Quisiera salir en defensa de la anónima trabajadora de la limpieza que está siendo el centro de la polemica en el ámbito artístico. Sale en la prensa que la obra de instalación de Martin Kippenberger (1953-1977) ha sido dañada. La noticia se expresa así: “Una mano de estropajo que vale 800.000 euros. Al considerarla sucia y tratar de adecentarla, una empleada de la limpieza del museo Ostwall, en Dortmund, dañó una obra tasada en dicha cantidad”. (El País, 5/11/2011).
'Cuando los tejados comienzan a gotear'
Observando la obra cuesta creer en su precio. ¿Qué es una obra de arte? ¿Cómo saber que estamos delante de una obra maestra? ¿La señora de la limpieza –la división del trabajo en Alemania tampoco va más allá del tópico-, tenía sus propias ideas del arte? Una instalación –son los eufemismos del merchandising- que en su afán de hacer las cosas bien, debió pensar la anónima trabajadora, mejoraría con una mano de limpieza a fondo. ¡Menudo crimen! Ahora el arte como si fuese la diosa Némesis irá a por ella por poner sus manos en tan delicada pieza. Por cierto, no quiero imaginarme qué hubiera pasado si se hubiese encontrado la “instalación” del mismo autor denominada Heavy Burschi, 1991.
Heavy Burschi, 1991
Me imagino a la señora de la limpieza pensando en lo desagradecidos que son los de la empresa de limpieza por tener que acarrear ella sola toda esa montaña de basura en un "contenedor" que también está para tirar. ¡Suerte que ese contenedor se ha podido salvar del celo limpiador!