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dimecres, 23 d’octubre del 2019

La ciudad enloquecida

La ciudad como metáfora de la sociedad. Un microcosmos que reproduce el macrocosmos. Nuestras sociedades modernas, se articulan en las grandes ciudades. Una de las señas de identidad de la modernidad es la velocidad. Desde diferentes versiones, muchos han denunciado los desmanes que acarrea esta carrera de velocidad o instantaneidad que aqueja a nuestras sociedades. Ir más rápido, para no ir a ningún lado. La paradoja de la velocidad en las ciudades es que la multitud de automóviles ralentiza el tráfico. Acaba siendo más rápido la bicicleta que el coche. Los fragmentos transcritos permiten vislumbrar que en estas cuestiones como en muchas otras, todo depende de la perspectiva. Baudelaire, se tenía que jugar la vida para cruzar la calle, en una misión suicida. París era el centro del mundo. La modernidad avanzaba a ritmo vertiginoso. Montoliu, pensaba que se había pasado un umbral. ¡Parad el progreso insensato! Mientras Sloterdijk, elucubra sobre analogías sorprendentes. Velocidad como signo y síntoma de una sociedad que no sabe muy bien a donde va.


Charles Baudelaire (1821-1867).  “Cruzaba el bulevard corriendo, en medio de un caos de movimiento, con la muerte galopando hacia mí por todos lados”.

El urbanista catalán Cebrià Montoliu (1873-1923), en época tan lejana (1915) pudo declarar con relación al tránsito en Barcelona: “el tránsito recreativo (sic) –el coche particular-, ha alcanzado, si no lo ha superado ya, su límite, el gran número de coches individuales, mayoritariamente objetos recreativos, representa un gran obstáculo para las comunicaciones y el transporte realmente útiles para la sociedad”.


Peter Sloterdijk afirma: “puesto que en la modernidad no se concibe al individuo sin su movimiento, el yo y su automóvil, por ejemplo, constituyen, metafísicamente hablando, de la misma manera que el cuerpo y el alma, una misma unidad de movimiento. El coche es el equivalente tecnológico del sujeto trascendental, que es activo por principio”*.


Citados por Lluís Duch, Vida cotidiana y velocidad. Pensamiento Herder, Herder Editorial, Barcelona, 2019.

dimecres, 28 de juny del 2017

La velocidad y sus paradojas


"Hace veinticuatro siglos, Zenón de Elea demostró que para que una distancia fuera infinita, bastaba subdividirla hasta lo infinito. Las velocidades, ahora propenden a ser infinita; el mundo, infinitesimal. Las técnicas para lograr la velocidad son admirables como medios; empobrecedoras como fines. Hay quienes creen haber circunnavegado el planeta; en verdad, no ha hecho otra cosa que pasar de un hotel a otro hotel idéntico. Hay quienes creen hablar por teléfono; en verdad, no hacen otra cosa que decir ¡hola! por teléfono. (...). Viajar, ahora, es una de las formas más costosas de la inmovilidad" (J.L.Borges, texto de 1945. Miscelánea, )