La gente se planta al lado de uno y empieza una
conversación que no quieres escuchar, sin embargo, no se cortan a la hora de
exponer alegremente sus vidas. Y lo que me ha llamado la atención es el
lenguaje utilizado. Hablaban un lenguaje entre deportivo y de libro de
autoayuda. Optimismo a raudales, oportunidades, rehacerse ya sea en el ámbito laboral
como personal. Reinventarse. ¡ Sonaba una conversación muy extraña ¡ Al menos para
mí lo era. ¿Cómo es posible ese lenguaje del emprendedor se haya filtrado de esa
manera? Podría ser que estuviese ante unos entusiastas de esta nueva moda, pero
no parecían conscientes de ello. Les salía natural. Me he quedado que llevan
una vida soft. Mucho ejercicio, comer sano, y mucha familia e ir tirando. La
dimensión del mañana parecía ofuscada. Uno le preguntaba si le gustaba el trabajo que hacía, para sorpresa de quien preguntaba, la respuesta ha sido que no le gustaba
el trabajo, pero... se conformaba. ¡Ahora la gente no se conforma ! ¡Era una
asalariado! Es decir, un trabajador. Anatema en un mundo donde el
Estado quiere que todos sean emprendedores para poder desentenderse de todos y
de todo. O bien ser abogado del estado y dedicarse a la política neoliberal mientras se disfruta de una excedencia.