Capítulo 6
¡ Mi querida señora!
En este capítulo Teresa
sigue su implacable reconquista de su “nueva casa”. Ella necesita también una
cama. Kien tiene una, pero ella sigue durmiendo en su antigua cama de
sirvienta.
El “matrimonio” no se ha
consumado y Teresa se consume. Él en su despacho todo el día y ella ¿qué hace?
Pues se queda detrás de la puerta de Kien, espiando. Kein abre la puerta y
Teresa está a punto de caer, ella se indigna.
Quiere una cama y piensa
en conseguirla. Teresa va de tienda en tienda, pues, quiere saber precios.
Piensa en muebles caros para poder pasarle la factura a Kien y quedarse con un
mueble más barato. Así la diferencia irá a parar a su cuenta corriente.
Teresa le anuncia a Kien
que no piensa cocinar. Teresa cree que puede presionarlo, pero Kien ve una
oportunidad de oro para que desaparezca durante el día. Kien le alienta para
que visite tiendas de muebles. Llega a una tienda donde un dependiente
dicharachachero le dice: “¡Mi querida señora!” (pág.93) encandilándola para
conseguir su objetivo: la venta.
La voz del dependiente
le suena a Teresa como “mantequilla” que embriaga sus oídos, pues, Teresa se
debate entre sus deseos insatisfechos y el decoro debido.
El dependiente le expone
una máxima moral: “La felicidad conyugal no pasa sólo por el estómago, pasa
también por los muebles, sobre todo por el dormitorio, y yo diría que todavía
más por las camas, si, por las camas de matrimonio como quien dice” (pág.95)
El dependiente parece
tener la estatura del director o propietario de la tienda, pero no, él es un
empleado. La empresa de muebles es Gross & Madre. El Sr. Gross es pequeño y
parece poca cosa, el dependiente sabe manejarlo, no así a la madre de Gross,
que es la auténtica propietaria. El dependiente se apellida Guarro. Teresa
quiere invitarlo a un almuerzo, pero él no está interesado por ella y si por la
venta. El jefe le invita a Guarro para que vaya con la clienta. Cuando van a
salir del establecimiento el Sr. Guarro le dice a Teresa con su voz de
mantequilla: “¡Usted primero, mi querida señora!” (pág.100)
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