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dissabte, 12 de gener del 2019

Reseña: La imaginación sociológica


He acabado de leer:

C.Wright Mills, La imaginació sociològica, ed. Herder, Barcelona, 1987.



La obra es una estupenda introducción a la sociología. Especialmente, atractiva es el “Apèndix: Sobre l’ofici artesanal de l’intel•lectual”[Apéndice: Sobre el oficio artesanal del intelectual], dónde nos da una clase teórico-práctica sobre el oficio de sociólogo. 

Una obra que quiere explicar y tiene vocación de hacerse entender y comprender, ante excesos del quehacer sociológico. Por ejemplo, el capítulo 2. La Suprema Teoría. Analiza el fetichismo del concepto en la obra de Talcott Parsons –El Sistema Social-. La combinación demoledora de conceptualización y abstracción no ayuda a dilucidar lo que se pretende explicar. Lo particular, lo concreto, la persona de carne y huesos, se evapora. Su lenguaje pretende ser “científico” pero no es más que una jerga ininteligible. ¿Se puede decir las cosas de otra manera? La respuesta de Wright Mills es que si se puede y se debe.

"(…) la suprema teoría és pura verborrea incoherent, o bé hi ha alguna cosa al darrera? La meva resposta fóra que sí que hi ha alguna cosa; enterrada a molta profunditat, sens dubte: però alguna cosa sí que la diu. I aleshores la pregunta es transforma en aquesta altra: si traiem a la suprema teoría tots els impediments que dificulten la comprensión, i si fem cas d’allò que esdevé així intel•ligible, quès és el que diu? (pàg.35) 

[(...) la suprema teoría es pura verborrea incoherente, o bien hay alguna cosa detrás de ella? Mi respuesta es que sí hay alguna cosa; enterrada a mucha profundidad, sin duda: pero alguna cosa sí que dice. Y entonces la pregunta se transforma en esta otra: si suprimimos a la suprema teoría todos los impedimentos que dificultan la comprensión, y sí hacemos caso de aquello que convierte así inteligible, ¿qué es lo que dice? (pág.35)]

En la página 31 de la edición en castellano, los tres primeros párrafos –llenos de un lenguaje técnico-, son traducidos por Wright Mills del siguiente modo:



“Sovint la gent comparteix uns mateixos criteris, i espera que tothom en faci cas. Si realment en fan cas, es pot dir que en aquella sociedad hi ha ordre” [ "A menudo la gente comparte unos mismos criterios, y espera que todas hagan lo mismo. Si realmente hacen caso, se puede decir, que en aquella sociedad hay orden"]. Dice fin. No hay nada más, a pesar que en los tres párrafos suman 398 palabras frente a las 29 que ofrece como resumen.

Si despojamos este exhaustivo cultivo de conceptos y abstracciones, resulta que: “Bé és veritat que moltes de les idees dels “teorics suprems”, un cop traduïdes, són molt normaletes: de les que hom troba a la majoria de manuals de sociología (pàg.38) [Bien es verdad que muchas de las ideas de los "teóricos supremos", una vez traducidas, son muy normales: de las que todos encontramos en la mayoría de manuales de sociología].

Nos encontramos con un texto “clásico” que ni se obsesiona con la teoría, ni pretende excluirla. De lo que se trata es de comprender la dinámica social. Para alcanzar este objetivo es lícito utilizar todas las herramientas, sean cuantitativas como cualitativas. De entre este arsenal, la imaginación - En el Apéndice, hay ejemplos de la “imaginación sociológica” y su concreción práctica-, es una poderosa arma al servicio de la sociología.

