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Un poeta de Denia escribía:
“Si es mi origen el polvo, cada país
Es el mío, y los mundos, mis parientes” (pág.91)
El poeta lo escribió en el siglo XI, se llamaba Abu l-Salt ibn Umayya. Resulta sospechosa la falta de memoria de nuestro pasado musulmán, si durante ochocientos años vivieron en la península ibérica, nuestras señas de identidad deben estar asociadas a esa civilización que prospero para convertirse en una de las civilizaciones más refinadas del mundo Occidental. Sería un buen momento para bucear en lo que escribió Juan Vernet en su libro “Lo que Europa debe al Islam de España*”. Sin embargo, España ha dado la espalda a esa herencia que trajo luz a la neblina de la Edad Media en Europa. El ascenso y declive del mundo musulmán supone que la historia no lleva en sí, su propia providencia. No hay teleología escrita en los cielos. Lo que sucede en la actualidad no es una herencia inexorable del pasado. Al contrario.
“La abominación que prolifera ahora ante nosotros es más reciente de lo que parece. Yo mismo he conocido una realidad muy diferente. Pero cuando se me ocurre mencionarlo en la actualidad, noto que a mi alrededor surgen la irritación, la impaciencia y la incredulidad” (pág.91).
“(…). El discutible beneficio de mi generación es precisamente que hemos sido testigos de la lenta metamorfosis del doctor Jekyll en Mr.Hyde; me refiero a la transformación de un amplio conjunto de pueblos, que no se apartaban mucho de las normas de su época y compartían todos los sueños, todas las ambiciones y todas las ilusiones de sus contemporáneos, en muchedumbres ariscas, rabiosas, amenazadoras, desesperadas.” (pág.92)
“(…). No está de más por lo tanto recordarles, por ejemplo, que la línea de fractura ideológica que existió en la humanidad en el siglo XX entre el marxismo y sus adversarios cruzaba también por el mundo musulmán igual que por el resto del planeta.”
“”Países como Sudán, Yemen, Irak o Siria albergaban importantes formaciones políticas de obediencia comunista. Y la franja de Gaza, antes de convertirse en bastión de Hamás, emanación palestina de los Hermanos Musulmanes, fue hasta la década de 1980 el feudo de una organización que reivindicaban para sí el marxismo-leninismo.”. (pág.92)
“Más elocuente aún es el ejemplo de Indonesia. (…) En mi adolescencia, se la conocía también por otra peculiaridad: la de albergar el partido comunista más nutrido del planeta tras los de China y la Unión Soviética, (…).” (pág.92/3)
“No pretendo entonar aquí las alabanzas del movimiento comunista. Trajo consigo inmensas esperanzas para toda la humanidad y luego las traicionó. Movilizó a personas valiosas, a portadores de los ideales más generosos, y luego los condujo a un callejón sin salida. Su quiebra fue un cataclismo, de no menor entidad que sus extravíos, y facilitó que el mundo cayera en el deterioro global al que estamos asistiendo hoy.” (pág.93)
Amin quiere poner énfasis que en las sociedades árabes desde 1920 hasta 1980 no eran tan diferentes a las sociedades occidentales, pues, la ideología dominante era una “ideología resueltamente laica, como el marxismo” (pág.93), hecho que el autor resalta y también deplora, no por la propia ideología, sino que su derrumbe fue sustituido por una mezcla de teocracias y dictaduras.
Amin se pregunta: “Habría evolucionado mejor los países árabes o musulmanes si los partidos comunistas hubiesen desempeñado un papel mayor? No lo creo y estoy incluso convencido de lo contrario. (…9, e sensato suponer que habríamos asistido a revidas monstruosas –purgas, matanzas y la aparición de un sinfín de Stalins en miniatura-más que a milagros. (pág.99)
“Lo que sí estamos en cambio autorizados a lamentar es la desaparición del único espacio políticos que permitía a todos y cada uno de los ciudadanos, fueren cuales fueren sus pertenencias étnicas, religiosas u otras, desempeñar un papel de primera fila en el seno de su nación” (pág.99).
“(…). A lo largo de toda la historia humana, la suerte de los minoritarios fue un indicio revelador de un problema más extenso que afecta a todos los ciudadanos de un país y a todos los aspectos de su vida social y política. (…) En una sociedad en que los minoritarios padecen discriminación y persecución todo se corrompe y se pervierte. Los conceptos pierden su sentido. Seguir hablando de elecciones, de debates, de libertades académicas o de Estado de derecho se convierte en algo abusivo y engañoso”. (pág.100)
“Cuando deja de ser posible ejercer las propias prerrogativas de ciudadano sin remitirse a la pertenencia étnica o religiosa, es que la nación entera se ha internado por la vía de la barbarie. (…) Esto es cierto en la actualidad entodas las comarcas de Levante sin excepción alguna. Y es cada vez más cierto, en diversos grados, en otras partes del mundo” (pág.100)
Amin Maalouf hace referencia a William James, cuando hablaba de la necesidad de “una buena guerra” (pág.101). “La respuesta fue que había que inventar, en el seno de nuestras sociedades, “un equivalente ético de la guerra”, es decir, combates pacíficos que echasen mano de las mismas virtudes, que movilizasen las mismas energías –camaradería, ayuda mutua, fervor, entrega a uno mismo-, pero sin tener que pasar por las atrocidades que traen consigo las guerras. (…) ¿No sería deseable, efectivamente, ver aflorar, frente a todas las atrocidades identitarias, un anchuroso movimiento capaz de llevar a cabo una movilización masiva de nuestros contemporáneos en torno a valores universales y más allá de todas las fronteras políticas, religiosas, étnicas o culturales? “(pág.101)
Habría que decir que esas “buenas guerras” ya se libran –derechos humanos, los asociados a los –ismos, sea ecología o feminismo, cambio climático-, pero esta lucha es muy desigual, pues, en la actualidad, quienes tiene el poder político son los Estados, y desde Maquiavelo, sabemos que los Estados tienen su propia lógica que no va sincronizada con los intereses de sus ciudadanos. Existe una mayor concienciación a escala global sobre estos problemas que acucian a la humanidad, pero falta como dice Esquirol, estamos a “medio paso**” de acceder a esa nueva realidad donde el ser humano sea por fin un fin en sí mismo y no un medio (I.Kant) para fines inhumanos.