"Al Kaiser Guillermo II se le atribuye una carta dirigida al emperador austríaco Francisco José, en los días iniciales de la primera guerra mundial, en la que se expresaba como sigue: "Mi alma se siente atormentada, pero todo debe ser incendiado y destruido; hay que matar a hombres y mujeres, a ancianos y niños, y no debe dejarse en pie un árbol ni una casa. Con estos métodos de terrorismo, que solamente pueden afectar a un pueblo tan degenerado como el francés, se ganará la guerra en dos meses, mientras que si admito consideraciones humanitarias se prolongará durante años. A pesar de mi repugnancia, me he visto obligado consiguientemente a optar por el primer sistema".
"Esto mostraba su despiadada política, y esta política de asesinato indiscriminado para acortar la guerra fue considerada un crimen. En la guerra del Pacífico sometida a nuestra consideración, si algo se aproxima a lo señalado en la anterior carta del emperador alemán es la decisión de las potencias aliadas de emplear la bomba atómica. Las generaciones futuras juzgarán esta terrible decisión. La historia dirá si es irracional y solamente sentimental un estallido del sentimiento popular contra el empleo de semejante arma, y si ha pasado a ser legítimo conseguir la victoria por medio de tan indiscriminada matanza, destruyendo la voluntad de toda una nación para seguir combatiendo. No es necesario que nos detengamos a considerar aquí si es cierto o no que "la bomba atómica nos obliga a un examen más profundo de la naturaleza de la guerra y de los medios legítimos para la consecución de objetivos militares". Para mis propósitos será suficiente decir que si la destrucción indiscriminada de la vida y las propiedades de los civiles sigue siendo ilegítima en la guerra, entonces, en la guerra del Pacífico, la decisión de emplear la bomba atómica es lo único que se acerca mucho a las directivas del emperador alemán durante la primera guerra mundial y de los dirigentes nazis durante la segunda." (pág. 170-171)
Les paraules anteriorment citades provenen del jutge indi Radhabinod Pal, la veu asiàtica més destacada en el Tribunal de Tokio que jutjà els crims de guerra japonesos*.
Per descomptat, qui guanya una guerra, sempre jutge a qui la perduda. Malgrat els mètodes emprats per guanyar-la.