"La “imaginación sociológica” permite “de qui n’és posseïdor una persona capaç d’entendre “el gran teatre del món” en termes d’allò que representa tant per la vida privada com per a la vida pública d’una pluralitat d’individus. (…) Es tracta de cercar, enmig d’aquest enrenou, l’estructura de la societat moderna; i, en el si d’aquesta estructura, la manifestació de la psicología dels individus. Sols d’aquesta manera el malestar personal queda fixat en uns problemas explícits; sols així la indiferencia col•lectiva es transforma en compromís polític.” (pàg.9-10)

["La 'imaginación sociológica' permite de quien es poseedor una persona capaz de entender 'el gran teatro del mundo' en términos de aquello que representa tanto para la vida privada como para la vida pública de una pluralidad de individuos. (...) Se trata de buscar, en medio de este enredo, la estructura de la sociedad moderna; y, en el seno de esta estructura, la manifestación de la psicología de los individuos. Solo de está manera el malestar personal queda fijado en unos problemas explícitos; sólo así la indiferencia colectiva se transforma en compromiso político ]

“La imaginación sociológica en fa capaços de copsar la historia i la biografia, i llurs interrelacions en el si de la societat.” (pàg.10) [ "La imaginación sociológica nos hace capaces de captar la historia y la biografía. y sus interrelaciones en el seno de la sociedad".]

La obra se lee con interés, pues, combina el análisis social con reflexiones personales sobre el papel del sociólogo y su papel en la sociedad. Rechaza el papel del sociólogo como órgano de la objetividad, pues, este papel es ideológico. La investigación sociológica, nunca es neutra. Cualquier análisis de la sociedad, supone que el investigador también está incluido en ese análisis. La honestidad intelectual supone que el sociólogo es consciente de ese papel ambivalente que tiene, y trata por todos los medios de investigar “objetivamente” el objeto de su investigación.

dimarts, 15 de juliol del 2014

El futuro de las sociedades democráticas (2)

Capítulo 2

El paisaje temporal de la sociedad contemporánea. Una teoría de la aceleración


La sociedad actual está en aceleración creciente. Este situación se debe a la “alianza entre lógica del beneficio inmediato propia de los mercados financieros y la instantaneidad de los medios de comunicación.”.

Como dice Innerarity: “Es preciso analizar la relación dialéctica entre aceleración y estancamiento, la simplificación del trato con el tiempo que se  sigue de la generalización de la urgencia y las estrategias para combatir no tanto la aceleración como la falsa movilidad.”.

  • Aceleración y paralización
 “Se podría definir el campo semántico de la aceleración en tres dimensiones (Rosa):
a).- Técnica. Se trata del movimiento de personas, bienes e informaciones, así como las velocidades de producción, transformación de la materia en energía y servicios. Son aceleraciones que tienen una dimensión objetiva.
b).- Del cambio social. Es el ritmo en el que se modifican las formas de acción y la orientaciones de una sociedad. (...) Que las sociedades modernas puedan considerarse aceleradas desde el p.d.v. del cambio social significa que disminuye la estabilidad de nuestras referencias, que el presente se comprime, dura cada vez menos (Luhmann, Lübbe, Harvey, Vassehi).
c).- Del ritmo vital. Es una consecuencia de la escasez de los recursos temporales. La cantidad de cosas que uno quiere hacer está por encima de las posibilidades tecnológicas de aumentar la aceleración, lo que se traduce subjetivamente en una sensación de falta de tiempo (...). Vivimos más aceleradamente y de esto las máquinas no tienen la culpa (...)”.



Se da la paradoja que todo está en un perpetuo cambio acelerado “pero tampoco cambian nada esencial, un tiempo en el que pasan demasiadas cosas, y, a la vez, estamos llenos de repeticiones, rituales y rutinas. (...). A esta experiencia se refieren conceptos como “agotamiento de las energías utópicas” (Habermas), “final de la historia (Fukuyama), “cristalización cultural” (Gehlen) o “utopía de la opción cero” (Offe).".

“Siguiendo también en esta clasificación a Harmut Rosa podríamos establecer las siguientes categorías de la desaceleración (2005):
a.- Límites naturales de la velocidad.- (...) con todas las innovaciones relativas a la velocidad se ha modificado también nuestra percepción y nuestro modo de comportarnos frente a ella.
b.- Oasis frente a la aceleración: nichos sociales o culturales que se sustraen parcial o totalmente de la aceleración general.
c.- Ralentización como efecto secundario disfuncional.
d.- Desaceleraciones intencionales: formas de lentitud antimodernas o alterna-tivas, como defensa de la pereza (La Forgue), de la serenidad y la resistencia contra la prisa, como la slow food o el ocio estético.”.

