La elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como
nuevo Papa, se ha transformado en Francisco I. La transfiguración automática en
el nuevo líder espiritual de la Iglesia católica ha llevado algunos a recordarles
que el pasado siempre vuelve. Jorge Mario Bergoglio arzobispo de Buenos Aires de
76 años ha supuesto la elección del primer Papa no europeo. Más allá de la
propaganda vaticanista y de los círculos afines –que son muchos-, han aparecido
críticas a su persona, pues, vivió la dictadura argentina en una posición
ambigua. Habría que decir que la Iglesia siempre es ambigua. Su jerarquía
siempre afín al poder, el que sea, y por otro lado, organizaciones sociales de
carácter religioso y seglar que ayudan a la población más necesitada se dan la mano,
en un equilibrio siempre inestable.
La frialdad con que fue recibida la noticia del
nuevo Papa en Buenos Aires demuestra la manera de gobernar de la Presidenta.
Inmediatamente, desde el peronismo, se le ha acusado de convivencias con la dictadura
(1976-1983). El País afirma lo siguiente: “Con solo 37 años llegó a ser el jefe
de los jesuitas de su país. En aquel tiempo, el régimen militar secuestró a dos
sacerdotes de su congregación que actuaban en barrios de chabolas de Buenos
Aires y que tenían posiciones progresistas, Orlando Yorio y Francisco Jalics.
En organismos de defensa de los derechos humanos se lo acusa de que, como
provincial de los jesuitas, denunció ante la dictadura que ambos eran
guerrilleros. Bergoglio dijo, en cambio, que hizo gestiones ante el entonces
dictador argentino, Jorge Videla, para que fueran liberados, lo que finalmente
sucedió” (El País,13-3-2013). Tanto Jalics que vive en la actualidad en
Alemania, como Yorio en la actualidad fallecido, fueron liberado, no antes de pasar cinco meses
detenidos y torturados en la Escuela
Mecánica de la Armada (ESMA) en 1976.
El Papa Francisco tendrá que lidiar con ese
pasado, no sé si culposo o no. Todas las dictaduras consiguen que los ciudadanos
sean cómplices ya sean por omisión y como por comisión de las acciones que el
régimen llevó a cabo. Ahora es posible que algunos, el peronismo, quiera
pasarle viejas facturas. Pero el peronismo no es ajeno a la dictadura. Muchos
callaron y otros –el movimiento de las Madres de Mayo- actuaron en la medida
que la dictadura lo permitió. Bergoglio no apareció en la plaza de Mayo para
dar apoyo a las madres de los desaparecidos y detenidos por la Junta Militar.
También es cierto que casi nadie que significación política iba a esa plaza. El
premio Nobel de la Paz, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, al que ha citado el
portavoz vaticano. “Hubo obispos cómplices de la dictadura, pero Bergoglio no
fue uno de ellos”(El País,15-3-2013).
Así que la polémica está servida. Decía
Nietzsche que todo lo que sucede es “Humano, demasiado humano”. Y en asunto eclesiásticos
también. No soy creyente, y en muchos aspectos envidio –a veces- a los que lo
son, pero mi escepticismo en asuntos que van más allá de este mundo, hace que esta
controversia sea vista, como lo que es, “Humano, demasiado humano”.