dijous, 16 d’octubre del 2014

Miguel A.Rodríguez


El futuro de las sociedades democráticas (4.2)

  • Dimensiones de la complejidad
Vivimos un entramado de racionalidades que al entrecruzarse provocan desajustes irracionales. Por eso es necesario saber en qué terreno nos movemos. Las sociedades actuales se caracterizan por su complejidad, no darse cuenta de ello, es poner la primera piedra de incomprensión de nuestro análisis de la realidad. Innerarity afirma que esa complejidad “puede descomponerse en tres dimensiones: social, cognitiva y temporal, lo que se traduce a su vez en complejidad de las interdependencias, información incompleta y escasez de tiempo”.

Innerarity pasa revista a cada una de las dimensiones mencionadas:

a) dimensión social: la complejidad “procede de las interdependencias sociales”. Una decisión siempre tiene consecuencias, la imagen de tirar una piedra en un estanque produce onda de choque, que si se multiplican produce interacciones complejas. La crisis del 2008 es un ejemplo en el orden económico de las interdependencias. En toda interdependencia existe los siguientes ingredientes: “negociación, influencia y observación”.

Las acciones locales pueden tener consecuencias a escalas impredecible, que a su vez, quedan amplificadas cuando las acciones tienen escala global. Estamos atadas los actores individuales, sociales e institucionales a esta maraña de interacciones que como en el dilema de los prisioneros requeriría los tres ingredientes de los que habla el autor del artículo. Por ello, afirma una idea que es el eje de su reflexión en los textos que han ido apareciendo en los últimos tiempos, esta idea es la complejidad global requiere “instrumentos específicos todavía pendientes de desarrollar”. Hay que decir que Innerarity es de los pocos que son conscientes de esa necesidad. Sus análisis son una tentativa para desarrollar “instrumentos” conceptuales para afrontar la complejidad.



b) dimensión cognitiva: la complejidad en este orden, se sustancia como “información incompleta o escasa”. Vivimos en un mundo lleno de informaciones. La paradoja se expresa en saber que es relevante y que es lo superfluo. Se requieren criterios que permitan centrarse en lo esencial, es decir, que tengan sentido.

c) dimensión temporal: Se expresa como falta de tiempo. ¡ No tenemos todo el tiempo del mundo ¡ La consecuencia es la aceleración. Lo instantáneo es enemigo del futuro. Como consecuencia de la falta de tiempo se eleva a categoría fundamental la idea de plazo. Sin embargo, “el plazo vencido no representa ninguna solución”, si no se ha hecho nada al respecto. Esta idea debe fascinar a nuestro actual presidente de gobierno. Dejar pasar el tiempo, para que los problemas de disuelvan. ¡Es una opción!


Los diferentes subsistemas –sociales, políticos, económicos-, tienen sus propios tiempos, se hace necesario una sincronización –la palabra ha adquirido una hondura de la que anteriormente carecía-, de todos estos subsistemas sino queremos un “abismo de tiempo entre unos y otros” (Wresenthal, citado por Innerarity).

dimecres, 15 d’octubre del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (4.1)

¿Cómo se decide el futuro? Una teoría de la decisión

Innerarity constata que el tiempo de las grandes decisiones ha acabado y estamos abocados a la toma de “decisiones modestas” resultado de la incertidumbre en que vivimos. Se pregunta si “¿hay un espacio de racionalidad política que no nos abandone a la arbitrariedad o al azar evolutivo?”.

  •  La sociedad de la decisión

Si las sociedades sólidas se ceñían a las tradiciones para resolver los problemas a los que se enfrentaban, las sociedades modernas se centran en las decisiones. Tomar decisiones se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Incluso, “la no-decisión sólo es posible como decisión” (Beck).  ¿Qué significa tomar decisiones? La toma de decisiones implica riesgo, es decir, en la posibilidad de elegir de manera inadecuada, o sea, tomar una mala decisión.

Una consecuencia de la toma de decisiones es que si hay muchas opciones se puede convertir en un problema que conlleva a “la inseguridad, ambivalencia y desorientación”. En el polo opuesto, este aumento de las opciones supone una “oportunidad de autonomía e innovación”.



Una característica de las sociedades democráticas supone un aumento del “ámbito de lo que se debe decidir”. Sin embargo, esas tomas no son absolutas, pues, toda decisión supone “un entramado en el que los actores políticos dependen a su vez de la acción de otros muchos actores”. Es decir, existe interdependencias, que no siempre son explicitadas.


Una elección supone siempre tener opciones o cursos de acción, no se elige cuando nos enfrentamos a una única opción, por eso es necesario “sondear el espectro de las alternativas”. Elegir, supone, siempre un acto que rompe con la rutina. Pero la elección no siempre es un alivio. Es necesario un cierto equilibrio entre las acciones que elegimos y una cierta estabilidad –rutinas-. Una vida sin rutinas sería imposible sobrevivir a ella. Innerarity constata la existencia de equilibrios –muy precarios- entre la innovación y la estabilización de nuestras instituciones. ¡ No podemos vivir en una perpetua orgía constituyente ¡

dijous, 9 d’octubre del 2014

Consejero insensible



Democracia vs democracia directa

Vamos a analizar el artículo de Daniel Innerarity que aparece en la revista Claves de razón práctica, 236, Sept/Oct. 2014. El artículo lleva por título Democracia sin política. En el subtítulo apunta al meollo de la cuestión: ¿Por qué la democracia puede perjudicar seriamente a la democracia?