Podríamos buscar en la bibliografía actual de libros de autoayuda toda una batería de sugerencias para frenar esa aceleración. Es decir, empezamos a tener conciencia de la necesidad de darnos tregua, pero sentimos el vértigo de la aceleración. La adrenalina se ha convertido en nuestra principal adicción. La metáfora de la montaña rusa, expresa esa aceleración que te conduce al punto de partida.

  • La cultura de la urgencia

Al decir de Innerarity la cultura de la urgencia surge de la confluencia de “ la simultaneidad, la inmediatez y la urgencia, sobre el trasfondo dominante de determinadas lógicas económicas y comunicativas”.

Una derivada de la inmediatez, es el concepto de proximidad, pero este aspecto positivo, tiene su lado negativo, es la desaparición de las ideas de espera y proyecto, que juegan con el tiempo futuro. ¡Hoy, nadie quiere esperar! Nos hemos vuelto impacientes en grado superlativo. Todo lo queremos ahora, no mañana, o dentro de un tiempo. La espera se nos hace intolerable. Se ha convertido en un agravio, que si entra en la esfera de lo público, se considera un mal incuestionable, por ejemplo, la lista de espera en los hospitales, o bien los servicios de urgencia que se han convertido, no en la excepción, sino en la regla de los usuarios, provocando su colapso al no poder atender a una demanda cada vez más amplia y más exigente. ¡ La gente exige que se le atienda por un resfriado ¡



¿Cómo resolver está angustia por la urgencia? La respuesta de nuestro autor consiste en “ equilibrar la estabilidad y la dinamización: la aceleración, para que se beneficiosa, requiere unas condiciones generales estables que permiten una seguridad y previsibilidad sin las cuales serían imposibles determinadas dinámicas”.



  • Contra la falsa movilidad

Al decir de Innerarity, nuestras sociedades han cambiado la idea de fines y se quedan con los medios, con “una agitación superficial”, un movimiento browniano sin más sustancia que una “huida hacia delante”. Establece una paralelismo interesante entre “progreso y revolución” y su mutación en “movimiento y competitividad”. El contenido sustancial de nuestra sociedad resulta ser la adaptación. Este concepto adquiere rango fundacional para la sociedad líquida (Z.Baumann). Este concepto de adaptación tiene su expresión en la idea de destino “es lo que hay”, o la “inmovilidad”. Por supuesto, la idea de adaptación sólo es válida para  aquellos que sueñan con ser empresarios de su propia vida, es decir, la figura del emprendedor.

Innerarity, cita a Paul Virilio que expresa esa idea de la falsa movilidad con la expresión “paralización veloz o aceleración improductiva”. La idea de aceleración improductiva es una buena metáfora de la economía financiera actual que genera desasosiego generalizado a cambio de ganancias volátiles sólo para unos pocos.

Como vivimos tiempo acelerados, ¿qué hemos de hacer? La respuesta que apunta es “combatir la falsa aceleración”, y para ellos es necesario pertrecharse de la “reflexión estratégica, la perspectiva para encuadrar el instante en un marco temporal más amplio o la protección de lo verdaderamente urgente son, en última instancia, procedimientos para ganar tiempo”. Este ganar tiempo supone introducir “la maduración, la reflexión y la mediación” para no tener que “reaccionar demasiadas veces sobre el modo del impulso” (Cournout).

dimarts, 17 de febrer del 2009

Hospitalidad inhóspita. Conclusiones


1.- Las certidumbres de la era industrial –Estado de bienestar-, es sustituido por un horizonte de “precariedad”. En esta nueva etapa “sociedad líquida” (Z.Bauman) aparece un nuevo fenómeno de carácter estructural: la exclusión social.

2.- ¿Cómo combatir la exclusión social? Para combatirla es necesario reconstruir la solidaridad social y ampliar nuestra comprensión de los derechos sociales hacia una nueva “ética de la hospitalidad” (.D.Innerarity).



