La noche mágica de San Juan ha querido ser de funestas consecuencias. La trágica muerte de 13 personas y una decena de heridos algunos de extrema gravedad al cruzar por las vías de la estación de Castelldefels ha venido a demostrar el abismo que hay entre las recomendaciones y la actitud de mucha gente que no hace caso a la prudencia y el sentido común.
La estación había sido remodelada hacia pocos meses. Se había mejorado el acceso a través de un túnel y unos ascensores para personas con movilidad reducida. Ayer por la noche muchos jóvenes esperaban pasar la noche de San Juan junto a la playa. Aglomeración de gente en el túnel y alguien debió pensar que para que esperar si se puede pasar “rápidamente” por las vías. La conducta humana es gregaria y si nos pasan los demás también. Este mecanismo es tan sencillo como humano. Sin embargo, en esas vías invadidas por gente que tenía mucha prisa para ir a la playa se encontraron con el tren que circulaba hacia Barcelona.
Inmediatamente después del accidente se activaron todos los mecanismos para intentar ayudar y paliar el desastre. Es bueno saber la eficacia de los servicios de emergencias. Pero la muerte deja tras de sí un reguero de reproches y de culpas reales o imaginarias.
Tiempo habrá para determinar las circunstancias del accidente, pero habrá que tener en cuenta un dato objetivo. No se pueden atravesar las vías cuando había una salida aunque está estuviera en ese momento llena de gente.
Ahora toca identificar a los muertos y recuperar a los heridos. Y después una travesía de duelo imposible de saber las derivas que conllevan éstas. ¿Cómo sobreponerse a la muerte de un hijo? ¿Cómo entrar en su habitación sabiendo que no ha de volver? ¿Cómo remediar que no le dijiste que le querías? ¿Cómo intentar reprocharse a si mismo por lo que no estaba en su mano?
No es hora de culpas. La fragilidad humana se expresa en estas situaciones que podrían haberse evitado, pero que la condición mortal de los seres humanos hace que surjan en situaciones que no debieron haberse producido.
Dolor y responsabilidad es lo que queda y cada uno de nosotros como ciudadanos y las instituciones deben asumir con todas las consecuencias. Accidente es lo imprevisible dado el orden natural de las cosas, pero en el caso comentado, si no hubiera habido personas en las vías, no hubiera pasado nada. Por eso la responsabilidad de las personas en sus acciones es esencial para valorar su comportamiento. Pero ahora el dolor lo invade todo como es natural. Tiempo habrá para que reflexionemos como sociedad sobre comportamientos que tienen consecuencias irreversibles y sin embargo, evitables.