[Hablando de la fotografía] En 1859, Baudelaire, hablando sobre el impacto de la nueva tecnología, lamentó el alimento para la vanidad que suponían: “a partir de ese momento, nuestra aborrecible sociedad se apresuró a contemplar, como Narciso, su trivial imagen sobre una placa metálica. Una suerte de locura, un fanatismo extraordinario se apoderó de estos nuevos adoradores del sol” (pág.222)
(...) Baudelaire denunció la presión comercial que, según él, estaba llevando a la “daguerrotipación” de las artes visuales:
“Hoy, nuestro público, que es singularmente incapaz de experimentar la felicidad de soñar o de maravillarse (signo de la mezquindad de su alma), desea que se le haga maravillarse por medios que son ajenos al arte, y los artistas obedientes se doblegan ante este gusto; intentan impactar, sorprender, provocar su estupefacción mediante trucos indignos (...). En materia de pintura y escultura, el actual credo de la sofisticación, sobre todo en Francia, es el siguiente: “Creo que el arte es, y no puede ser otra cosa, la reproducción exacta de la naturaleza (...). por tanto, una industria que pueda ofrecernos un resultado idéntico a la Naturaleza sería el arte absoluto”. Un dios vengativo ha escuchado las plegarias de esta multitud. Daguerre es su Mesías*” (pág.225).