Día 4
Hemos salido de Plasencia más
tarde de lo esperado. Hemos cogido la Autovía hacia Salamanca. La intención era
pasar por Guijuelo, pero la hora y el poco tiempo que tenemos nos ha decidido
dejarlo atrás e ir directamente a Salamanca.
Hemos pasado por Béjar, en la
Autovía quedaba a nuestra derecha, teníamos ganas de ir, pero la premura de
tiempo lo hace imposible. Béjar queda en una hondonada. Había sido un emporio
industrial, del textil. Hoy, desgracia-damente no lo es.
Hemos llegado sobre las 11h. a
Salamanca. El Parador Nacional está
justo al otro lado del río Tormes. El Parador Nacional es un edificio
moderno y funcional, atípico, en comparación con los aparadores que hemos
recorrido y los que recorreremos. El edificio es enorme. Si el edificio no tiene
historia, si tiene en cambio, una vista sensacional de la catedral de
Salamanca.
Hemos llegado que no había aún
la habitación, y nos hemos ido a pasear por la Salamanca monumental. Desde el
Parador hay un camino de tierra que acorta la distancia hasta el “Puente
Romano”. Junto al río hay una pista de atletismo de calentamiento que saluda al
visitante.
Hemos caminado por el “Puente
Romano” hacia la otra orilla. Allí nos aguarda una escultura en homenaje al
“lazarillo de Tormes”. La literatura y la historia se dan la mano en una ciudad
monumental extraordinaria.
Hemos empezado a subir por la
cuesta de la calle Tentenecio, tenía sabor a la tabla periódica, no éramos los
únicos turistas, un grupo muy numeroso de ellos se arremolinaban delante
de la guía que explicaba en ese momento el monumento al Lazarillo. Hemos pasado
por el edificio del “Archivo de Salamanca ”, sobre la Guerra Civil. La calle, en
la que está situado el edificio, es la calle Gibraltar, parece recordarnos las
bromas e ironías de la historia.
A medida que nos acercabamos a la Catedral, está parecía crecer en tamaño, unas dimensiones colosales nos ha recibido a todos los turistas. Hemos entrado en la Catedral. Hemos pagado “religiosamente” al recinto y hemos podido acceder al reino de la piedra y el espíritu. Las dimensiones de la Catedral son colosales. Con el precio de la entrada se adjuntaba un teléfono que permitía oír según la numeración de cada área de la Catedral su historia. Un torrente de información corre hacia nuestros oídos y llega a un cerebro que debe procesar toda esta información.
A medida que nos acercabamos a la Catedral, está parecía crecer en tamaño, unas dimensiones colosales nos ha recibido a todos los turistas. Hemos entrado en la Catedral. Hemos pagado “religiosamente” al recinto y hemos podido acceder al reino de la piedra y el espíritu. Las dimensiones de la Catedral son colosales. Con el precio de la entrada se adjuntaba un teléfono que permitía oír según la numeración de cada área de la Catedral su historia. Un torrente de información corre hacia nuestros oídos y llega a un cerebro que debe procesar toda esta información.
Las fotos de rigor, se podía
hacer muchos álbumes Hoffman con ellos. Es evidente que su enormidad expresaba
un poder que iba más allá de lo humano. Después, hemos callejeado por la zona
de la Universidad y calles adyacentes. Había mucho ambiente. Turistas y
estudiantes hacían bullir a la ciudad.
Los edificios, todos los del
centro, tienen en común la piedra y el color que lucen en todos ellos. Las
edificaciones son de un estilo clásico. Da la impresión de edificios
gubernamentales. Las calles confluyen en su famosa y bien merecida Plaza Mayor.
La Plaza es enorme en este
momento la preside un elefante con la trompa
en el suelo haciendo equilibrio, el conjunto es chocante y delirante.
Junto a los pórticos de la Plaza se congregaban cafeterías y restaurantes, amén
de la oficina de información de turismo.
Hemos seguido hacía llegar a
una iglesia circular denominada San Marcos, el límite de la zona turística de
Salamanca. Más allá de ella, está la Avda. de Mirat que establece la frontera
entre la Salamanca de los turistas y la de todos los días para la inmensa
mayoría de los salmantinos.
En el trayecto, hemos visto un
local para comer, en la calle Zamora, La Jamonería de Carmen. Nos hemos sentado
en la terraza a contemplar el paisaje y paisanaje. Hemos comido unas tapas y
una copa de vino blanco. He pedido jamón ibérico para no desentonar. Siguiendo
la máxima: allí donde fueres haz lo que vieres. Excelente.
Después de comer, hemos desandado
el camino, hasta llegar al Parador, donde nos hemos registrado y dejado las
maletas. Hemos descansado, eran las 15.30h. Después he ido a correr un rato,
junto al río y la pista de atletismo. He llegado hasta el “Puente de la
Universidad”, y vuelta al hotel. Hacía un calor soportable.
Volver al hotel, ducha y volver
a visitar la ciudad. Hemos cogido el “tren turístico”, que nos ha llevado por
los rincones más turísticos y tópicos de la ciudad. Estaba lleno de turistas.
El recorrido nos ha permitido coger aire y recrearnos la vista por los
diferentes monumentos de la ciudad. El museo Casa Lis Museo de Art Nouveau y Art Decó, lugar singular donde los haya.
Después hemos recorrido algunas
calles hasta encontrar una tienda que habíamos visto con el “tren turístico”.
El propietario, muy amable, nos ha contado que la ciudad se sostiene gracias a
los estudiantes y los turistas que sostienen el comercio. Apenas hay industria.
Su clientela proviene de Valencia y Barcelona, gracias a internet. La tienda se
dedica a vender productos ibéricos (La élite de la Dehesa, calle San Pablo, 56)..
Después nos hemos dirigido al
Parador a cenar. El comedor no tenida nada de regio, como en los otros
Paradores. La buena noticia era que desde sus ventanales, se podía contemplar
la Catedral iluminada. La escenografía es insuperable. Para no desentonar, la
cena ha estado a la altura. Platos elaborados, cantidad justa y sabor
excelente. El comedor estaba lleno, especialmente de japoneses. Nos ha atendido
un joven muy simpático y dinámico que era de Holanda. Nos ha preguntado de
dónde éramos, le hemos dicho de cerca de Barcelona, no la conoce, pero que le
gustaría conocerla.
He hecho fotos nocturnas de la Catedral desde el Parador. Resulta
agotador recorrer la ciudad. Sin embargo, Salamanca impresiona. Todo
perfectamente impecable, edificios regios, naturalmente, no sé los problemas
cotidianos de las personas que viven el día a día. Supongo que como todas las
ciudades, movilidad, vivienda, trabajo,
llegar a fin de mes. En todo caso, la
impresión es que es una ciudad que no costaría demasiado adaptarse.
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