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dimarts, 21 d’agost del 2018

Reseña: Eduardo Mendoza

Eduardo Mendoza, Qué está pasando en Cataluña. ed. Seix Barral, Barcelona, 2017. 

El presente texto, breve, 96 páginas, es un compendio de tópicos y lugares comunes. Es evidente que Mendoza no es analista político, por eso los capítulos que llenan buena parte del texto, son un conjunto de explicaciones, todas ellas respetables, pero muy superficiales.  

Mendoza nos dice que “No lo he escrito para posicionarme en un bando o en otro. Personalmente, no me gusta ninguno de los dos, pero eso se puede atribuir a  mi temperamento, a mis ideas y a mi experiencia personal”. Este propósito no lo cumple. 

Texto plano, que trata de entender lo que ha sucedido. Es evidente, al menos desde mi punto de vista,  este texto no acaba de ayudar a entender lo que ha sucedido. Trata de ser equidistante, repartiendo culpas a unos y otros, es obvio, que en el problema de la relación entre Estado y Generalitat, ambos han cometido errores y disparates.  

Los diferentes capítulos que integran el texto pretenden ser piezas para entender porqué estamos como estamos. Sin embargo, no lo consigue, es un aglomerado de ideas más que discutibles, como todas las ideas, que pretenden aclararlo todo y no consigue su objetivo. 

En el apartado ¿Una democracia franquista?, Mendoza logra una brillante imagen cuando nos habla del 1-O. Así, nos dice: "(…) Es obvio que a los ojos de la ley el buen talante del transgresor no es una eximente. Y también es obvio que un sistema que en los años duros de la crisis no tenía reparo en dejar sin hogar a una anciana desvalida no lo iba a tener a la hora de impedir que otra anciana por su propia voluntad, participará en una votación expresamente prohibida”. 




La descripción es exacta y certera. El Estado hizo lo imposible para que no se celebrara la consulta, y sin embargo, se realizó. Mendoza no se extiende demasiado por el 1-O. Sin embargo, los que fueron a votar ese día, difícilmente se olvidarán de esa fecha. Mendoza pasa de largo del 1-O lo cual solo puede explicarse como él mismo dice: “Desde hace años paso la mayor parte de mi tiempo fuera de Cataluña y de España (…)”. 

En el apartado titulado “Cataluña en España”, afirma contundentemente lo siguiente: “No hay razón práctica que justifique el deseo de independizarse de España. Comparativamente, y pese a todo, España no es un mal país. Podría ser mejor, pero dudo de que Cataluña, librada a sus fuerzas, se convirtiera en el paraíso que anuncian los partidarios de la nueva república”. Una de las razones del independentismo es precisamente esa “razón práctica”. La otra cuestión es que una Cataluña independiente, no será el paraíso, porque nadie ha dicho que lo sea. Que España no es un mal país, lo sabemos también los catalanes. Pero, por la misma razón, podríamos decir que Cataluña también podría serlo.  

Mendoza analiza la transición  del catalanismo, CiU, desde la colaboración con los diferentes gobiernos del Estado, hasta deslizarse hasta el independentismo. Mendoza encuentra en los medios de comunicación catalanes –TV3 y Catalunya Ràdio- en “órganos de difusión  soberanista, en su faceta combativa (…)”. Introduce otro elemento para explicar ese deslizamiento al independentismo, “la crisis financiera de los últimos años convirtió el movimiento independentista en un cauce ideal para el descontento de la población y sobre todo de los jóvenes (…)”.  

A Mendoza no le gusta la situación actual, por eso aventura que “(…) da la impresión de que ambas partes desearían poner fin a una tensión que ya no beneficia a nadie”. Seguramente no le falta razón, pero, ¿se puede hacer como si nada hubiera pasado? No habla de los dirigentes sociales y políticos en prisión ni de los exiliados forzosos. No deja de ser sorprendente que no hable.  

El texto de Mendoza expresa la sorpresa por una situación que está lejos de haberse solucionado, como dice al final de su texto, “ [Lo] inicie a sabiendas de que no le podría  poner un final y de que probablemente estaría desfasado cuando viera la luz cuando viera la luz, si la veía”. 

Mendoza nos da su interpretación de una realidad que no acaba de entender, y la cuestión era bastante sencilla, ¿es posible que los catalanes, puedan decidir en una consulta si quieren seguir perteneciendo a España? La respuesta que ha dado el Estado con meridiana claridad es que no se puede hacer esa consulta, ni siquiera plantearla. Pero Mendoza no ha llegado a esa pregunta. 


diumenge, 8 de gener del 2012

"Riña de gatos" (y perros)


Acabo de leer “Riña de gatos. Madrid 1936” de Eduardo Mendoza, premio Planeta 2010. Eduardo Mendoza es un escritor excelente, lo demostró con “La verdad sobre el caso Savolta” (1975), especialmente notable fue su obra “La ciudad de los prodigios” (1986), o bien, “El asombroso viaje de Pomponio Flato” (2008). Premios y reconocimientos que Mendoza merece sobradamente.


