Quisiera comentar el artículo de Enrique Gomáriz
Moraga, aparecido en la revista Claves de razón práctica nº257, de marzo/abril 2018, titulado "La crisis
catalana como déficit de ciudadanía democrática (pág.58-67)
El texto se presenta como un
estudio desapasionado, pues, el articulista, "reside en América
latina", y trata de comprender lo que está sucediendo en el conflicto
España vs Cataluña. El resultado no es neutro.
El objeto del análisis se centra
en el papel de la "cultura política o el comportamiento de la
ciudadanía". Da por supuesto que
existe un desgarro en la convivencia catalana. Esa convivencia según nuestro
articulista se fundamentaba en la Constitución.
Los partidos políticos que
aspiran a la independencia o "secesionistas" como él los califica
habrían impugnado ese consenso que se
fundaba en la Constitución. Así, por ejemplo, se trocearía la soberanía del
pueblo español, en beneficio de la ciudadanía catalana.
Gomáriz se pregunta por qué
" la ciudadanía del resto de España no ha expresado y defendido
directamente su derecho a decidir conjuntamente sobre los asuntos claves del
sistema democrático, incluyendo el conjunto del territorio español".
¿Quién defiende la democracia,
si la ciudadanía no parece hacerlo? Como el mismo dice "emerge la duda
acerca de la calidad de la ciudadanía, tanto en Cataluña como en el resto de
España".
Gomáriz utiliza una distinción
para medir esa calidad de la ciudadanía al
establecer tres tipos (tipología)
de ciudadanía. La ciudadanía formal aquellos que "no se asumen como
sujetos de derechos, que no siguen ni les interesa la política". La
ciudadanía activa "aquella que participa regularmente en la cosa pública,
con frecuencia como minorías activas". En tercer lugar, aparece la
ciudadanía sustantiva -parece que al articulista es la clase de ciudadanía
ideal-, aquella "que se siente sujeto de derechos, entiende y respeta las
reglas del juego democrático, pero no participa activamente en política, a
menos que exista una situación grave que lo exija".
Con relación a la primera, el
articulista se queja que una parte importante de la sociedad española actúa
como ciudadanía formal.
Establece antecedentes para
explicar esta cuestión -la baja calidad democrática de la ciudadanía-, en la
órbita del problema de Cataluña: lo que él llama "la concesión al
soberanismo en torno a la reforma del Estatuto de autonomía de 2006 y la crisis
social que provocó la profunda depresión económica iniciada en 2008 y que puso
en cuestión parcialmente el contrato social consignado en la transición treinta
años antes".
El autor olvida que la reforma
fue ampliamente consensuada por las fuerzas políticas del Congreso, ratificado
por un referéndum, del pueblo de Cataluña. Al PP le sirvo su ataque para
desacreditar al PSOE y de paso ampliar su imagen de guardián de las esencias
patrias. La crisis que tenía causa
externa, el PP de manera frívola e irresponsable, la califico de crisis de "Zapatero". Esta crisis económica sin precedentes hizo aflorar un movimiento
de protesta como el 11-M y Podemos, mientras que las formaciones clásicas,
seguían ancladas en mantener el statu quo . Quienes impugnaban el modelo se les
califico de "populistas".