El nuevo ministro de Educación I.Wert ha declarado que desaparece la materia “Educación para la ciudadanía”. Los Obispos españoles están satisfechos ante tan buena noticia. Seguir adoctrinando en horario escolar a los alumnos de religión no les parece nada objetable. Son como el perro del hortelano. Desde el mismo momento de su nacimiento, la Educación para la ciudadanía, ha sido objeto de acoso y derribo. El propio TS tuvo que recordar que los padres no podíann objetar está materia. Pero las Comunidades gobernadas por el PP hicieron cruzada contra ella. Según ellos se hacía “ adoctrinamiento de izquierdas”. No lo decían así, pero querían decir que era así. Naturalmente, daban por descontado que los profesores de la ESO adoctrinarían a los alumnos en la dirección que el PSOE quería. Hablar de igualdad, de discriminación, de sexualidad, de la Constitución, etc., son cosas intolerables para la derecha. ¿Acaso saben que se dicen en las clases? La crítica a cualquier acción del anterior gobierno socialista hizo que no se atendiera si era oportuno o si los contenidos podían vulnerar aspectos del orden constitucional, como no había nada de todo esto, azuzaron a la caverna mediática con los obispos al frente para hacer campaña contra el gobierno socialista, y de paso un puntapié a la escuela laica.
Que en nuestro sistema educativo se explique la doctrina –dogma- de la Iglesia católica pagada por todos los ciudadanos y que los profesores de tales materias tienen que pasar por el visto bueno del Obispo de turno, es simplemente demencial. La cúpula eclesiástica querría los crucifijos en las clases, la clase de religión para todos –si pudieran-, y el adoctrinamiento puro y duro de su visión particular del mundo. Por eso les cuesta tanto aceptar otras opciones. Por ejemplo Educación para la Ciudadanía. Inventarán otra cosa, pero los profesores tendrán que construir, a pesar de los políticos, un marco en el que se siga hablando de lo que pasa en nuestra sociedad: desigualdad, explotación, racismo, xenofobia, intolerancia, y oponerle los valores que cualquier sociedad democrática puede y debe exigir.