Seguimos a vueltas con el capítulo segundo del libro de Ruiz de Samaniego: La inflexión posmoderna: los márgenes de la modernidad
1.- A la pregunta: ¿qué era ser moderno? La respuesta era tener un proyecto que en términos sociales aspiraba a ser omnicomprensiva y universal. Estás aspiraciones nacen en la Ilustración y ahora, la posmodernidad trata de anuncia su final al denunciar su carácter mítico, narrativo o como le gusta decir a Lyotard “metarrelatos”. La aspiración ilustrada suponía un progreso lineal e infinito donde el avance de la ciencia se daría la mano con el deseo de emancipación en el orden sociopolítico y el control de la naturaleza.
2.- Ahora, lo posmoderno puede hacer balance de lo que supuso ese proyecto ilustrado. Su denuncia tiene un aire extraño de fastidio ante el presente. No es un “radiante porvenir”, pues, los pecados capitales de la modernidad son entre otros el haberse constituido en una “Historia Universal” cuyo centro era Europa y por extensión Occidente, dando lugar a la acusación pueril de “eurocentrismo”, acusación que Derrida describe como “idealidad absoluta del telos liberal” al estar sustentada en la aspiración imperial, democrática y economicista.
3.- Esta “Historia Universal” se cumple a través de la globalización mediante el triunfo de lo económico frente a lo político. No hay espacio, denuncian al modo de Jeremías, sobre los efectos catastróficos y perversos, para la Naturaleza y lo Inconsciente. La modernidad aspiraba a colonizar todos los órdenes de la vida. Los posmodernos creen que esta colonización es intolerable.
4.- Los posmodernos rechazan el telos liberal para reivindicar un presente perpetuo. Este presente sin espesor, este instantaneismo supone vaciar la memoria tanto individual como colectiva. Sin embargo, a pesar de esos anuncios apocalípticos, basta mirar lo que se hace en la historiografía contemporánea para darnos cuenta que la memoria no desaparecerá.
5.- La sociedad posmoderna, la ”sociedad líquida” (Z.Bauman) ha pasado del objeto a lo virtual, del símbolo al icono. La verdad de la etapa sólida se desliza hacia la simulación o verosimilitud. Los posmodernos ven signos de todo orden acerca de esa realidad que está “despresurizado” (Baudrillard) a Occidente. La ficción se pone como criterio de certeza. No hay diferencia entre los hechos y los testimonios, pues, no existe un criterio válido para ello.
6.- Se denuncia que el consumismo es la única ideología compatible con el moderno de globalización. La sociedad ,denuncian los apóstoles de la posmodernidad, se ha convertido en la sociedad del espectáculo (G.Debord), una relación social entre individuos totalmente mediada por las imágenes. Los objetos se convierten en efímeros signos de una realidad que se quiere virtual. Si los objetos se hacen virtuales, los sujetos que los compran se vuelven transparentes. Las identidades sociales se deshacen como las identidades individuales. Si tuviéramos que hacer caso de esta descripción –una narración más-, parecería que estamos tocando fondo, pero, si estamos en la sociedad del espectáculo, no vale el final, pues, eso sería un fraude, sino que la performance debe continuar, por eso la posmodernidad celebra lo cómico.
7.- ¿Nuestra sociedad es cómica? No creo que los agentes sociales puedan pensar que están representando una astracanada. Cierto que la posmodernidad se burla del sentimiento trágico y serio de la etapa moderna, ahora lo que parece prevalecer es lo desenfadado. Pero el presente tiene un aspecto que no puede tomarse a broma, ¿qué pensarían los cientos de miles de parados que tiene que dejar sus empleos?
8.- La lógica del capital parece incompatible con el orden político de la representatividad. La sociedad pierde peso frente a poderes que escapan al orden democrático. EL Estado pierde las coordenadas que antaño eran sus señas de identidad. Y frente a su pérdida de peso, se ve en la necesidad de sobreactuar en el orden doméstico. Por ejemplo, estableciendo normas que restringen derechos –ley de extranjería-.
