diumenge, 14 de juliol del 2013

Auto de fe (6)


Capítulo 6

¡ Mi querida señora!

 

En este capítulo Teresa sigue su implacable reconquista de su “nueva casa”. Ella necesita también una cama. Kien tiene una, pero ella sigue durmiendo en su antigua cama de sirvienta. 

El “matrimonio” no se ha consumado y Teresa se consume. Él en su despacho todo el día y ella ¿qué hace? Pues se queda detrás de la puerta de Kien, espiando. Kein abre la puerta y Teresa está a punto de caer, ella se indigna. 

Quiere una cama y piensa en conseguirla. Teresa va de tienda en tienda, pues, quiere saber precios. Piensa en muebles caros para poder pasarle la factura a Kien y quedarse con un mueble más barato. Así la diferencia irá a parar a su cuenta corriente. 

Teresa le anuncia a Kien que no piensa cocinar. Teresa cree que puede presionarlo, pero Kien ve una oportunidad de oro para que desaparezca durante el día. Kien le alienta para que visite tiendas de muebles. Llega a una tienda donde un dependiente dicharachachero le dice: “¡Mi querida señora!” (pág.93) encandilándola para conseguir su objetivo: la venta. 

La voz del dependiente le suena a Teresa como “mantequilla” que embriaga sus oídos, pues, Teresa se debate entre sus deseos insatisfechos y el decoro debido.

 


El dependiente le expone una máxima moral: “La felicidad conyugal no pasa sólo por el estómago, pasa también por los muebles, sobre todo por el dormitorio, y yo diría que todavía más por las camas, si, por las camas de matrimonio como quien dice” (pág.95) 

El dependiente parece tener la estatura del director o propietario de la tienda, pero no, él es un empleado. La empresa de muebles es Gross & Madre. El Sr. Gross es pequeño y parece poca cosa, el dependiente sabe manejarlo, no así a la madre de Gross, que es la auténtica propietaria. El dependiente se apellida Guarro. Teresa quiere invitarlo a un almuerzo, pero él no está interesado por ella y si por la venta. El jefe le invita a Guarro para que vaya con la clienta. Cuando van a salir del establecimiento el Sr. Guarro le dice a Teresa con su voz de mantequilla: “¡Usted primero, mi querida señora!” (pág.100)
 

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