2.- Políticas identitarias
La conversación se centra especialmente en Francia. Su pasado colonial y su tradición republicana está generando controversias y paradojas que el autor va desgranando. Así puede decir:
“En términos más generales, la islamofobia nunca es otra cosa que la manifestación actual de la coexistencia histórica de la República y el colonialismo. Todos estos elementos explican el fracaso al cual están condenados los intentos de cerrar el paso al FN, porque se valen de la misma retórica de este”.
Traverso crítica la política inmigratoria de Sarkozy “con la creación del Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional, e incluso, más recientemente, con la propuesta de François Hollande de despojar del derecho de ciudadanía a los terroristas. Si todas estas propuestas se inscriben en un marco intelectual, jurídico y político republicano, cuesta ver por qué habría que escandalizarse frente a la postura republicana de Florian Philippot o Marine Le Pen”.
-A la inversa, en la República Federal de Alemania, los alemanes hicieron una revisión crítica de su pasado y las extremas derechas no tienen tanto alcance como aquí. ¿Ve en eso un vínculo de causa y efecto?
“Creo que hay una relación, aunque no exista determinismo alguno y cada país siga siendo un caso específico. En España, el neofascismo es casi inexistente, y sin embargo la nostalgia del franquismo está muy presente en los estratos más conservadores de la sociedad, que votan por el Partido Popular, un partido de derecha posfranquista que no tiene vínculos con las antiguas organizaciones fascistas, como la Falange española”. España si existe este neofranquismo con el ascenso de Vox. En el caso español existen vasos comunicantes entre las derechas y extremas derechas. Si Vox aumenta su peso electoral es acosta del propio PP y Cs. Se ha querido ver que el ascenso de Vox es producto del miedo visceral al denominado Procés en Cataluña, pero lo cierto es, que los ingredientes estaban allí desde hace mucho tiempo. Si Alemania se hizo autocrítica, en España no sólo no se hace esa crítica de cuarenta años de dictadura sino que Vox lo reivindica y el PP ha sido incapaz hasta la fecha de condenarlo. Lo significativo del caso, es que las derechas reivindican la Constitución y hablan de este “patriotismo constitucional” del que habla Habermas, pero en clave conservadora. La Constitución la utilizan como cierre de cualquier posibilidad de transformación.
La utilización del discurso xenófobo, sea en caso del FN o Vox, que al decir de Traverso “comportan una dimensión reaccionaria en el sentido propio del término: revelan una debilidad, una falta de autoconfianza, una postura defensiva”.
La globalización, impide los sueños de este posfascismo que imagina naciones homogéneas y reviven un pasado imaginario. Traverso denuncia esa “miopía suicida”: “La inmigración es el porvenir del Viejo Mundo, la condición para evitar su decaimiento demográfico, su decadencia económica, para pagar las jubilaciones de una población que envejece, para abrirse al mundo, para renovar sus culturas y hacerlas dialogar. Todos los analistas hacen esa constatación elemental, pero nuestros políticos no quieren admitirla, en función de ruines cálculos electorales. La crítica ritual contra el “comunitarismo” es apenas un pretexto para afirmar una forma retrógrada de etnocentrismo”.
Esta visión ideológica del laicismo, orientada contra el islam, pasa por alto el hecho de que ella supone por un lado la neutralidad del Estado, pero por otro, en el caso de cada individuo, el respeto de la libertad de creer o no. ¿Cuál es su posición respecto de esta temática?
Las polémicas que hemos visto sobre la prohibición del burkinis en las playas francesas desatan oleadas de comentarios contradictorios, que el FN utiliza convenientemente. Así Traverso puede decir que “hoy en día la utiliza [laicismo] como un arma de exclusión de minorías a las cuales niega derechos. Hay cierta continuidad en esas posturas de exclusión republicanas y laicas. ¡Con la salvedad de que, en nuestros días, el laicismo apunta a poner en entredicho el carácter plural de la Francia real”. Además, estas cuestiones se mezclan con planteamientos feministas que abogan por la prohibición del velo, en nombre de la libertad personal y religiosa, pero que según Traverso hacen un flaco favor a la causa del laicismo, “no podemos más que reconocer una convergencia objetiva bastante perturbadora entre esa forma de “laicidad” y cierto feminismo islamófobo, de Elisabeth Badinter a Caroline Fourest”. Hay al parecer de Traverso una confluencia perniciosa entre feminismo y etnocentrismo, así como una demostración que la etapa colonial no fue cerrada de manera conveniente. Así que las mujeres que llevan velo, serían objeto de una triple servidumbre: Por ser mujeres, por ser indígenas y por ser musulmanas.