9.- Si la lógica del capital implica la des-estatalización, como expresión de paralelismo, el Estado des-regula el Estado de bienestar. Estos procesos de desregulación han supuesto la ruptura de toda clase de solidaridades en el tejido social. Se asiste a la proliferación de un orden “etnitización de lo nacional” (Slavoj Zizck). Según Ruiz de Samaniego, no estamos ante un fenómeno premoderno cuanto como reacción contra la dimensión universal del mercado mundial.
10.- ¿Qué hacer en este nuevo contexto posmoderno? Como apunta nuestro autor, “las acciones emancipadoras ya no pueden estar enfocadas hacia el cambio de un único centro dominante (...), sino que deben llevarse a cabo en todas las esferas de la sociedad, incluida, ahora más que nunca, la vida cotidiana”.
11.- Vivimos, pues, momentos de dispersión y confusión, de desregulaciones en el trabajo y la vida, en la política y la economía , y ello supone que vivimos en “un mundo vivido angustiosamente como riesgo”. ¿Qué mantiene la ilusión de un mundo multi(todo)? La respuesta es la fetichización del dinero. El dinero nos diferencia, provocando la aparición de nuevas patologías sociales, por ejemplo, la aparofobia. Ésta se expresa en el miedo al pobre. El cortejo de rechazo y exclusión social van de la mano.
12.- La posmodernidad, parece, haber decretado “el eclipse de la fraternidad” (Antoni Doménech). La metáfora de la ciudad de Los Ángeles para adecuada para los tiempos que corren. La ciudad no está pensada para los habitantes de ella, sino de los coches que la atraviesan. Sus avenidas interminables, sus barrios residenciales y marginales, respiran una aire inhóspito, y expresan una atmósfera de riesgo.
13.- La seducción de Los Ángeles o Las Vegas, tiene que ver con la ilusión, con una realidad que aspira a convertirse en simulacro (Baudrillard), la posmodernidad , aspira al espectáculo, a la performance perpetua. Tecnología y mano de obra emigrante se dan la mano para la apoteosis del consumo. Nada más expresivo que Las Vegas, donde millones de personas aterrizan en medio del desierto en busca del “El Dorado” que como dice la canción, no es más que el nombre de un champú. Ese “El Dorado” que se identifica con los casinos y sus juegos de azar. La aspiración es una ilusión, convertirse en millonario. Verdad y realidad, sueño y ficción se dan la mano hasta que el dinero y el tiempo nos hace despertar de esa realidad ilusoria.
14.- Decía R.Rorty, que el juego florido es válido para los discursos narrativos de orden filosófico, donde el filósofo puede explicarnos –redescribirnos-, lo que le parezca pertinente, por ejemplo, el lenguaje de un Derrida, Baudrillard, incluso, de un R.Rorty, pero que esas mismas afirmaciones en el orden público –político-, pueden llegar a ser escandalosos, cuando no obsceno. Por ejemplo, las narraciones de Primo Levi, ¿pueden colocarse a la misma altura de una novela donde el autor explica desde su imaginación lo que su personaje de ficción “vivió” en los campos de concentración? (Las benévolas, de Jonathan Littell).
15.- Lo sólido deja paso a lo líquido (Z.Baumant). Lo fragmentario, lo caleidoscópico se hace presente, la ideología se vuelve humo, que no sabe si es del humo después de un atentado terrorista (Torres Gemelas, Atocha). Los individuos se siente a la intemperie. Es la expresión que aparece en Matrix: “bienvenidos al desierto de lo real”. Se necesita volver a reconstruir un futuro en el que la persona de carne y hueso vuelva a recuperar el ámbito de la política, y para ello es necesario recuperar la idea de solidaridad, de fraternidad, de una ética de la hospitalidad (D.Innerarty) que nos permita afrontar los extraordinarios retos que tenemos por delante.