3.- La exclusión social hay que tratarla desde una lógica de la “inclusión social”. Ésta supone la necesidad de reformular la relación entre la economía y la política. El Estado de bienestar suponía que la redistribución de renta era consecuencia de un modelo de aseguramiento y solidaridad.

4.- Este modelo en la “sociedad líquida” es la que está en cuestión. La aseguración se ha desvinculado de esa solidaridad mecánica. En esta situación la lógica individualista prima sobre cualquier idea de solidaridad.

5.- Para forjar esa “ética de la hospitalidad” que suponga la “inclusión social” es necesario reivindicar el trabajo como concepto central. El trabajo permite reafirmar la autonomía personal y la integración social. La política debería forjar vínculos sociales para fortalecer esa dimensión solidaria.

6.- El problema de esa dimensión solidaria, requiere explicitar las diferencias entre los individuos y de ahí la necesidad de configurar un nuevo “contrato social”. Frente al “velo de la ignorancia” (J.Rawls) aparece la idea de reivindicar la diferencia aceptando la desigualdad.




7.- Las diferencias y las desigualdades en “la etapa sólida” (Z.Bauman) o industrial eran entendidas en términos de clase –económica-. Sin embargo, en esta fase líquida los factores son de índole cultural.

8.- En el ámbito económico y el político no debe haber tal abismo para establecer nexos de unión. El Estado ha cegado esta unión y debería reintroducir al individuo en lo “social y colectivo”.

9.- Hace una crítica de la “renta básica” o “indemnización universal” porque oscurece precisamente esa relación entre lo social y lo económico. En este modelo el asegurado podría cultivar su mundo privado –diferencias-, sin preocuparse de los demás –dimensión social-.

10.- La solución a la inserción no es más aseguramiento, sino más solidaridad a través del trabajo –actividad social-, lo que permitiría “configurar los derechos sociales bajo la forma de derechos de ciudadanía”.

divendres, 13 de febrer del 2009

Hospitalidad inhóspita (y V)

D. Política y economía.

El tema central de esta última entrega es la relación complicada y deficiente a juicio de D.Innerarity existe entre ambas esferas. La existencia de un horizonte de precariedad hace que se “ rompen los vínculos sociales, como la lealtad, la responsabilidad o la cohesión”. La precariedad se ha instalado en el horizonte laboral y existencial. Existe una separación entre el desarrollo económico y el desarrollo social. Este proceso es el que actualmente está en el centro de la crisis actual y de ahí las dificultades para encontrar recetas para salir de esta situación.

En la actualidad se tiene la certidumbre que la política está al servicio de la economía, lo social al servicio del beneficio económico, pero”no puede ser tan grande la distancia entre el consumidor individual que busca el máximo de satisfacciones y el ciudadano consciente de sus responsabilidades en materia de cohesión social y de protección de la naturaleza”. Entre el agente egoísta de la economía y el ciudadano virtuoso, debe existir un nexo común, lo que llama “una dimensión societaria”. El problema de este nexo está en unas fronteras aparentemente insalvables. Piensa que mientras las barreras “del estado y la sociedad, entre lo público y lo privado” estén cerradas o incomunicadas seguiremos en la dinámica de un estado encargado de aplicar ciegamente una solidaridad mecánica y ciega al componente cívico.


“La otra frontera que debe relativizarse es la que separa la esfera económica de la social. Acabamos pensando que los salarios, los precios, los beneficios, los impuestos y las cotizaciones no tienen nada que ver con las relaciones sociales”. El divorcio entre economía y sociedad está en buena medida cegado por la función del Estado.Su función debería pasar por reintroducir al individuo en lo “social y colectivo”. El Estado debe tener objetivos y según D.Innerarity este es la inserción del individuo en las esfera del trabajo que abarca las esfera de lo social y económico.

