Al parecer de Gomáriz, esa
ciudadanía formal, se dejo seducir por las soluciones fáciles y
"extremas". El resultado de este proceso, ha sido "el
debilitamiento de la defensa de ese elemento crucial [la soberanía popular] que
caracteriza el contrato sociopolítico recogido en la Constitución
española". El autor no retrata todo el cuadro: la corrupción de la clase
política de todos los partidos con responsabilidad ejecutivas, sean el PSOE,
PP, CiU. Nadie escapo a esa lacra que todos sabían pero que eran incapaces de
hacer frente. Además del deterioro de la institución monárquica, de la mano de
Juan Carlos I, que finalmente tuvo que abdicar para salvar la institución que
es el legado personal de Franco al futuro.
Según Gomáriz, "el
independentismo catalán subraya que representa la mejor expresión de una
ciudadanía democrática". Gomámiz, pone en solfa a dicha ciudadanía. Utiliza
las palabras de Marta Rovira de ERC como quintaesencial de "una forma
superior de actuación democrática". Califica esa idea como
"supremacismo" frente a las opciones
del bloque constitucional.
Habla de drama catalán. No sé,
si esa es la palabra. El drama es ante todo de los representantes del
independentismo que por obra y desgracia del artículo 155, ha puesto en la
picota a los mencionados representantes, empezando por el propia President de
la Generalitat, Carles Puigdemont. Y todos los que en virtud de una
interpretación surrealista del Magistrado del TS, Pablo LLarena, ha instalado a
todos ellos, y por extensión a la mitad de la población que opta por partidos
independentistas. Las resoluciones del Magistrado, rayan directamente en la prevaricación, negando por
ejemplo, el derecho de los detenidos a presentarse en el Parlament. Llarena, se
ha erigido en portavoz del Parlament de Cataluña. Nada de todo esto se menciona
en el artículo de Gomáriz.
Según él, en el drama catalán
existen dos componentes: por un lado un "empate sociopolítico" entre
independentistas y quienes lo rechazan. El hecho de que en el Parlament exista
mayoría independentista, le permite hacer una extraña pirueta al afirmar que
eso es así por "sus características orgánicas y territoriales".
Habría que decir que la ley electoral, es exactamente igual a la que le permite
gobernar al PP o al PSOE. En esos casos, nadir dice nada sobre esas
"características". Uno de los problemas es precisamente una ley
electoral que sea más permeable a la diversidad. Los partidos hegemónicos nunca
han estado interesados en cambiarlos.
El otro componente del
"drama" es el distinto papel de la ciudadanía. Gomáriz construye su
relato para afirmar, que la existencia de una sociedad formal, pasiva y
desinteresada y por otra, una ciudadanía activa que identifica sin más al
nacionalismo, tendría que especificar a qué tipo de nacionalismo se refiere,
pero es obvio que para el artículista, solo hay un nacionalismo que es el
independentista. Esa ciudadanía activa lo es según él, porque es
"espoleada por los líderes políticos independentistas". Estos que
precisamente están encarcelados. Buscando una vía virtuosa saca a colación a
esa ciudadanía sustantiva, que se ve sometida por los dos extremos, según nos
cuenta Gomáriz.
Gomáriz se permite descalificar
por poco democrático a esa ciudadanía activa identificada exclusivamente por
los independentistas, sólo el 47% de la población. ¿Se ha preguntado Gomáriz
porque está desafección del 47%? Gomáriz descalifica las acciones que se
llevaron a cabo para poder participar en el referéndum de 1-O. Todos los que
fuimos a votar somos descalificados sin más. Nos somos esa ciudadanía
sustantiva. El problema de Gomáriz, es que la invención de esa ciudadanía le
permite destilar la idea que existe una amplia mayoría silenciosa que aún no ha
dicho la última palabra.