La imaginación y la memoria me juega malas pasadas porque de manera inconsciente esta novela que quisiera comentar “Riña de gatos” me hace saltar a otra novela de Muñoz Molina que la sitúa en la misma época. Mendoza juega a un tono ligero. Una comedia llena de enredos e intrigas y un sabor castizo que quiere ser eso, una comedia, donde los personajes son ligeros en medio de un ambiente sobrecargado de ideologías.


La novela tiene una trama detectivesca. La posible existencia de un cuadro desconocido de Velázquez es el motor de toda la trama. Y la entrañable figura de Anthony Whitelands el protagonista, a su pesar, de un entramado de conspiraciones entre miembros de Falange, militares golpistas, miembros del lumpenproletariado y una familia de la nobleza madrileña. Ingredientes más que suficientes para hilvanar una historia amena y entretenida. Si el trasfondo es el Madrid de 1936, la realidad que se deja traslucir es sólo un telón para las correrías de los personajes.

En esta historia hay amor y desamor, envidias y rivalidades, sacrificios y mezquindades, es decir, como la vida misma. Por ello, la novela se deja leer fácilmente. No en vano, el Premio Planeta, es el vehículo que hace posible que miles de lectores se acerquen a la lectura.






Si la construcción de la trama está hecha con acierto, hay excelentes digresiones sobre la historia del arte, y los personajes, reales e imaginarios que aparecen están resueltos con acierto, el final, parece demasiado precipitado, como si su autor quisiera dejarlos, abandonarlos a su suerte. Una suerte que permite entender una de las constantes del escritor. Hay un auténtico afán de deshacerse de cualquier trascendencia, de adquirir cualquier perfil de importancia, Eduardo Mendoza no quiere ser un escritor de referencia –Muñoz Molina-, lo suyo es una literatura que se sabe efímera, que no quiere ser un clásico –como lo será “La noche de los tiempos” de Muñoz Molina-, es un escritor anticlásico, si es que esta etiqueta tiene algún significado.


En tiempos como los nuestros, la actitud de Mendoza es digna de tener en cuenta. A medida que iba leyendo y sonriendo, ante las peripecias de “Vitelas” como le llama uno de los personajes que aparecen en la novela,uno no deja de pensar en la otra novela “La noche de los tiempos”, donde los personajes son trágicos como lo serán los destinos de todos los españoles que vivieron aquellos dramáticos hechos. La utilización de un extranjero “un inglés” le permite a Mendoza, tomar distancias sobre lo que se cernía en la España del 36. El personaje está fascinado por Velázquez y la cultura del siglo de Oro, pero no tiene convicciones ideológicas, su causa es la pintura, el arte. Y está desafección ideológica, le permite ver lo que aparece como un desatino, y una locura. En la distancia esa locura tuvo que ver con las ideologías y también con las circunstancias concretas y precisas de una España que quería ser moderna, pero estaba prisionera de sus tradiciones que acabaron por estallar de manera trágica en julio del 36. La República fue asaltada por aquellos que habían jurado lealtad, el resto es nuestra historia reciente. Una historia que aún escuece, por ello, “Riña de gatos” es un bálsamo, puede parecer poca cosa, pero en tiempos donde la crispación se hace virtud, la novela ayuda a contrarrestar esa bilis que aún circula cuando se habla de la España del 36.

dilluns, 5 de juliol del 2010

El niño Jesús y Pomponio Flato


He leído con interés y humor la novela de Eduardo Mendoza "El asombroso viaje de Pomponio Flato"(*). Lo menos que se puede decir del libro es que es ameno y distrae. 


El escenario es Palestina. Pomponio es un "erudito"  que viaja por el imperio romano en la búsqueda de aguas milagrosas. El azar quiere que se encuentre en medio de un enredo en Nazaret. El caso es que un carpintero, José, está  condenado a la crucifixión por la muerte de un rico comerciante, Epulón. Y para supervisar la orden Pomponio se encontrará en el camino al tribuno Apio Pulcro.




El enredo empieza cuando un niño se le aparece en el "hospedaje" que ha sido asignado por el magnánimo Apio Pulcro. El niño es hijo de José y le pide a Pomponio que investigue el caso, pues, afirma que su padre no ha matado a nadie.

Los hechos y las situaciones se suceden a ritmo vertiginoso. Pinceladas detectivescas, situaciones inverosímiles, personajes que van apareciendo para complicar la madeja. Intriga, enredos, pasiones, azar, etc., se mezclan en esta obra para descubrir un mundo en un pequeño rincón del imperio romano. Las apariencias engañan, los potenciales culpables se multiplican. La obra bien pudiera considerarse un evangelio apócrifo, dónde José, María y Jesús son tan humanos que el sueño de trascendencia queda desterrado de todo horizonte.

En definitiva, una obra que se deja leer con amenidad y humor, un ejercicio que demuestra el talento enorme de un escritor como Eduardo Mendoza que siempre se espera de él mucho más.



Nota:

(*) Eduardo Mendoza "El asombroso viaje de Pomponio Flato". Ed. Círculo de Lectores.Barcelona, 2008