Sin embargo, el problema es mucho más complejo como reconoce Traverso: “Muchas investigaciones han demostrado que el uso del velo o fular islámico responde a una multiplicidad de decisiones que, sin duda, no pueden atribuirse exclusivamente a la dominación masculina. Al expresarse al respecto, muchas musulmanas (con velo o no) han reconocido la heterogeneidad del fenómeno. (...) Y aun al postular de manera unívoca su carácter patriarcal, la idea de combatirlo a través de medidas represivas y legales —como la prohibición de los cultos en la ex Unión Soviética— me parece contraproducente.”
Las múltiples caras de estos procesos contradictorios se plasmaron después de los atentados de Charlie Hebdo. Todos se sumaron a la manifestación. Sin embargo, no todos defendían los mismo. Hasta el propio Mariano Rajoy se desplazo a la capital francesa para asistir a la manifestación. También estaba el FN. Traverso pone un pero a esas unanimidades ficticias: “En Irán, un dibujante satírico se expone a riesgos —que a menudo paga muy caros— si reivindica una libertad que se le niega bajo un régimen de opresión. En Francia o en Dinamarca hay caricaturistas que aprovechan su libertad para burlarse de quienes son objeto de exclusión. En eso vemos una diferencia fundamental”.
-El tema de la identidad suscita una gran hostilidad en casi todo el tablero político, como si la identidad apuntara a suprimir la cuestión social. Sin embargo, ¿las cosas no pueden verse de otra manera y considerarse que la identidad (el género, la “raza”) se combina con lo social? Lo que la feminista estadounidense Kimberlé Crenshaw llama “interseccionalidad”.
Reconoce la existencia de que la “cuestión social y la cuestión racial están profundamente imbricadas”. Habla en contexto estadounidense. Habla del origen de esta idea de identidad que se formó primero en EEUU. El movimiento de derechos civiles puso las bases para que otros grupos reivindicasen sus propios derechos. En Europa, la izquierda no ha sabio gestionar género, raza y religión. El concepto de clase, cuyo origen se debe a una raíz económica no permitía vislumbrar lo que se escondía con dicho concepto. Así, la New Left estadounidense, por su parte, postuló muy tempranamente la idea de una articulación no jerarquizada entre esos distintos componentes, sin reducirlos a meros corolarios de la identidad de clase. La derecha radical, en cambio, propone una fuerte articulación entre cuestión social e identidad: el discurso del FN denuncia las desigualdades sociales de la manera más audible (y clara) y propone a la vez una respuesta reaccionaria: la defensa de los “blancos humildes”. Esta defensa del FN de los “blancos humildes” permitió fagocitar una parte del electorado comunista, cuando el comunismo se hundió. El FN ha sido capaz de difuminar su xenofobia y su reivindicación imaginaria de los “blancos humildes”.
En la actualidad, “el resorte fundamental del discurso identitario de derecha resulta análogo: defender la identidad significa salir de la Unión Europea para volver a las monedas y las antiguas soberanías nacionales, expulsar a los inmigrantes para sentirse de nuevo en casa, recuperar una mítica armonía nacional contra la globalización, etc.”. Detrás de la idea de identidad se esconde: “(...) la derecha cuando habla de identidad es en realidad la identificación, es decir, las políticas de control social establecidas desde el siglo XIX en Europa: control de los flujos de poblaciones y migraciones internas, fichaje de los extranjeros, los delincuentes, los subversivos. La invención de los documentos de identidad obedece más a esa inquietud de control que a un reconocimiento de la ciudadanía como conquista de derechos jurídico-políticos”. Traverso llama la atención sobre lo problemático del concepto de identidad, pues, “se presta a cualquier tipo de uso”. Utiliza la tipología de Paul Ricoeur, sobre mismidad y la ipsidad, la primera remita a instancias biológicas, está es al decir de Traverso, la identidad que piensa el FN, una esencia eterna de lo francés. La ipsidad, tiene carácter reflexivo, esta identidad es una construcción social y biográfica, “es subjetiva, abierta y pasible (sic) de transformaciones”. Por último, la ciudadanía, que pertenece al ámbito de la comunidad política y “funda una concepción fructífera del laicismo, porque implica el pluralismo cultural y religioso”.