El diagnóstico de Innerarity se suma a otros politólogos que cuestionan, no tanto a la democracia, como a la política. La política es entendida como “la posibilidad de convertir esa amalgama plural de fuerzas en proyectos y transformaciones políticas, dar cauce y coherencia política a esas expresiones populares y configurar el espacio público de calidad donde todo ello se discuta, pondere y sintetice”. Una de las características de Innerarity es su capacidad para ofrecer tríadas conceptual, en vez de las clásicas oposiciones binarias. Esto supone enriquecer el debate, y en estos tiempos de penuria intelectual  siempre es de agradecer.

 El autor llama la atención sobre un fenómeno social y político como son los movimientos populares - Plataforma de Indignados,  Podemos, PAH, etc.- que en su afán de instaurar una democracia directa, acarrean efectos antipolíticos “cuando no está integrado en una manera equilibrada de entender la política”.

Una ciudadanía intermitente.

La ciudadanía actual no quiere esperar cada cuatro años para depositar su voto, quiere algo más. Por eso “el nuevo activismo es individualista, puntual, orientado hacia cuestiones que se refieren a los estilos de vida y crecientemente apolítico”. Hay algo así como una disonancia entre activismo y apoliticismo, que es lo que detecta como preocupación el articulista. Lo que Rosanvallon –uno de los nombres claves de los análisis de Ininerarity-, denomina “contrademocracia”, es el maridaje de ese nuevo activismo “apolítico” que se combina con los nuevos avances tecnológicos de la comunicación. La característica de esa nueva contrademocracia es “su carácter puntual y negativo”. Es a esta caracterización lo que denomina apolítico, porque no se integra en una estructura institucional ni tiene vocación de perduración en el tiempo.

Utiliza una feliz expresión para referirse a la contrademocracia que se expresa en organizaciones como Change o Avaaz, el clicktivismo, que permite ejercer acciones sociales a través de una adhesión a toda clase de acciones de carácter social. Lo que echa en cara a este cliktivismo es la “falta de construcción política e institucional de la democracia”. No basta, viene a decir, tener buena conciencia, porque no vivimos en Útopía. Las buenas intenciones está bien para lavarnos nuestra conciencia, para parecernos mejores de lo que somos, pero eso no es hacer política. Reprocha a estos activistas que el “estatus de indignado, critico o víctima no le convierte a uno en políticamente infalible”.




La despolitización involuntaria

Al decir de  Innerarity “el gran desafío de las actuales sociedades democráticas es no dejar tranquilos a sus representantes –a los que debe vigilar, criticar y, en su caso, sustituir- sin destruir el espacio público ni despolitizarlo”. ¿Cómo hacer que ese espacio público sea consistente, si no creemos en nuestros representantes?, ¿cómo construir una democracia participativa, sin destruir las instituciones? Innerarity es crítico con la tenaza que supone el gobierno de los expertos –tecnócratas- que se guían por el ideal de la eficacia, al precio de destruir la cohesión social y el gobierno de corte populista, que sólo cuenta el corto plazo y los sondeos.

La sociedad actual sueña –al menos los movimientos sociales- con una “democracia directa y plebiscitaria que además sea participativa y transparente”. Innerarity es muy crítico contra los movimientos sociales que desearían hacer desaparecer el modelo representativo. Según él, la representación “garantiza la pluralidad ”, frente a la democracia directa, no dice asamblearia, pero ¿qué es sino la democracia directa?. La representación permite que todos los intereses puedan ser representados, porque las diferencias son respetadas.

Contra lo que podría parecer Innerarity lanza una afirmación aparentemente contradictoria: “la democracia directa es atractiva para el ciudadano pasivo”. La razón que da para esa afirmación es que  “están poco interesados en exponer sus opiniones e intereses frente a otros en el espacio público”. Lo que se quiere son unanimidades que se pueden dar mediante los plebiscitos, donde el elemento emotivo y pasión pone en marcha el debate político, pero se evapora los debates deliberativos, que exigen no simplificar, si queremos que sirvan para algo.

La transparencia se ha convertido en otro concepto clave de estos nuevos tiempos. El concepto tiene se expresión original en J.J.Rousseau., sin embargo, la transparencia supone en la actualidad que los políticos nos ocultan realidades que si salieran a la luz, todos nuestros problemas se disolverían como por arte de magia. La transparencia es una metáfora que en el orden político acabaría por disolver el espacio público. Supone en definitiva, que los problemas políticos son sencillos y evidentes y por tanto, la política es innecesaria.

Una defensa de la democracia indirecta

Si hemos de creer a Innerarity la democracia representativa “tiene dos enemigos: el mundo acelerado, la predominancia de los mercados globalizados, por un lado, y la hybris –desmesura- de la ciudadanía, por otro”. Curiosamente, el análisis se centra especialmente en la hybris ciudadana y silencia los mercados globalizados.
En una “democracia sin política” ya no hay ciudadanos, sino consumidores, de ahí que la “política es considerada desde el punto de vista del cliente caprichosa, impaciente, exigente”. La política cae en el abismo de lo inmediato. No hay un medio plazo ni mucho menos a largo plazo. Todo lo queremos aquí y ahora, y ante esta realidad, la política solo parece servir como el buzón de reclamaciones de unos clientes cada día más cabreados. Sin embargo, las sociedades democráticas no pueden funcionar al dictado de la inmediatez, requiere procesos deliberativos que necesitan diálogo y consensos y esto supone demorarse en el tiempo. Los gobiernos representativos necesitan distancia entre el inmediatismo que alguno sueñan –democracia directa -, para poder tomar decisiones que no siempre pueden ser agradables. Concluye Innerarity la necesidad de justificar esa distancia o “no tendremos argumentos para oponernos al populismo plebiscitario, que cuenta, a derecha e izquierda, con impecables –implacables- defensores”.