, destaca las esculturas de dos nazarenos. La
Semana Santa debe ser todo un espectáculo. Pude comprobar que algunas cofradías
ya se preparan. Se oía música –trompetas y tambores- de Semana Santa.
Hemos salido hacia el río
Duero, a través del Puente de Piedra (puente romano) y nos ha dado un recorrido
que nos permite contemplar la Catedral y las murallas, finalizando en el mismo
de inicio.
Gracias al recorrido turístico,
ya teníamos una idea de lo que podíamos ver. Hemos visitado la Catedral. No
tiene el esplendor de Salamanca, pero sigue siendo una Catedral. La ciudad está poblada de iglesias románicas de todas las facturas.
Hasta veinte iglesias pueblan la capital zamorana.
Hemos comido cerca de la
Catedral. Menú casero. Los platos eran pasables. El restaurante no pretendía
alardes culinarios, sino dar de comer. Después hemos seguido haciendo el
recorrido, hasta llegar otra vez a la Plaza Mayor. Hemos ido fotografiando,
como en un safari, todas las piezas que encontrábamos a nuestro paso. Hemos
contemplado la calle Balborraz, digna de una subida de primera categoría en la
Vuelta. Como hacía demasiado calor, hemos decidido volver al Parador.
Descansar, lo necesitábamos.
Después nos hemos puesto otra vez en marcha, hacia la Plaza Mayor. Nos hemos
ido a las murallas, para ver la Zamora cotidiana. Iglesias románicas salpican
las calles zamoranas. A esa hora, empezaba haber más ambiente en las calles,
paseando por una de las calles principales, Santa Clara. Bares y terrazas se
llenaban de gente de todas las edades.
Antes de la cena, hemos tomado una caña en el bar del Parador. La terraza es magnífica. Se estaba bien, después del calor sufrido. La cena ha estado bien. Nunca sabes si aciertas en la elección. No hay segundas oportunidades. Croquetas de bogavante y pollo asado y de postre una especialidad de la casa “cañas zamoranas”.
Después hemos vuelto a salir a
realizar las últimas fotos nocturnas de la ciudad. La Catedral y el Puente
Romano sobre el Duero, han sido los escenarios escogidos. Nos ha llamo
poderosamente la atención el hecho que las cigüeñas estuvieran encima de las
iglesias. No las habíamos visto durante el día. En cada iglesia las cigüeñas se
habían hecho fuertes en los campanarios.
Después hemos vuelto al
Parador. El día ha sido exhaustivo. Ciudad monumental, sin el carisma de
Salamanca, pero destila autenticidad y dignidad. Mañana toca León.
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