II
Estos “colectivos de perdedores” se benefician, precisamente, de la globalización. La religión como cemento para sanar a ese colectivo. En nuevo sujeto revolucionario es la ummah –comunidad de creyentes- ésta en diversa y conflictiva –suníes y chiíes-. Su modelo ya no es la centralización, sino en la descentralización, las redes permiten que cada grupo sea independiente de otros grupos. La propaganda utilizada se beneficia de la sociedad del espectáculo al reutilizarla para sus propios fines. Ahora, no hay textos canónicos al estilo de Marx, Lenin, Mao, etc., ahora, sólo hay un libro, El Corán. El nuevo sujeto revolucionario es esa ummah [Comunidad de creyentes], que necesita de nuevos guías. La guerra es desigual, pero su determinación es absoluta, es decir, hasta la muerte.
“Su enfoque central es el Índice de Desarrollo Humano, que contempla parámetros tales como la esperanza de vida, la educación escolar, la renta per cápita y el grado de alfabetización. Hay cuatro cuestiones en las que se hace particular hincapié: el nivel de libertad política, la prosperidad económica, la educación y el conocimiento, y la situación de la mujer. En todos estos ámbitos, el informe constata un grave déficit, diagnóstico que viene apuntalado por un cúmulo de datos estadístico.”(pág.28)
Enzensberger, constata que todos estos cuatro índices, son muy deficientes. El problema de la mujer es uno de los obstáculos más graves para su desarrollo. ¿Por qué estas deficiencias sistémicas? El problema no son las personas en su individualidad. Otras sociedades han avanzado extraordinariamente, pensemos en los países asiáticos. Una de las explicaciones más preocupantes es la que se desprende de Dan Diner, Tiempo sellado. Sobre el inmovilismo del mundo islámico, según él, a través del ejemplo de la imprenta, no se desarrollo debido a los jurisconsultos islámicos. No hay ciencia desarrollada en el mundo árabe. La falta de patentes, “En los últimos cuatrocientos años, los árabes no han logrado ningún invento que sea digno de mención”. (pág.31).
Todos estos déficits agravados por sistemas políticos corruptos y despóticos han dejado a estos países sin demasiadas opciones. Todo proviene de fuera. Muchos países tienen petróleo, pero son compañías extranjeras quienes extraen el petróleo. En esas condiciones, la fuga de cerebros ha sido permanente.
Los déficits de las sociedades árabes no son imputables, a los individuos como tales, sino a la teocracia que impera en tales sociedades. El Corán, como libro sagrado, no está encerrado en el ámbito privado, sino que está instalado en el ámbito público. Una de sus afirmaciones dice lo siguiente: “«Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos más que a otros… ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles!”. (pág 34) Algunos países, muy tímidamente, tratan de introducir reformas en sus sistemas legales.
Dice El Corán: «Sois la mejor comunidad humana que jamás haya existido», dice el Corán (3/111), y ordena con palabras inequívocas hacer efectiva esa superioridad inherente: «¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no […] practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!» (9/29) (pág.36)
Las afirmaciones anteriores, siguen vigentes para cualquier buen musulmán que se precie. Esta afirmación etnocéntrica, hace que sean impermeables a las influencias socio-políticas de las sociedades occidentales. Lo único que han aceptado, es su tecnología. Es cierto, que este etnocentrismo, no es exclusiva del mundo musulmán, la mentalidad imperial de Europa en el siglo XIX, y EE.UU en el XX, son un recordatorio que este sentimiento de superioridad por parte de las naciones-Estado, no se ha extinguido. Lo que resulta problemático al decir de Enzensberger, es que “la creencia en la superioridad propia se asienta en un fundamento religioso. Por otra, colisiona con la inmensa debilidad propia. Esto da origen a una herida narcisista que reclama alguna compensación.” (pág.38)
La capacidad de compensar esa herida, la proporciona ese mundo exterior –infiel- que se ha conjurado contra el islam. La susceptibilidad de los islamistas es proporcional al rechazo que provoca la existencia de reciprocidad. Se exige que se respete su fe, pero, no existe tal en caso contrario.
