Seguimos a vueltas con el libro de T.Judt y su capítulo dedicado a Bélgica. El tema que reflexiona es la división entre flamencos y valones y sus respectivas lenguas. Neerlandesa y francesa, amén del alemán. La historia que nos cuenta es el abismo entre ambas comunidades y los mecanismos poco democráticos que han llevado a está situación.
La historia belga viene a decirnos Judt es que un Estado tiene que tener alguna función, si se traslada todo el peso político y económico a las regiones -Flandes, Valonia y "Bruselas-capital"- el resultado es un país fantasma.
Bélgica aparecerá en las noticias en la crónica de sucesos: escándalo de la dioxina (1999), el escándalo Dassault/Agusta y por último, el caso Marc Dutroux. ¿Qué pasa en Bélgica? La respuesta es que la connivencia entre el gobierno,política,empresas y sobornos e incompetencia policial han hecho posible todos estos escándalos.
Para las "regiones" lo fundamental era las cuestiones particulares, e inhibirse en las cuestiones generales, porque siempre los responsables son otros. La sociedad ha empezado a cambiar y la propia dinámica social producto de la inmigración está haciendo posible un cambio, ahora las cuestiones de orden lingüístico están pasando a un segundo plano. Sería deseable que en España y especialmente en las comunidades bilingües se aprendiera de los hechos y se intentará evitar los errores que otros ya han cometido.
El capítulo finaliza advirtiendo que el caso de Bélgica "podría ser un recordatorio útil de que también puede haber demasiado poco [Estado]"(pág.242).
Para las "regiones" lo fundamental era las cuestiones particulares, e inhibirse en las cuestiones generales, porque siempre los responsables son otros. La sociedad ha empezado a cambiar y la propia dinámica social producto de la inmigración está haciendo posible un cambio, ahora las cuestiones de orden lingüístico están pasando a un segundo plano. Sería deseable que en España y especialmente en las comunidades bilingües se aprendiera de los hechos y se intentará evitar los errores que otros ya han cometido.
El capítulo finaliza advirtiendo que el caso de Bélgica "podría ser un recordatorio útil de que también puede haber demasiado poco [Estado]"(pág.242).