La felicidad de los XXXXX
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diumenge, 2 de juny del 2019
dissabte, 1 de juny del 2019
Celtiberia Show (I)
El término proviene de Luis Carandell (1929-2002) que desde la revista Triunfo (1968) creó una sección en la que se podía ver los sincronismos entre una España oficial y otra real. Se publicó un libro con una recopilación de las mejores estampas carpetovetónicas*. En el 2019, también es posible conseguir estampas que parecen provenir de una España que se resiste a cambiar.
* Carpetovetónico, -a 2. Se aplica las personas, y a sus ideas, costumbres, etc., que representan lo español tradicional a ultranza, oponiéndose a cualquier influencia extranjera. (María Moliner, Diccionario de uso del español, a-i, 3ªed. ed.Gredos, Madrid, 2007)
Morir en EE.UU
La noticia, que lo es, no deja de ser una repetición trágica y absurda en el país del mundo occidental, más violento y punitivo. Los datos estadísticos son escalofriantes, sino fuera porque no se tocan las causas, siempre se achaca al desequilibrio de la persona que ha podido comprar un arma de fuego con el beneplácito de una sociedad que después se lamenta de estos sucesos. No habrá cambios legislativos, porque los lobbies de las armas son extraordinariamente poderosos.
Las cifras son de una guerra sorda que la sociedad más poderosa del mundo, lleva a cabo con sus propios fantasmas. 40.000 personas muertas, es una cifra descomunal y da el reflejo de una sociedad que no es fácil de entender. Un país que se divide entre unas elites que viven muy por encima de sus conciudadanos que malviven en el paraíso que la propaganda se encarga de inculcar.
Ahora, habrá que esperar a una nueva (vieja) noticia sobre la siguiente matanza para volver a los mismos tópicos. Morir en EEUU es cada día más fácil, se encargan las armas de fuego y una sanidad que no todos pueden pagar, de una cultura de la comida basura y un derroche de fármacos que vuelve dependientes y vulnerables a los más pobres. ¡EEUU no es país para pobres!
Inicios fulgurantes (VI)
I
Bueno, ¿Qué te parece?
Mi padre había perdido casi por completo la visión del ojo derecho cuando cumplió los ochenta y seis, pero, por lo demás, su estado de salud podía considerarse fenomenal para una persona de su edad, hasta que contrajo lo que un médico de Florida diagnosticó, equivocadamente, como parálisis de Bell, una infección vírica que, por lo común, paraliza, con carácter temporal, un lado de la cara.
Philip Roth, Patrimonio. Una historia verdadera. Trad. Ramón Buenaventura. Contemporánea, Debolsillo, Barcelona, 2011.
divendres, 31 de maig del 2019
Inicios fulgurantes (V)
"Ojalá mi padre o mi madre, o mejor dicho ambos, hubieran sido más conscientes, mientras los dos se afanaban por igual en el cumplimiento de sus obligaciones, de lo que se traían entre manos cuando me engendraron; si hubieran tenido debidamente presentes cuántas cosas dependían de lo que estaban haciendo en aquel momento:- que no sólo estaba en juego la creación de un Ser racional sino que también, posiblemente, la feliz formación y constitución de su cuerpo, tal vez su genio y hasta la naturaleza de su mente;- y que incluso, en contra de lo que ellos creían, la suerte de toda la casa podía tomar uno u otro rumbo según los humores y disposiciones que entonces predominarán:-si hubieran sopesado y considerado todo esto como es debido, y procedido en consecuencia,- estoy francamente convencido de que yo habría hecho en el mundo un papel completamente distinto de aquel en el que es muy probable que el lector me ve. (…)" (pág.5)
Laurence Sterne, La vida y las opiniones de caballero Tristram Shandy. Los sermones de Mr.Yorick. Prólogo Andrew Wright, Trad. Javier Marías, Clásicos Alfaguara, Ed.Alfaguara, Madrid, 1978.
dijous, 30 de maig del 2019
Inicios fulgurantes (IV)
“Una tarde de verano, al anochecer, Anceo el lélege, el de la florida Samos, fue abandonado en la costa arenosa del sur de Mallorca, la mayor de las islas Hespérides o, como las llaman algunos, las islas de los Honderos o las islas de los Hombres Desnudos. Estas islas quedan muy cerca unas de otras y están situadas en el extremo occidental del mar, a sólo un día de navegación de España cuando sopla un viento favorable. Los isleños, asombrados por su aspecto, se abstuvieron de darle muerte y le condujeron, con manifiesto desprecio por sus sandalias griegas, su corta túnica manchada por el viaje y su pesada capa de marinero, ante la gran sacerdotisa y gobernadora de Mallorca que vivía en la cueva del Drach, la entrada a los Infiernos más distante de Grecia, de las muchas que existen.”
Robert Graves, El vellocino de oro, Narrativas/Edhasa, trad. Lucía Graves, Edhasa, Barcelona, 1984.
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