Unos de los aspectos más sugestivos del texto es su crítica a la renta básica y la indemnización universal que según él, “reposan sobre una ocultación de la realidad social. Se naturaliza el paro, en vez de politizarlo.”. Piensa que este modelo podría subsistir dentro de la lógica economicista sin que repercutiese en su dimensión ciudadana. Unos ciudadanos que cultivarían sus propias preferencias sin tener que preocuparse por los demás, conduciría, viene a decirnos, en una sociedad más aislada y atomizada la solidaridad.

Se plantea la siguiente cuestión: “¿cómo pasar de una sociedad de indemnización a una sociedad de inserción? La respuesta se ha apuntado hace un momento. La reintroducción del individuo a la esfera del trabajo permitiría “configurar los derechos sociales bajo la forma de derechos de ciudadanía”.

dimarts, 10 de febrer del 2009

La hospitalidad inhóspita (IV)

C. La nueva equidad.

El presente apartado aborda una interesante diálogo entre D. Innerarity
y John Rawls. El diálogo empieza con la acusación de que el estado providencia partía de la idea de justicia como aseguramiento para todos. Lo social era entendido como riesgo frente a las eventualidades de la vida moderna. Pero esta manera de ver las cosas, según Innerarity, se fundaba en lo que Rawls llamaba “velo de la ignorancia” – Victoria Camps, en su libro “La imaginación ética” nos habla con claridad sobre el tema-. Pero este velo, viene a decir su interlocutor, ha sido desvelado, pues, se pregunta: “¿qué pasa cuando se sabe quienes son los ricos y los pobres?”.

Las diferencias en Rawls sólo eran admisibles si “pueden beneficiar a los más desfavorecidos”, supone “el desconocimiento de los destinatarios”. La desigualdad social de nuestras sociedades no es producto, según Innerarity, de la división de clases, sino “ de factores de edad o formación”. Los procesos de exclusión que afectan a grupos sociales extensos, hacen que la globalización o mundalización se vean con agentes disolventes de la solidaridad. Piensa Innerarity que la visión de Rawls de la justicia está vacía de virtudes políticas y se asemeja más a un “proceso lógico y mecánico”.

La respuesta a Rawls de Innerarity es la necesidad de profundizar y diferenciar “a los individuos, político y circunstancial”. La gestión de los conflictos –es decir, la política-, requiere consensos “sobre las categorías de lo justo y lo injusto” que va más allá de la igualdad mecánica que propugna Rawls.


Al decir de Innerarity, Rawls prefiere una solidaridad puramente mecánica –procedimental- a la necesidad de una “dimensión voluntaria”. “El velo de la ignorancia”, suponía que cualquiera podía estar en situación de vulnerabilidad, pero en la actualidad, nos hemos hecho transparentes, no queremos velos, pues, imaginamos que sabemos dónde estamos –principio de la diferencia-. La nuestra sociedad aspira a las diferencias, pero esto tiene costes, pues, aparecen tensiones derivadas de las diferentes posiciones con respecto a la exclusión.

“El Estado sería mejor aceptado cuando los mecanismos que pone en marcha sea explícitos para todos” (Rosanvallon). Es decir, existen demasiadas “irregularidades” de todo orden que hacen de esas irregularidades sea el lubricante del funcionamiento del Estado –“los pequeños privilegios, la extrema heterogeneidad de la condicional salarial, la falta de equidad en el trato fiscal.”-.

La democracia no es solo consenso –Rawls-, sino disenso –J.Muguerza-. La dinámica actual del Estado de bienestar como “una máquina para realizar transferencias entre generaciones está produciendo desequilibrios inéditos”. Por ello es necesario un nuevo contrato que vaya más allá de la “reducción de las desigualdades” e integre nociones como “equidad intergeneracional o una nueva igualdad de oportunidades”. Estás ideas suponen repensar el modelo de equidad cuyo ejecutor era el Estado de bienestar –modelo impersonal y ciego a la política-, por otro modelo.

dijous, 5 de febrer del 2009

La hospitalidad inhóspita (III)

Aseguración y solidaridad.

En este apartado, se centra la discusión entre la aseguración y la solidaridad. En el estado de bienestar la aseguración funciona como “una mano invisible generando “seguridad y solidaridad” sin intervención de los ciudadanos.

