Son las 20,20h de NY. Hemos salido de casa a las 7h. Nos ha llevado un taxista que conducía un Audi. El trayecto ha sido rápido, pues, no había transito. Hemos ido por la Ronda de Dalt hasta llegar a la T1.
La entrada a la T1 estaba llena de taxis y se hacía dfícil aparcar. Nos ha dejado a la puerta deseándonos lo mejor, hacía bien su trabajo. No había mucha cola, faltaban tres horas para el vuelo. Había en ese momento más gente con destino a Atlanta que a NY. Después de facturar las maletas nos hemos ido hacia el control de pasajeros. Arcos de seguridad, un simulacro del arco de triunfo de los nuevos tiempos que corren. Máquinas para controlar los equipajes de mano. En fin, desde lo del 11-S se ha hecho habitual y que todos cogemos como un mal menor, a pesar de que todos somos sospechosos. Después no hemos dirigido a la puerta de embarque, otro control, y el policía que atendía al puesto nos ha indicado que una vez dentro ya no podía volver a salir. Lo decía porque las tiendas libres de impuestos –paraísos fiscales del consumo-, estaban al otro lado del puesto. En la zona para nuestro embarque había muy poca gente, así que hemos aprovechado para tomarnos unos cortados. A medida que se acercaba la hora había más gente y ahora había que hacer cola en el bar para tomarse cualquier cosa.
Una de las extrañas paradojas de estos tiempos tan confusos es que mientras las compañías aéreas pierden dinero, nunca como ahora se había viajado tanto. Cuando faltaba poco para nuestra salida de ofrecían hasta 1000$ por pasaje si se renunciaba a ese vuelo. El avión estaba lleno. Delta Air Lines debe estar satisfecha. El pasaje era mayoritariamente norteamericano. El resto supongo éramos los turistas que íbamos a NY en vuelo directo desde Barcelona.
Una vez dentro, 11.15h se nos ha hecho esperar casi una hora. No sé la causa. ¿Los famosos controladores? En el avión hacía frío, pero íbamos preparados para ello. Nos ha tocado ir a la altura de las alas. Todos apretados, excepto, los de primera clase, que ahora se llaman Business Class y Economy Class. Agobiante. El vuelo ha durado 8.15h. La ruta seguida ha sido ir hacia Oviedo, Atlántico norte, zona de Terranova, Halifax y NY. Resulta útil la pantalla que tenemos enfrente del asiento y que permite ver películas, la mayoría en todas las lenguas, excepto, en castellano. Sólo alguna lo estaba. En catalán, ninguna, a pesar de que se sale de Barcelona.
Junto a la estrechez un bebé que no tenía intención de dormirse y sí de gritar a pleno pulmón ha hecho más incómodo el viaje. ¡Tengo que pedir un aumento de sueldo y un jet privado! Y después del trayecto por el Atlántico, NY.
Hemos aterrizado sin contratiempo, cuando los hay, siempre se sale en la TV para informarnos de la catástrofe de turno. Por milagros de la latitud eran las 14.30h. Salida hacia el control de pasaporte en el JFK. Espacio claustrofóbico, lleno de gente y al final, control de aduanas. Nos ha tocado en nº 8 que no había manera de que avanzara. En la cola he visto a T. El mundo es un pañuelo. La lentitud se explica porque en el control hay que pasar por la toma de huellas dactilares vía digital y fotografía. Todo resulta excesivo. Hay que pensar que el 11-S los atentados se perpetraron dentro del espacio interno, no venían de fuera. Estaban dentro. Así que estas muestras de control son fundamentalmente una coreografía de la seguridad. Al parecer estas fotografías se eliminan al cabo de un cierto tiempo. Una hora de esperar en total para poder cruzar el umbral que nos dejamos acceso a NY. Hemos cogido el equipaje y hemos salido por la puerta hacia el exterior. Allí nos esperaba nuestro contacto que nos ha llevado desde el JFK al hotel. Llovía. Nuestro cicerone es de Colombia, nos ha llenado de datos fácilmente olvidables.
El recorrido desde el aeropuerto JFK ha sido relativamente rápido. Hemos ido por Queens pasando por el parque Flushing Meadows y las torres de la Feria Mundial que aparecen en la película Man in Black. Nos ha dejado en el hotel. Desde el hotel se ve el abside de la Catedral de San Patricio en la Avenida Madison.
Hemos ido a pasear y los pies nos han conducido a Central Park. Estaba cerca del hotel. Hemos ido a un restaurante con nombre italiano. Alfredo of Roma. El local estaba bien, pero la comida no era para echar cohetes. Estábamos cansados y agotados, en casa eran las 4 de la mañana. Por cierto, en la 5ª Avenida está lleno de carritos de comida rápida que impregna toda la Avenida llena de tiendas exclusivas, una mezcla chocante de fritangas que envuelven las aceras y a sus transeúntes que se introducen en las tiendas con ese peculiar olor. Hacía un bochorno de primera. Seguiremos..