¿Hay que apaciguar ese sentimiento de herida ontológica? Los atentados de raíz islámica, han hecho que las sociedades occidentales, empiecen a cuestionarse ¿qué significa exhibir sus señas de identidad que van en contra de los valores occidentales que les dan cobijo? La extrema derecha, ha visto un filón extraordinario, en ese sentimiento que ve como individuos que se benefician de lo que ofrece la sociedad, conspiran contra ella, a través de sus atentados.
Sin embargo, “no todos los musulmanes son árabes, no todos los árabes son perdedores, ni todos los perdedores son radicales.” (pág.41) La utilización de la extrema derecha de esos actos de individuos aislados o células – ponen a todo el colectivo musulmán en un aprieto. El problema, es que ese colectivo, sigue anclado a valores que contradicen flagrantemente, los valores de acogida. Esa esquizofrenia es un problema vital para ese colectivo, pero también para las sociedades de acogida.
Estos perdedores radicales, no son desesperados ni desclasados, provienen de las clases medias, con estudios, así: “El Foreign Policy Research Institute norteamericano ha publicado [ Scientific American, enero de 2006] uno de los escasos análisis de clase sobre la cuestión (...). Según este documento, de los cuatrocientos militantes registrados de Al Qaeda un 63% ha cursado el bachillerato y el 75% proviene del entorno de las clases media o alta; asimismo, hay entre ellos numerosas personas con estudios universitarios, como profesores, ingenieros, arquitectos y otros especialistas”. (pág.43)
El autor afirma “que sean poquísimos los terroristas que proceden de un entorno ortodoxo. Esto arroja una luz sobre el papel ideológico de la religión.” (pag. 43) Según Wolfgang Sofsky [«El populacho de los piadosos», en Die Welt, 15 de febrero de 2006], citado por Enzensberger, «Los representantes de esa falsa fe se presentan siempre con una odiosa pretensión de obediencia. Desconocen el compromiso y se sienten notoriamente ofendidos. Dado que les falta la seguridad definitiva, necesitan el sostén de la autoridad o de la acción directa».
El perdedor radical tiene su cifra en el atentado suicida. Como apunta el autor, después de los atentados de Madrid de marzo de 2004, un vídeo de propaganda de Al Qaeda, dice lo siguiente: “«Vosotros amáis la vida, nosotros amamos la muerte, y por eso venceremos». Tal genio no carece de precedentes en Europa; en octubre de 1936, uno de los generales de Franco se expresaba en términos similares en Salamanca: «¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia!» (pág.45)
Los objetivos, no son como antaño, donde los objetivos eran, los personajes importantes, ahora, se mata a anónimos ciudadanos que tienen la mala suerte de pasar por ahí, estar en el lugar equivocado. Es también llamativo, que la inmensa mayoría de las víctimas pertenezcan al mundo árabe. Sólo cuando los muertos son nuestros, es cuando se reacciona, mal y tarde. Para el perdedor radical, los muertos no son ningún aval para negociar. Son un movimiento apolítico en sentido estricto, puesto que no plantea ningún tipo de reclamaciones negociables. (pág.48) Lo que hace el perdedor radical, tiene una derivada letal para el sistema democrático, “es la infección del adversario, (...), tomando del repertorio de éstos herramientas tales como el encarcelamiento arbitrario, el secuestro y la tortura” (pág.49)
Enzensberger, apunta que nuestra dependencia del petróleo, no sólo Occidente y “la incapacidad del capital internacional de renunciar a negocios con aquellos países de la región que respaldan el terrorismo.” (pág.49)
Las consecuencias de todo ello, se encuentra en la destrucción de países, como Irak, Siria o Afganistán. Es en estos lugares, donde la nómina de perdedores radicales tiene asegurado reemplazos, así como la dependencia del petróleo, auguran un porvenir en el que habremos de convivir con el perdedor radical. (pág.51)
Nota:
Las reseñas tienen como objetivo, interesarse por el libro en cuestión y poder leerlo.