Estoy leyendo “El niño 44” de Tom Rob Smith. La novela entretiene y da pinceladas de la Rusia estalinista. Un fragmento resume la atmósfera atroz:
“(....) No iban a matar a sus padres de un tiro en la nuca. Eso sería demasiado rápido, demasiado parecido a la clemencia. En lugar de eso irían a por ellos poco a poco, gota a gota. Le venían a la cabeza todas las posibilidades que una mente metódica, sádica y detallista tenía a su disposición. Los degradarían en sus respectivas fábricas (...). los acosarían con historias sobre el lamentable exilio de Leo (el protagonista), sobre su caída en desgracia y su humillación. Quizá les hubieran dicho que estaba en un GULAG, que lo habían condenado a veinte años de katorga, de trabajos forzados. En cuanto a la familia con la que sus padres tenían que compartir el apartamento no cabía duda de que serían los más problemáticos y desagradables posibles. Les prometerían chocolate a los niños si hacían mucho ruido; prometerían un apartamento individual a los padres si robaban comida, discutían y hacían que la vida en casa resultara insoportable. No necesitaba imaginarse los detalles” (pág.182-3)