II
Ilegitimidad
“Por su dintorno el fascismo es un partido autoritario (…), confusamente antidemocrático (…); nacionalista (…)”. Desde fuera, destacan dos notas: “la violencia y la ilegitimidad”. Para ortega y Gasset, la violencia es consecuencia de la ilegitimidad. La paradoja de su ilegitimidad aún después de haber adquirido poder. “No pretende el fascismo gobernar con derecho, no aspira siquiera a ser legítimo. Ésta es a mi juicio, su gran originalidad (…)”.
En el fascismo, la violencia “es el sucedáneo de una legalidad inexistente”. Su fuerza está en apropiarse un motivo “hay que salvar a Italia”. Ortega y Gasset, llama la atención de esta anomalía, que un motivo, pueda triunfar y además sea aceptado “por una nación contemporánea”.
Ortega y Gasset hace una afirmación que parece reflejar lo que sucede en el 2019, cuando dice lo siguiente: “(…), porque hoy -1925- no existe en las naciones continentales ninguna forma de legitimidad que satisfaga e ilusione a los espíritus.”. Establece un pronóstico: “No es dudoso que en el momento que aparezca un nuevo principio de la ley política capaz de entusiasmar sin vacilaciones a un grupo social, el fascismo se evaporará automáticamente.” Lo que le lleva a concluir en su presente –nuestro pasado- que es la falta de convicción de liberales y demócratas lo que hace posible que el fascismo pueda medrar en el tejido social.
El “fenómeno histórico” no es más que la impotencia de los que deberían defender las instituciones democráticas. Por eso, puede pronosticar que “son movimientos esencialmente transitorios lo cual no quiere decir que duren poco”. Ortega y Gasset rechaza la tesis según la cual “la historia política es siempre obra de minorías resultas”. Tesis con han compartido el fascismo, la teoría de las élites -V.Pareto, G.Mosca, R.Michels-, y el leninismo. Pone el énfasis en la idea –que se olvida con demasiada facilidad-, que “para vencer tienen que convertirse de un modo u otro modo, en mayorías.” Concluye el artículo que cuando los partidos que deberían defender las instituciones dejan de hacerlo con la complacencia de la sociedad, es cuando esos grupos, pueden llenar ese vacío.
El fascismo, y sus actuales variantes, tienen una losa enorme, y es la historia. Mientras se mantenga viva y se actualice esa memoria, el fascismo tendrá dificultades, sin embargo, si las propias fuerzas democráticas se dejan arrastrar en el campo de la demagogia, entonces, su supervivencia será responsabilidad de las fuerzas políticas y sus instituciones.