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divendres, 22 de febrer del 2019

El origen del velo islámico y otras sorpresas

Sigo leyendo a Umberto Eco, y su De la estupidez a la locura. Crónica para el futuro que nos espera. Debolsillo. Barcelona, 2018.

Entre los diferentes artículos que componen el libro, destaca ¿Quién ha dicho que hay que cubrirse con un velo? Habla sobre la prohibición o no de llevar velo para las mujeres musulmanas. Dice Eco: “Si consideramos que un signo es aquello que está en lugar de otra cosa en algún aspecto o facultad, el velo musulmán es un fenómeno semiótico, como lo son los uniformes (…).

Texto habla sólo del hiyab

“El velo se critica porque se utiliza para afirmar una identidad”. (…) En todo caso, sería interesante preguntar si las muchachas musulmanas están obligadas a llevarlo porque se lo impone El Corán. En la obra de Gabriel Mandel Khân, L’Islam,  dice Eco “el velo que cubre el rostro y el cabello es una costumbre preislámica, impuesta a veces por razones climáticas, pero no está prescrito en la sura 24 del Corán, citada siempre en estos casos, que solo invita a cubrir el seno”.

Eco quiere comprobar si la referencia de Khân es auténtica o apócrifa, y se va a buscar “en internet el Corán en la traducción italiana de Hamza Piccardo, revisada en su doctrina por la Unión de Comunidades y Organizaciones Islámicas de Italia, y en él encontré el pasaje entero: “Y di a la creyentes que bajen la vista con recat0, (…), que cubran su escote con el velo y no exhiban sus adornos sino a sus esposos, (…)”. Eco en El Corán en la edición clásica de BUR, de Alessandro Bausani donde se dice: “y que se dejen caer el tocado sobre el escote”.

Tres testimonios afirman lo mismo, El Corán no dice nada sobre velos en la cabeza. ¿Qué está pasando aquí? se pregunta Eco. La respuesta aparece dónde menos te los esperas.  En  la Primera Carta a los Corintios, San Pablo:

"Si un varón ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza. 5 En cambio, la mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta falta al respeto a su cabeza; sería igual si se cortase el pelo al rape. 6¿No quiere cubrirse el pelo? Que se lo corte al rape. ¿Qué le da vergüenza andar con el pelo cortado al rape? Pues que se ponga el velo. (I,11)"

Tertuliano en su obra De cultu feminarum nos dice lo siguiente:

“(…) Dios ordena que os cubráis con el velo, a fin de que, según creo, no se vean las cabezas de algunas”. Concluye Eco: “Esta es la razón de que en toda la historia de la pintura tanto la Virgen como las piadosas mujeres vayan cubiertas con velo, como tantas graciosas musulmanas” (2006)

¿No debería hacernos pensar en esta pirueta de la historia? La utilización partidista del velo como arma arrojadiza debería ponernos en guardia siempre.


dimecres, 20 de febrer del 2019

¡Qué vergüenza, no tenemos enemigos!

Sigo leyendo a Umberto Eco, y su De la estupidez a la locura. Crónica para el futuro que nos espera. Debolsillo. Barcelona, 2018.



En “¡Qué vergüenza, no tenemos enemigos! “ (págs.222-225) [2009] nos explica una anécdota ocurrida en Nueva York, mientras iba en taxi. Caracteriza Eco a los taxistas de NY por tres notas distintivas: la primera por la diversidad de nacionalidades, la segunda, la provisionalidad del trabajo –frente a la imagen del taxista que todos conocemos aquí-, y la tercera, por la sucesión de grupos étnicos, que se van sucediendo en busca de mejores empleos.



En la conversación con un taxista paquistaní, después de diferentes preguntas, le plateó “quienes eran nuestros enemigos”, Eco reflexiona sobre “¿Cómo es posible un pueblo sin enemigos?” (pág.224)

Confiesa Eco que no supo responderle adecuadamente, ocurre siempre los que denomina “esprit d’escalier”, que consiste en contestar adecuadamente cuando el otro ya se ha marchado. “Debería haberle dicho que los italianos no tienen enemigos. No tienen enemigos externos y en cualquier caso nunca están de acuerdo en determinar cuáles son, porque están continuamente enzarzados en guerras interna (…) (pág.225)

Finaliza diciendo: “No sé si lo habría entendido, pero al menos yo no hubiera hecho el ridículo de pertenecer a un país sin enemigos”. (pág.225)