Se asiste, piensa nuestro autor, a “una perversa espiral de autodestrucción de la solidaridad”, como consecuencia de la separación entre “indemnización e inserción”. La indemnización es una técnica, mientras que la inserción es un valor que afecta a la solidaridad. Piensa D.Innerarity que hay un olvido de la dimensión social con referencia a las prestaciones sociales. Éstas forjan “un vínculo social” y expresan “una forma de igualdad”. Se llega aquí a una cuestión crucial. La indemnización no es expresión de la solidaridad, sino que “refuerza la lógica individualista” en perjuicio de la solidaridad. En esta dinámica el ciudadano desaparece para convertirse en “víctima” y, según nuestro autor, se desliza hacia una lógica de la reparación caritativa” incompatible “con nuestro sentido de la dignidad individual”.






Plantea una exigencia de orden ético-social: “mantener la inserción por el trabajo como la piedra angular de una lucha contra la exclusión”, afirmará que “el reconocimiento de la utilidad social es más importante que la recepción de una indemnización económica”. Sobre esta cuestión y los efectos perversos que producen en los individuos véase las páginas de R.Sennet en su libro “La corrosión del carácter”. Piensa Innerarity que el subsidio no puede equipararse a la actividad del trabajo, pues, con el subsidio, el individuo se perfila como víctima y pierde presencia pública, se hace invisible e inservible en el orden político; mientras que en el caso del trabajo, le permite hacerse visible y “garantiza a la vez la autonomía personal y la integración social”.

La inserción pretende aunar “el auxilio económico y participación social”, es decir, aseguración y solidaridad. La noción de inserción debe hacernos reflexionar que la visión meramente aseguradora borra la dimensión social y política del problema. La política debería forjar vínculos sociales para fortalecer esa dimensión solidaria, pero se encuentra que para hacerlo tiene que explicitar las diferencias entre los ciudadanos, y de ahí la necesidad de configurar un nuevo “contrato social”.

dimecres, 4 de febrer del 2009

La hospitalidad inhóspita (I)

Los cambios sociales que actualmente vivimos son de tal envergadura que los antiguos conceptos no sirven, excepto si se quiere hacer ideología, para comprender lo que está sucediendo.El arsenal conceptual no es capaz de dar razón a las mutaciones que se suceden en nuestras sociedades. A lo largo de la etapa de consolidación del estado de bienestar había ciertas garantías de igualdad social que actualmente están es cuestión. La igualdad de oportunidades parecía una realidad en amplias capas de la sociedad: de la precariedad a la estabilidad. La redistribución de hacía notar en las esferas de la sanidad, la educación, etc. La garantía del empleo se correspondía con la idea del crecimiento económico. Había certezas, y éstas permitían que la igualdad social fuese una cuestión invisible, pues, la sociedad garantizaba el cultivo de las diferencias.

Pero este panorama ha cambiado, Dahrendorf nos habla de macro-éxito y micro-miseria. En la sociedad del bienestar se ha infiltrado una nueva realidad: la exclusión social. D. Innerarity en su libro “Ética de la hospitalidad”,nos habla en su capítulo 12 : “Una economía de la hospitalidad” de estas cuestiones que son de indudable interés y con consecuencias políticas de primer orden. De estas cuestiones tratará el presente artículo que por cuestiones de amplitud se dividirá en diferentes entregas.





La exclusión social en la etapa de construcción del estado de bienestar eran producto de patologías sociales que inevitablemente se producen en la esfera del mercado como en la esfera social. Pero se consideraba que la terapia adecuada era la integración social a través de los mecanismos de inserción social y la educación. No había límites para la integración. Sin embargo, este modelo se ha torcido al decir de Innerarity. La exclusión social, hoy, abarca a amplias capas de las sociedad, se ha pasado de la estabilidad a la precariedad.

Plantea dos cuestiones de especial interés: a) la disolución de la solidaridad social y b) la insuficiencia teórica de los derechos sociales para comprender los fenómenos de exclusión. La cuestión que plantea es ¿cómo asegurar la cohesión social?